jueves, febrero 01, 2007

Jose Melendez, Una semantica tramposa

viernes 2 de febrero de 2007
Una semántica tramposa.
José Meléndez
P ARECE que José Luis Rodríguez Zapatero, su gobierno y los dirigentes del PSOE que le hacen el coro en sus directrices y ocurrencias tienen un concepto del nivel mental de los españoles que va desde el inanismo a la idiotez. Solamente así se justifica el que un día tras otro nos veamos bombardeados con una asombrosa y repetida serie de vaciedades y retorcimientos para explicar hechos que, por su propio realismo, necesitan fuertes y convincentes argumentos para justificarlos y de los que, de una manera tozuda e invariable, culpan al Partido Popular. ¿Es que, de verdad, esperan Zapatero y sus corifeos, que nos creamos todo los que dicen, sin respaldo argumental y aceptemos que es el PP el que tiene la culpa de todo? Siguiendo esta pauta, el partido que nos gobierna y su líder emplean una semántica tramposa en la que se han cambiado el sentido y el valor de las palabras en una retórica nueva que resulte aséptica a los planteamientos gubernamentales y no moleste a los que no conviene molestar por si las bombas. Zapatero ha cambiado en su discurso el vocablo “terrorismo” por el de “violencia”; el de “negociación” con todo su significado y sus consecuencias por el de “proceso”y el de “paz” en la acepción que se conoce desde que los hombres comenzaron a comunicarse entre sí por algo ampulosamente desorbitado porque en España no hay guerra ni ejércitos contendientes, sino la acción criminal de unos terroristas que quieren obtener sus objetivos a fuerza de matar inocentes y a los que solo cabe enfrentarse con el Código Penal. Ciertamente, don Emilio Castelar, republicado de pro, dotado de una brillante oratoria que le hizo pasar a la historia de la política como paradigma del bien decir y del saber convencer tanto en el Parlamento como en la calle, no ha inspirado en nada a estos políticos socialistas de ahora, que, siguiendo a su jefe de filas, no saben salir de la guerra de Irak, de las excelencias del “diálogo”, de lo mal que lo hizo Aznar y lo peor que lo está haciendo Rajoy, del “respeto a las decisiones judiciales” y de su deseo de “consenso” en lo que ellos entienden por tal y es que los demás admitan sin rechistar lo que hagan, como se ha puesto de relieve en el veto parlamentario a las propuestas antiterroristas del PP, todo ello con la verborrea banal y ambigua, de frases sincopadas y carentes de argumentos convincentes que es una característica zapateril. Cuando Zapatero se precia de que el Pacto Antiterrorista –ese que ahora no quiere convocar- fue una propuesta suya e invoca que el gobierno de Aznar también negoció -y suspendió la negociación, como sus antecesores, en el momento que constataron que los terroristas no cedían ni un centímetro en sus peticiones, detalle que ahora se calla- oculta dos realidades importantes: Aznar fue requerido por el entorno de ETA para iniciar los contactos y Zapatero, por el contrario, buscó él la negociación, desde los tiempos en que estaba en la oposición y sigue intentándola a pesar del trágico desenlace que todos lamentamos y que revela la verdadera intención de la banda asesina. La segunda realidad es que la propuesta socialista del Pacto Antiterrorista, surgió al ver que la política de Aznar en ese sentido tenía acorralada a ETA y el PSOE podría quedarse fuera en un hipotético triunfo final. Eran, por lo tanto, otras circunstancias muy diferentes a las de ahora. Las constantes protestas de respeto a las decisiones judiciales y las peticiones de independencia para los jueces y fiscales, son otra prueba de la semántica tramposa que emplea el PSOE. Desde que un micrófono indiscreto captó la extrañeza de Felipe González, a la sazón presidente del gobierno, porque no hubiera nadie capaz de decirle a los jueces lo que tenían que hacer hasta ahora, los esfuerzos socialistas por controlar el aparato judicial son evidentes y ahí están para corroborarlo el Fiscal General del Estado, para quien si la justicia no es favorable al gobierno, es “justicia vengativa”; las batallas en el seno de las instituciones judiciales por colocar en puestos estratégicos a jueces “progresistas”y el juez Baltasar Garzón, que fue número dos en las listas electorales de Felipe González, se sintió postergado al no ser nombrado ministro de Justicia, volvió a ejercer la judicatura y ha dictado ahora un asombroso auto en el que no imputa a Arnaldo Otegui por su conferencia de prensa tras el atentado de la T4, al no hablar en nombre de Batasuna, sino de “la izquierda abertzale”. Aparte de que ese auto choca frontalmente con otros del propio Garzón, tiene la extraordinaria importancia de que puede abrir una puerta jurídica para que Batasuna se presente a las próximas elecciones municipales bajo el difuso nombre de “Izquierda Abertzale”. IA, como IU de Izquierda Unida, que cobija al Partido Comunista. La campaña del gobierno vasco contra la imputación judicial de su lendakari culminó el pasado lunes con una gran manifestación –el poder de convocatoria del PNV es evidente- en la que el lema y las pancartas son intolerables en una democracia donde funcione el Estado de Derecho, porque pone de relieve que Ibarreche pretende estar por encima de la justicia (“no es un ciudadano más”, ha dicho con unanimidad borreguil su gobierno). Y ante tamaño desafío antidemocrático al poder judicial –el tercer pilar de un estado democrático- Rodríguez Zapatero se descolgó con una de sus crípticas frases. Tras afirmar que el respeto a las acciones judiciales “es una buena manera a contribuir al funcionamiento del Estado de Derecho” agregó refiriéndose a la manifestación trnsgresora: “El Estado de Derecho permite la libertad de expresión y la libertad de crítica, que nadie puede impedir porque está también en la Constitución y en las leyes”. Ese es el concepto que tiene el presidente del gobierno de la libertad de expresión, aunque cuando esa libertad es usada por la oposición auténtica es tratada de mentirosa, falsaria, crispadora y electoralista. Cuando escribo este artículo todavía no se ha celebrado la manifestación anunciada por las víctimas del terrorismo para el sábado día 3. Ya veremos lo que dicen de ella el gobierno y el PSOE. Todo esto conforma un marco que la opinión pública ha de tener forzosamente en cuenta y que terminará volviéndose en contra de quien quiere justificar sus decisiones de una manera tan burda. Los españoles podremos ser perezosos ante la política, aceptar al que manda. como una secuela que todavía dura de cuarenta años acostumbrados a que decidan por nosotros, pero no somos idiotas y necesitamos explicaciones más convincentes de las políticas que se nos ofrecen.

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