jueves, febrero 22, 2007

Jose Melendez, Sexo en catalan

viernes 23 de febrero de 2007
Sexo en catalán
José Meléndez
M ÁS que un eslogan turístico, es una verdad incuestionable que España es diferente. Y más ahora. Con las nuevas circunstancias y los nuevos modos de gobernar, “Estepaís” no se parece a ninguno de ese entorno que tanto gustan los políticos de invocar para justificar actos o realizar comparaciones en las que, se empeñen o no, siempre salimos perdiendo. Resulta que la Secretaría de Política Lingüística de la Generalitat de Cataluña, de la que es titular José Luis Carod Rovira, ha subvencionado con dinero de los contribuyentes, a un sujeto llamado Conrad Son, actor y director de tres películas “para adultos”, eufemística denominación de la pornografía, y organizador de las jornadas “Donasex Barcelona” dentro de un festival porno para mujeres, que se celebró el pasado mes de octubre. Conrad Son, un tipo de cabeza rapada –el corte de pelo al cero es el disimulo de los calvos para tratar de ocultar su alopecia- y algo talludito ya para esos menesteres, ha demostrado su agradecimiento por la ayuda gubernamental dedicándole una canción - porque también es músico, aunque no he podido averiguar que instrumento toca- a su benefactor Carod Rovira y afirmando que la lengua catalana debe estar presente en un sector tan importante como el sexo en el cine. Como defensa de la inmersión lingüística, de la que Carod Rovira es un ardiente paladín, puede valer. Pero es petulante al conceder importancia a un subgénero y arriesgada porque es temerario mencionar la lengua en cuestiones de sexo, aunque sea con fines pedagógicos. Las lenguas han estado siempre involucradas en todos los actos de la vida, desde la griega a la finlandesa. Además de esto, el tal Conrad se declara independentista y simpatizante de Ezquerra Republicana de Cataluña, que es una tendencia política como cualquier otra y a la que el peculiar actor-director tiene perfecto derecho. Y ha negado que estas simpatías por ERC y Carod Rovira, número dos del actual gobierno autonómico y responsable de las subvenciones en este sentido “cultural” tengan nada que ver con la dádiva recibida. El vicehonorable ha agradecido el obsequio y para ello se descolgó con la siguiente perorata: “Conrad Son es un hombre que no tiene pelos en la lengua ni en la cabeza. Pero que no tenga pelos no quiere decir que no tiene lengua. ¡La tiene y catalana!. Y sabe que una lengua normal ha de estar presente en todos los ámbitos, ha de ser capaz –si quiere y puede- de llegar a todas partes y penetrar en los agujeros más recónditos”. Y después de esta definición del uso de la lengua, y no sin antes aceptar que la Generalitat subvencione también el segundo Salón de Sexo en Catalán, que se celebrará próximamente en Manresa, Carod Rovira se marchó a la India para presentar allí el nuevo Diccionario sánscrito-catalán, en su calidad -encubierta y aceptada implícitamente por Moratinos- de ministro de Relaciones Exteriores de Cataluña. La confección de un diccionario sánscrito-catalán es una tarea tan ardua como inútil, porque el sánscrito es una lengua que figura en el furgón de cola de las 22 lenguas oficiales que existen en la India, por lo que al departamento de Carod Rovira le espera la tarea ingente de producir otros 21 diccionarios si quiere que algunos de los cerca de setecientos millones de habitantes de ese país se interesen por el catalán. Los nacionalistas catalanes se pasaron cuarenta años criticando al régimen franquista por tener prohibida y asfixiada a la lengua catalana y ahora que han llegado al poder están haciendo lo mismo con respecto al castellano. Es una más de las incongruencias que muestra este mosaico autonómico en que se está convirtiendo España y en el que los nacionalismos radicales campean con una patente belicosidad. Los mismos que se quejaban antes, multan ahora a un tendero si osa poner en castellano el rótulo de su tienda, prohíben a los niños de los colegios hablar en español hasta en los recreos y amenazan al gobierno central con llevarlo ante el Tribunal Constitucional si mantiene su decisión de ampliar una hora más la exigua ración de dos horas que la Generalitat ha dispuesto para impartir clases en español. Todo lo que sea fomentar el uso de una lengua es encomiable, pero nunca en detrimento de las demás y, sobre todo, sin que esos loables esfuerzos caigan en el abuso o, lo que es peor, en el ridículo. La férrea política de inmersión lingüística catalana que han impuesto los nacionalistas tiene un corto recorrido que comienza en la un tanto gratuita necesidad de proteger una vieja lengua que nunca perdió su vitalidad y termina en la ridiculez de unos excesos innecesarios. La foto que Pascual Maragall le hizo a Carod Rovira colocándose una corona de espinas junto al Muro de las Lamentaciones en Jerusalén fue el exponente de dos mentes obcecadas y transgresoras. Y ahora, desaparecido el uno de la política, nos queda el otro erigido no solo en defensor del catalán, sino en censor del castellano. La Generalitat fracasó en su intento de obligar a las grandes empresas cinematográficas norteamericanas a doblar sus películas al catalán y ahora, como consuelo de tontos, se agarra al género pornográfico en el celuloide que tiene cada vez menos adeptos. Existen en Cataluña, como en todas partes, un montón de obras de interés público y social que requieren la inversión de dinero oficial y dedicar parte de ese dinero de todos a menesteres de tan baja catadura es una malversación intolerable. Por lo visto, Carod Rovira no sabe donde meter la lengua que le ha producido tantas inquietudes y sinsabores. El vicehonorable del gobierno autonómico debe ser mas serio. Y su gobierno también.

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