viernes, febrero 23, 2007

Luis Pousa, El ruido fue tan grande

viernes 23 de febrero de 2007
LUIS POUSA
CELTAS SIN FILTRO
El ruido fue tan grande
Transferidas, en su práctica totalidad, las competencias a las comunidades autónomas, la supervivencia del Ministerio de Sanidad y Consumo se concreta en convertirse en un productor de normas de rango estatal y ejercer una función de coordinador federal que garanta a los usuarios del sistema público de salud, gestionado en su territorio por cada una de las autonomías, igual nivel de atención allá donde se encuentren.
Desde que tomó posesión de su cargo, la ministra Elena Salgado se ha distinguido por abordar la confección de una serie de leyes, que ya rigen en otros países desarrollados, reguladoras del consumo de ciertas sustancias que pueden resultar perjudiciales para la salud, caso de la ya vigente Ley Antitabaco o del proyecto de ley antialcohol retirado el pasado martes por carecer del consenso social necesario para que el Consejo de Ministros lo enviara al Congreso.
El fracaso de esta iniciativa empezó a labrarse desde el momento en que dentro del propio Gobierno socialista existían posiciones condicionadas por intereses sino abiertamente encontrados, sí difícilmente conciliables: los económicos y los sanitarios.
Al menos sobre el papel, el más directamente afectado por la regulación del consumo de alcohol era el Ministerio de Agricultura, ya que las materias primas de las que se obtiene son productos agrarios de cultivo, y el proyecto de ley incluía el vino entre las bebidas consideradas alcohólicas. Cuando, al mismo tiempo, la administración agraria española está librando una complicada batalla, dentro de la Unión Europea, para paliar las consecuencias de las reformas estructurales que afectan al viñedo y al vino.
Ello originó una reacción desmedida en un sector muy enraizado en la sociedad española y con peso en el PIB de algunas comunidades autónomas, así como entre los profesionales de la restauración, un colectivo que, al igual que el de los bodegueros, goza de un prestigio social creciente. Esa presión recayó también en el departamento de Elena Espinosa, sometiendo a ésta al desgaste de una iniciativa que no partía de su departamento y, por lo mismo, tampoco disponía de margen de maniobra para nadar y guardar la ropa.
De manera que, con la deriva que había tomado el asunto, todo abocaba a que entre las ministras Elenas se produjese un choque de trenes. A su vez, los poderes autonómicos y locales socialistas vieron peligrar sus apoyos electorales en territorios de tradición vitivinícola. Pues, por otra parte, el PP apostó todas sus cartas electorales en contra de la ley antialcohol, incluyendo en su campaña a la ex ministra de Sanidad Ana Pastor.
En realidad, el ruido fue tan grande que una ley pensada para proteger la salud y prevenir el consumo de bebidas alcohólicas por los menores, bastante menos dura que la vigente en Francia desde 1991, se convirtió poco menos que en una afrenta al casticismo español, en uno de sus apreciados signos de identidad a decir de sus exegetas: el vino.
El Gobierno debería examinar los errores que cometió a lo largo del proceso de confección del proyecto y en el modo de comunicarlo y publicitarlo. Que, por ejemplo, la gente se haya creído que la ley prohibía que los menores visitasen, aunque fueran con sus padres, las bodegas y ferias es un tremendo fallo de comunicación.

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