miércoles, febrero 21, 2007

Mision de todos

jueves 22 de febrero de 2007
Misión de todos
La muerte de la soldado Idoia Rodríguez Buján ayer en Afganistán y las heridas sufridas por sus compañeros César Muñoz Pantoja y Jorge Liaño del Río constituyen el recordatorio más trágico de la comprometida labor de pacificación que protagonizan las Fuerzas Armadas y en algunos casos las Fuerzas de Seguridad en zonas del planeta sacudidas por la violencia. La juventud de la militar fallecida -23 años- y el hecho de que su pareja integre también el contingente español desplegado en el país intensifican el sentimiento de pérdida de sus familiares y de las Fuerzas Armadas, que recibirán en estos momentos de aflicción el reconocimiento que con demasiada frecuencia se les hurta en el desempeño de su peligrosa responsabilidad fuera de nuestras fronteras. Un compromiso que exige no sólo dedicación profesional, sino una entrega personal que llega a pagarse con la propia vida en circunstancias tan expuestas como las que soportan los casi 700 soldados desplazados a Afganistán.Convendría no olvidar, especialmente cuando se cuestiona el envío de más tropas al extranjero, que las misiones de paz están compuestas por militares con nombres y apellidos que se arriesgan por el logro de ese bien común que es la extensión de la paz y la seguridad. Su materialización no puede resultar un objetivo abstracto ni voluntarista cuando el mundo se enfrenta a nuevas formas de guerra y a un terrorismo global de efectos devastadores. Requiere en muchos casos, por el contrario, de la adopción de iniciativas decididas sobre el terreno y del recurso a las Fuerzas Armadas para llevar a cabo tareas humanitarias, de pacificación y de reconstrucción de las áreas en conflicto, con el peligro implícito que conllevan para sus miembros. El juicio oral por el atentado del 11 de marzo, cuya inspiración última procedía de los cuarteles de Al-Qaida en Afganistán, evidencia que la contención del terrorismo talibán no puede ser percibida por la ciudadanía española como un reto ajeno a sus propios intereses y aspiraciones. La muerte de Idoia Rodríguez en ningún caso ha de retraer al Gobierno en su respaldo a la misión amparada por la ONU en suelo afgano, que debe ser interiorizada como una encomienda colectiva cuyas consecuencias compete a todos asumir.

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