viernes 2 de febrero de 2007
LUIS POUSA
CELTAS SIn FILTRO
Cenizas de perplejidad
Estamos confusos. Físicamente sanos, pero psicológicamente confusos.
Muchos años antes de que la oleada de incendios de la primera quincena del mes de agosto 2006 mostrase cómo la conjunción entre un incremento de la fuerza del viento y un pequeño aumento de las temperaturas acrecienta, casi exponencialmente, el papel destructivo de las llamas en la foresta, era de libro advertir que en la interminable lucha contra el fuego se observaba un enorme e inquietante desequilibrio presupuestario entre las políticas destinadas a conjugar el verbo extinguir y las correspondientes a conjugar el verbo prevenir.
Tengo algún amigo, especializado en econometría, que ha hecho sesudos estudios al respecto de los incendios forestales. Estudios en los que concluye que la extinción tiene un límite, a partir del cual el coste se hace insostenible. Dicho en lenguaje de la calle: llega un momento en que detectar los focos de fuego y apagarlos resulta tan caro que es más barato dejarlos que ardan hasta unos determinados límites. Claro que cuando el dinero es público la mano que lo gestiona piensa en clave de ciclo.
Cierto tipo de racionalidad es, en ocasiones, aparentemente muy salvaje. Pero la propuesta del profesor no es ésa, sino ir al origen de las cosas y aplicar el viejo y sabio dicho de que más vale prevenir que curar.
De manera que nuestro sabio recomienda destinar más recursos a planes preventivos. Que, por supuesto, obliguen a una mejor racionalización del uso de los espacios forestales, del cuidado del suelo y del bosque, y a una plantación y redistribución de las especies arbóreas con unos criterios más avanzados e inteligentes que el binomio eucalipto-pino o pino-eucalipto.
Aparte de desolación y muerte, las llamas de agosto obligaron a replantearse, se supone que en serio, la cuestión siempre pendiente de la prevención y de una racionalización de los usos del monte más equilibrada y en línea con los nuevos paradigmas de las sociedades avanzadas. Un debate que, por momentos, desaparecía engullido por la enorme bronca política atizada por el PPdeG y sus brazos corporativos, pero que consiguió preservar un espacio de talento frente a tanto iluminado por el fuego de la contienda. Y era ese voluntarioso debate en torno a la prevención y a esa otra racionalidad todavía en ciernes lo que mitigaba los errores cometidos por la Xunta en aquellos días infaustos, y procreaba corrientes de simpatía hacia el conselleiro más acorralado de la canícula 2006: Alfredo Suárez Canal.
Meses después, poco queda de aquel debate esperanzador; de sus cenizas brota la perplejidad de que, hoy como ayer, los gastos en extinción siguen incrementándose. Y la política de prevención de los incendios forestales en Galicia parece ventilarse con un programa de voluntariado que poblará los montes gallegos con 3.000 jóvenes vigilantes, y una mayor presencia de policías y guardiaciviles. Eso sí, Suárez Canal volvió a insistir, al menos, en que Medio Rural hará un importante esfuerzo en prevención y acelerará la nueva política forestal.
Aprovechándose de nuestra perplejidad, los de siempre han vuelto con su cantinela: "Ves, lo de la prevención es una utopía".
¡Qué coño va a ser una utopía!, si, hasta ahora, de verdad, ni siquiera lo intentamos.
jueves, febrero 01, 2007
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