miércoles, febrero 21, 2007

Luis Pousa, Una frivolidad inaceptable

jueves 22 de febrero de 2007
LUIS POUSA
CELTAS SIn FILTRO
Una frivolidad inaceptable
Quienes se manejan por los despachos de la Unión Europea en Bruselas venían advirtiendo desde finales del pasado verano las dificultades que entrañaba que la Comisión de Política Regional aceptase conceder, con cargo al Fondo de Solidaridad, ayudas a Galicia para paliar los efectos de la ola de incendios forestales que sufrió en agosto de 2006.
El principal escollo estaba y sigue estando en lo que el FSUE considera como una catástrofe de carácter natural grave: a nivel de Estado, que los daños estimados superen los 3.000 millones de euros (medio billón de pesetas), a precios de 2002, o supongan más del 0,6 por ciento de la renta nacional bruta (referidos a datos de 2006, el 0,6 % de la RNB española equivale a 5.833 millones de euros, casi un billón de pesetas); a nivel regional, admite una estimación de los daños por debajo del umbral estatal del 0,6 por ciento, pero éstos han de afectar a la mayoría de su población y tener repercusiones graves y permanentes en sus condiciones de vida y estabilidad económica, con la advertencia de que la Comisión concederá especial importancia a las regiones aisladas o remotas. Además, la ayuda está limitada a 75 millones de euros y será única y no compatible con las de otro fondos.
Si bien es verdad que la Comisión ha destinado, en un par de ocasiones, ayudas a países afectados por grandes incendios forestales (España y Portugal), la mayor parte de éstas han ido a parar a los estados que sufrieron importantes tormentas e inundaciones. De hecho, las inundaciones de 2002 en Alemania, Austria, República Checa y Francia fueron el motivo por el que ese mismo año la UE creó el Fondo de Solidaridad.
Tal y como está concebido, el FSUE no da acogida a situaciones que, aún cuando no cumplen exactamente los criterios, pueden ser calificadas de catástrofe al alterar gravemente el orden de las cosas. Aunque en su origen los incendios forestales registrados en Galicia el año pasado no fueron provocados por causas naturales -raramente lo son-, sino por personas con nombres y apellidos, los efectos, en su contexto, son similares, si no superiores, a ese punto a partir del cual el sentido común lo entiende como una catástrofe. Han provocado costes en vidas humanas, masa arbolada, capital físico e infraestructuras, y otros no sometidos a evaluación como los daños al medio ambiente.
La UE no dispone de unidades de medida para las variables medioambientales, lo cual es un contrasentido con las conclusiones de la cumbre de Lisboa, de la protección de la naturaleza y el paisaje, y de una política económica que, según Bruselas, considera que la correcta utilización de los recursos naturales, para alcanzar un desarrollo sostenible, forma parte también del bienestar social.
Es una frivolidad que el departamento de Danuta Hübner arrope su negativa a considerar los incendios gallegos como catástrofe de origen natural, con la controversia política, recogida por la prensa, de que podrían ser tramas, en vez de personas a título individual, las que plantasen fuego al monte.Y, en cambio, no tome en consideración las altas temperaturas y los fuertes vientos reinantes como factores propagadores del fuego y que dificultaron enormemente los trabajos de extinción. Paradójico resulta que los políticos gallegos acepten tal estupidez argumental.

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