jueves, febrero 22, 2007

Oscar Molina, No es suficiente

viernes 23 de febrero de 2007
No es suficiente
Óscar Molina
Y O no voy a negar que Mariano Rajoy sea un político competente, un parlamentario más que brillante, un hombre con principios y una persona honesta. Pero no es suficiente. No lo es, porque lo que está muy claro es que si existe alguna posibilidad de retorno del viaje a ninguna parte en que nos han embarcado, esa posibilidad pasa por un cambio en el Gobierno de la Nación. Y a día de hoy, por desgracia, sólo el Partido Popular está en situación de provocar ese cambio. Y digo por desgracia, primero, porque es harto lamentable que todas las demás formaciones del arco parlamentario estén apuntadas a la rapiña. Y en segundo lugar porque creo que el camino que ha tomado el PP desde que aquellos tristes días de Marzo lo descabalgaron del poder no es muy esperanzador. El Partido Popular vive en una especie de ensimismamiento de árboles que no le dejan ver el bosque; las cenizas de ese pinar incendiado y convertido en ecosistema de oposición son ya viejas, pero ellos siguen viéndolas. Andan más preocupados por condenar de alguna manera la ciertamente artera forma en que fue desalojado del Gobierno que en ofrecer a los españoles una alternativa que ilusione. Más pendientes lamentar que les robaron el partido en el descuento que en preparar el próximo. Deberían ser conscientes de que disponen de un suelo electoral que les ha sido fiel en las peores condiciones imaginables, lo cual es un comienzo prometedor. Pero no deberían ignorar que desalojar a Zapatero de La Moncloa requiere, hoy por hoy, sumar votos que no son habituales, enganchar a un montón de gente que está esperándoles, a la puerta de la calle deseando que alguien le lleve de nuevo a las urnas con un proyecto nuevo de verdad. Alguien que se presente con el toro cogido por los cuernos y ofrezca lidiarlo sin pavor al centro de la plaza. El centro, sí, pero no ése lugar político inexistente con el que viven obsesionados por habitar. El Partido Popular debe tirar el retrovisor a la basura, y presentarse al electorado con un verdadero programa nacional. Un dibujo de España que haga imposible la almoneda de territorios, ríos, derechos y chalaneos en la que nos hemos convertido. Un proyecto que no deje duda de que todos los españoles van a tener los mismos derechos en todo el territorio nacional, que todos van a contribuir a la solidaridad interterritorial en beneficio de las regiones menos favorecidas; una promesa de nación en la que importarán las personas y sus libertades individuales, por encima de presuntos derechos históricos y asimetrías oportunistas. Un lugar donde, en primer lugar, prime la coherencia, empezando por la suya, la que le ha faltado para defender en Andalucía lo que no era admisible en Cataluña. Y si para ello se ha de ir con un programa electoral en el que se contemplen reformas electorales que impidan el chantaje de cuatro aprovechados que han hecho de la Política y el Nacionalismo una forma de ganarse la vida, pues adelante, sin complejos. Y si lo que resulta necesario es ofrecer un pacto a una izquierda responsable y patriota, renovada por supuesto, adelante también. Porque es la hora de la responsabilidad, la de defender lo común, lo que a fin de cuentas no ha traído hasta aquí. Necesitamos un impulso democrático, una formación política que se aventure a hacer lo que, por extrañas razones, no hizo cuando contaba con mayoría absoluta, a pesar de ir en su programa. Hay instituciones que ya no soportan su descrédito ni un minuto más. Es hora de decir a la gente que los nombramientos en la Fiscalía General del Estado, Tribunal Supremo, Constitucional, Consejo de RTVE, etc…no van a depender nunca más de los escaños que cada partido tenga en el Parlamento. Que los ciudadanos van a dejar de percibir a los políticos como una casta que plantea problemas inexistentes cada cierto tiempo para luego ofrecerse a resolverlos, a pesar de que cuando someten sus soluciones a referéndum, el pueblo en cuyo beneficio presuntamente se legisla les da la espalda. Coherencia, audacia y cuajo para brindar algo más, algo que saque al electorado de una hartura que empieza a convertirse en desidia y amenaza con acabar en divorcio absoluto entre representantes y representados. No basta con tomar la calle para explicar que tenemos el peor Gobierno imaginable, hay que convencer a la gente de que es posible acabar con ciertas situaciones que la han sacado tanto de quicio que empieza a no creer en nada ni en nadie. Porque con los que contaban, de momento cuentan, pero no alcanza. Y sobre todo porque España lo necesita. No es suficiente. Hace falta más.

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