miercoles 21 de febrero de 2007
Maneras de hacer el indio
IGNACIO CAMACHO
SI no fuera por el impulso internacionalista que procura el salvífico Estatuto, Cataluña habría perdido la oportunidad histórica de estar representada en el remoto Indostán con ocasión del mayor acontecimiento filológico autóctono desde la Gramática de Fabra: la presentación del flamante Diccionario sánscrito-catalán elaborado por la Universidad de Nueva Delhi. Por fortuna, la importancia de tan relevante evento internacional fue captada a tiempo por el hiperactivo vicepresidente de la Generalitat, el gran Carod Rovira, cruzado infatigable del catalanismo, Marco Polo soberanista, evangelizador identitario capaz de cruzar mares y montañas para estrechar los seculares lazos que hilan el vínculo ancestral entre dos lenguas hermanadas por su común destino universalizador de pueblos y culturas.
Está en todo este Carod del que Felipe González decía que sólo podría ser más tonto si entrenara su afición unas horas al día. Atento con oído de apache al clamor profundo de la calle, ausculta los desvelos de las gentes catalanas para que las instituciones de autogobierno no se aparten de las prioridades del pueblo. No se le escapa una. ¿Cómo podían, por ejemplo, los ciudadanos catalanes soportar la discriminación de un cine pornográfico exclusivamente en castellano? Pues ahí está Carod para subvencionar, no el doblaje de los gemidos, sino la producción misma de un género propio, un porno catalanísimo y patriótico, una germinal industria aborigen, con su correspondiente etiquetaje y títulos de crédito, del jadeo y el refocile en lengua vernácula. ¿Cómo iba a quedar desatendido el esfuerzo de los filólogos hindúes por verter al catalán los mantras védicos en cuya hondura espiritual se inspira el moderno pacifismo de Zapatero? Pues allá que va el vicehonorable con un séquito, allende los continentes, a bautizar el flamante matrimonio de dos lenguas acosadas en feliz renacimiento.
Investido por el gobierno tripartito como embajador plenipotenciario de la catalanidad, recibido con honores y protocolo en Madrid por el ministro de Exteriores del «país vecino», Carod Rovira pasea por el mundo el orgullo abanderado de su flamante nación estatutaria. Otra cosa es que su imagen sea exactamente la que muchos catalanes desearían proyectar de sí mismos, pero las malas lenguas sugieren en voz baja que es el modo que Montilla y Puigcercós han encontrado para sacárselo de encima a base de dejarlo hacer el indio. Ignoran, los imprudentes, lo que este hombre iluminado es capaz de emprender con un petate y algo de gasolina en el depósito: quizá deberían preguntarle a Josu Ternera.
Y en cuanto a hacer el indio, hay muchas maneras, y el nuevo mapa autonómico ofrece numerosas oportunidades para desarrollarlas en los estatutos. Carod se va a hacerlo a la India propiamente dicha, pero otros lo consiguen sin salir de casa. Por ejemplo, pinchando estrepitosamente en el intento de convertir a Andalucía en una nación de la Señorita Pepis. Sin ir más lejos.
martes, febrero 20, 2007
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