viernes, febrero 02, 2007

Los desastres de la ideologia que impone la libertad a mamporrazos

Los desastres de la ideología que impone la libertad a mamporrazos
Eduardo Arroyo

El utopismo pseudomesiánico que empapa los movimientos exteriores de la Administración Bush, una vía fanática e irreal, está desangrando las fuerzas y el prestigio de Occidente.

3 de febrero de 2007. Mientras China se rearma todos los días e incrementa su poder económico y armamentístico, el liderazgo mundial de Occidente, en términos morales, políticos y económicos se debilita cada vez más. Nuestros países muestran signos de envejecimiento demográfico a pasos agigantados, sus economías decaen día a día en su base manufacturera gracias a la "deslocalización" y, por si fuera poco, la bomba migratoria socava los cimientos de la homogeneidad étnica, cultural y religiosa. Frente a esto el mundo circundante afirma –y defiende- sus señas de identidad nacionales y su derecho a existir como entidades políticas relevantes. El Islam, alentado en su base por una población joven, muestra en su pobreza unos signos de vitalidad exuberantes. China, Japón, la India y el Sudeste Asiático, para escarnio de los fundamentalistas occidentales del mercado, han demostrado que el proteccionismo de sectores estratégicos de la producción y el férreo control político de la economía pueden sostener cotas de crecimiento económico mayores que las de europeos y americanos.Mientras tanto, el principal valedor de Occidente, los Estados Unidos, se desangra en una política exterior totalmente secuestrada por una confabulación de "ideólogos" iluminados con intereses extranjeros. Al amparo de la denominada Agenda Transatlántica, esos mismos "ideólogos" pretenden vincular irreversiblemente la política de los demás países occidentales al seguro desastre norteamericano. Para ellos, los EEUU y todo el Occidente son tanto más fieles a sí mismos cuanto más se involucran en una política beligerante, que pretende imponer el modelo occidental en una región tremendamente hostil a ese mismo modelo. Los ejemplos más claros son la guerra de Irak y los preparativos para la acción militar en Irán, que Washington prepara a espaldas de su propio pueblo.Como no podía ser de otro modo, esa política deja a su paso un inmenso rastro de mentiras, semiverdades y dobles raseros que, poco a poco, destruyen la credibilidad del mundo occidental.Ante este panorama la pregunta es: ¿Qué nos ciega tanto? Hay que responder: el prejuicio ideológico, alentado por un oscuro conciliábulo que actúa lejos de la luz pública.En el último discurso sobre el Estado de la Nación, George W. Bush explicó las razones de esta guerra ideológica que concentra todas nuestras fuerzas, no en cortar las alas al capitalismo sin límites o a impedir la invasión de millones de inmigrantes ilegales, sino en llevar "la libertad" a todo el Oriente Medio. En palabras del presidente: "Esta guerra es una lucha ideológica… Para vencer debemos eliminar las condiciones que inspiraron el odio ciego de 19 hombres para subirse a unos aviones y venir a matarnos".Pero esas "condiciones", ¿no serán más bien la injerencia norteamericana en su mundo, los regímenes corruptos y autoritarios sostenidos por Occidente y los intereses de Israel? ¿Quizás hacen ellos lo que hacen aquí porque nosotros hacemos allí algo que no les gusta?Ni asomo de autocrítica. En ese mismo discurso, Bush anunció al pueblo americano que "lo que más temen los terroristas es la libertad humana, las sociedades donde los hombres y las mujeres toman sus propias decisiones" y añadió que "los hombres libres no son arrastrados por ideologías malignas o violentas".Desgraciadamente para Bush, es en las sociedades libres donde florecen y mejor trabajan los terroristas. Así lo demuestran las Brigadas Rojas italianas, que mataron al primer ministro Aldo Moro; ETA, con un historial de mil muertos en España; la Baader Meinhof, que quiso matar al secretario de Estado norteamericano Alexander Haig; el IRA o los terroristas puertorriqueños que intentaron asesinar al presidente Truman. Por el contrario la Unión Soviética no tenía ningún problema con el terrorismo. Pero es que además, en 2006, las urnas no han sido nada favorables a esta tesis de Bush: la ascensión meteórica de Hugo Chávez, los triunfos de Evo Morales en Bolivia, de Rafael Correa en Ecuador, de Daniel Ortega en Nicaragua y los cuasi-triunfos de Ollanta Humala en Perú y Andrés Manuel López Obrador en México, no parecen dar mucho pábulo al presidente norteamericano. Por lo visto, de manera creciente y parafraseando al propio Bush, parece que hombres libres sí son arrastrados por ideologías malignas o violentas.¿No habrá algún fallo en nuestro planteamiento? Porque la cosa no cambia en Oriente Medio. Gracias a las elecciones libres que Bush pedía en Egipto, Líbano, Palestina e Irak, están en el poder los Hermanos Musulmanes, Hizbollah, Hamas y militantes chiítas con vínculos con Irán, lugar donde, por cierto, también ganó un líder no precisamente muy favorable a Occidente.Si se convocara un referéndum en Oriente Medio para expulsar a los Estados Unidos y a Israel de la zona ¿Qué creen nuestros ideólogos Occidentales que resultaría? Los hechos demuestran que la libertad que Occidente quiere para el Islam conduce a la Shariya.Cada vez el mundo es más multipolar, al igual que antes de la Gran Guerra. El problema es que nos odian más. ¿Qué es lo que lleva entonces a creer al presidente Bush que todos quieren ser como nosotros? La respuesta es la ideología. El 26 de febrero de 2003, en el American Enterprise Institute, Bush decía: "Las culturas humanas pueden ser tremendamente diferentes. Sin embargo los corazones humanos desean los mismos bienes en todas partes de la tierra. En nuestro deseo de vernos libres de la opresión brutal y amenazadora, los seres humanos somos iguales. Por esta razón fundamental, la libertad y la democracia siempre y en todo lugar tendrán mayor atractivo que los eslóganes del odio y las tácticas del terror".Efectivamente, los seres humanos no quieren la "opresión brutal y amenazadora" pero el resto es falso. La gente que fue a trabajar al WTC el 11 de septiembre de 2001 a las 7 de la mañana no quería lo mismo que Mohamed Atta, e históricamente, la santidad, el poder, la gloria, la conquista y los imperios tienen, por lo menos, tanto atractivo como "la libertad y la democracia".Sin embargo, el 24 de abril de 2006, en un discurso en Irvine, California, Bush volvió a repetir su fantástica teoría: "He basado muchas de mis decisiones en política exterior en algunas cosas que creo ciertas. Primero, creo que hay un Todopoderoso y, segundo, creo que uno de los grandes regalos del Todopoderoso es que es el deseo de toda alma, independientemente de lo que seas y donde vivas, vivir libre. Creo que la libertad es universal. Creo que la gente quiere ser libre. Se que las democracias no guerrean entre ellas. Y se que la mejor manera de derrotar al enemigo, el mejor método de derrotar su capacidad de explotar la desesperación, es dar a la gente la oportunidad de vivir en una sociedad libre".A la vista de estas palabras está claro que "el Todopoderoso" de Bush no se ha aparecido a todo el mundo. La mayoría del planeta está muy lejos de ser una democracia y durante la mayor parte de la historia, la democracia ha sido inexistente. En el mundo real, millones prefieren vivir bajo el Corán y, por ejemplo, al clérigo radical Muqtada al-Sader, sobre el que se sostiene electoralmente el primer ministro Al-Maliki, la libertad parece importarle más bien poco. ¿Qué hacer entonces? ¿Debemos bombardearles hasta que depongan su actitud, incluso cuando en nuestra propia casa hay multitud de problemas que nos debilitan más y más cada día y que hacen más fuertes a los otros? ¿Quién aconseja esto al presidente?Las afirmaciones de Bush se parecen más bien al utopismo de los philosophes revolucionarios que a la defensa real y efectiva de los intereses de los EEUU. Por desgracia esta vía fanática e ideológica, desconectada de la realidad, está desangrando las fuerzas y el prestigio de todo el Occidente.

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