viernes 2 de febrero de 2007
Carta de un soldado de Flandes (VI)
Óscar Molina
Del Alférez Molina y Rubyo. Tercio de Don Alonso de Zúñiga. Posta Militar de Flandes. Al Padre Abad Antonio Montero y Villaplana. Convento de la Encarnación. Villa y Corte de Madrid. Brabante, a 31 de Enero de 1644 Estimado y Reverendísimo Padre: Témome que esta baza no preciso de excusa alguna para no haberle escrito. Estará Vuesa Merced al corriente de lo de Rocroi. Y de fijo que a Su Paternidad se le han puesto los pelos del pecho como picas de coselete, cuando haya recordado cómo un servidor le refería los sueños que sobre el particular tenía. Que ya no sé bien, Padre, si maldecir a mis ojos por haber visto lo que mi cabeza soñó, o tajarme esta última por sus jodidos barruntos, que han resultado ser tan ciertos como que hay Dios. El caso, Pater, es que ocurrió. Y como Vuacé supondrá que no es plato de gusto dar cuenta dello por lo fino y detallado, me va a rebajar de entrar en minucias. Bien sabe el Altísimo que después de haber empuñado armas en la jornada de Rocroi, me quedan pocas lágrimas que llorar, escasos males con qué penar y por encima de todo, muy pocos camaradas que enterrar, pues los más dellos andan ya cenando con Él. Que Dios les bendiga, Padre, porque le juro por la tierra que me ha parido que nunca podrá Vuesa Merced hacerse cuenta de cómo se bate la mejor infantería del Mundo, cómo aprieta cuando pintan bastos, ni cómo muere sin poner rodilla a tierra y dando por bueno el perder la piel por el solo hecho de haberla vendido cara. Lo que a mí queda de todo aquello, Padre, no es para glosarlo con alarde, pero en prenda doy mi alma si miento cuando le digo que jamás podré quitarme del pensamiento aquellas escenas; tanto fuego, sangre y estandarte del Tercio quemado roto y pisoteado. Ni las miradas fieras, los ojos desafiantes y nunca vencidos de los que se hicieron acuchillar con la cruz de San Andrés cosida al pecho mientras gritaban Santiago y España; su asombrosa manera de aceptar serenamente el fin cuando se adivinaba la enésima carga de la caballería gabacha, y su caer plenos de eso que todo español adora y que tantos disgustos nos anda trayendo: el honor. Y he de decirle que se nos ofreció cuartel, pero que no se aceptó, porque este caudal de buenos soldados no es como su Valido, el de Astorga, y en la certeza andamos de que tanta grandeza puede haber en perder como en vencer. El Conde-Duque no lo sabe, Padre, pero a disposición tiene un montón de hombres honrados que valoran el qué y el cómo a partes iguales, mientras a él se le da un ardite que le llamen perro, o apalancarse en malas artes, mientras le dé de comer, o alimente su continuidad en la nombradía. Porque éste, Padre, no ha más horizonte que conservar la silla a costa de lo que sea, de sus soldados en Rocroi o de la misma España. Y es que esta rueca, Padre, continúa sin dar más hilo que el conocido: buenos mandados y malos mandantes. Y justo es decir, que mucho me ayudó en conservar la vida el andar rodeado de dos capitanes a los que lo de despachar herejes mientras conservan el gaznate intacto se les da como a nuestro querido Quevedo los versos. El uno, el Capitán Chinchilla, despacha con política escasa y profesional destreza a quien le voltea las patatas, pues es muy pagado de sus ideales y vive todo lo suyo a modo de credo; que otro gallo nos cantaría si hubiese ciento como él en la Corte que no tolerasen el meneo de aparejos con la sonrisa boba del Valido. El otro, el Capitán Carretero, obra tranquilo y más que matar de oficio se diría que ofrece cuchilladas, porque las mete tan dobladas y festivas como certeras, con la misma calma con la que se trasiega un azumbre de Valdepeñas entre colegas. Y yo, Pater, me figuro que si Dios ha querido regalarme la escuela de estos dos capitanes, se ofendería si sacase de ella poco rédito y no aprovechara todo lo que con ellos se me ha puesto en sazón. Pero hablando de nuestra España, y las cosas que Vuecencia me relata, principio a comprender que Rocroi viene sucediendo allí mucho tiempo, y que todo eso de lo que me da noticia Vuesa Merced no son sino los lodos que preceden a los barros que aquí nos venimos tragando. Porque Rocroi no empezó el decimonoveno de Mayo, Rocroi viene reptando hacia España desde hace largo, Padre, y asunto de tiempo era que su lugar acabara teniendo. Rocroi trae causa de tanto desatino y Sindiós como en España se viene sembrando desde que el Valido de Astorga se vino arriba. Rocroi empezó el día en que un puñado de moros (a lo que parece, pues no se ha dicho aún el amén sobre la autoría) metieron la pica al toro de España para dejárselo en suerte al Conde-Duque de Astorga. Lo demás ha ido llegando con presteza tal que la de un guión de Lope. Le diré más, Padre. Lo gordo no son ya las bagatelas de poner altar a los que gustan de tomar por detrás, ni aguantar a tanta hiena que anda en la coyunda sin dejar de proclamar que no le place el guiso y que lo único que anhela es quedarse con su parte, separándola de la olla. Lo más grave no es, siéndolo, que se pretendan manipular con artes dudosas las mentes de nuestros zagales, ni que arramplen algunos adelantados del sirle con el agua de todos, ni lo es el bufón de entremés en lo que se ha convertido en las Cancillerías la nación más antigua del Mundo. Lo peor no es sufrir como guía a un extraño resentido por la muerte de un abuelo en una cuita de hace setenta años. Ni siquiera el que por la memoria del finado se conduzca nuestro Conde-Duque, ni tampoco hace demasiada vía de agua que este sujeto ande parco de documentos que llevarse al intelecto, y sólo sea diestro en proclamas tan biensonantes como huecas. Lo negro de verdad es que está ya diáfano que el de Astorga está dispuesto a poner a España en el tapete, y que el único órdago que le acomoda ganar es el de su púrpura sobre el hombro. España en el empeño, Pater, para conseguir apaciguar a los matones del Norte, esos que sólo apuntan cojones para las mojadas por la espalda y en un callejón oscuro, y así arrimar aclamaciones y gobierno de por siempre. Lo que no sé es tutela de qué, porque a este paso de conceder de la hogaza al Valido no le va a quedar ni miga que gobernar. Este, que tan alto pago de sí tiene como barata es su sustancia, anduvo de negocios con los matarifes mientras ni siquiera era Valido. Entretuvo su insolvencia retratándose de Don Julián mientras regía Aznárez, poniendo una linda vela a Dios mientras colocaba otra siniestra al diablo, y alcanzó componenda con la piara de cerdos para que no mataran mientras vendíanos la esperanza de lo que según su gracia tiene por nombre Paz. Y el arcabuz le ha salido culatero, porque es sabido que quien hipoteca a maleantes el honor de lo que no es suyo, acaba de fijo viendo cómo vida y hacienda quedan al cabo, pignoradas. Harto lamentable es ya que en el juego de manos del Valido se hayan perdido otras dos vidas, dilatado triste que los valentones se hayan reído de él pasándose por el retablo mayor la supuesta Paz, como para que ahora hayamos de comernos eso de que su ansia de alcanzarla es mayor que nunca. Como si a nosotros, Padre, nos trajesen botín alguno los humores del Valido o sus personales empeños, como si no anduviese ya con el crédito más corto que la virtud de una buscona. Como si garantía algo buena fuese la determinación de quien anda más pendiente de los muertos de ha setenta años que de los que matan hoy. Tiempo le ha faltado al citado para darse de patadas en el culo a ponerse de hinojos ante los asesinos otra vez, y hacer buenas las tablas para que se vuelva a representar otra tragedia, otro entierro que no, no nos engañemos, tampoco parará su carro. Ahora, eso sí, con el Esbirreche de nuevo cofrade, que el de Astorga cambia al galán de su consorcio con el mismo desempeño con que muda de ramera. Porque España, Padre, no es precio ni recibo pasable de Paz alguna que pueda ofrecernos quien nos viene dando matarile desde hace tanto. Esa burra coja no me la encaloman ni los comediantes. Que ya vio Vuesa Merced como acudieron los artistas en guisa de piojos en costura a apalancar al Valido con aire de socorro a plaza sitiada. Eso sí, con precedente de palma bien ensebada, que estos de las artes no despiertan si no es a sonido de faltriquera llena. Igualito que los que crían malvas en Rocroi, que llevaban más de un año sin cobrar sus pagas. Como lo siento se lo pongo negro sobre blanco, Padre, que maldita Paz ha de ser la que se compre o venda, porque la Paz no anda en tráficos, ni es género de zoco. La Paz se consigue, se conquista poniendo en lugar cierto al que la quebranta, no haciendo que los españoles aflojen las vainas y saquen filo a los hierros del siglo pasado, ni forrajeando en parlamentos con quien no los merece. Y si algo ha de darse a cambio de que quien mata cese en la sangría, puto será ese algo también. Si ésta es la Paz del Valido, por lo que a mí me viene tocando puede acomodársela en ese mismo sitio que tiene pegado al trono. Porque un servidor da más crédito a vivir de continuo con la punta de una toledana en las asaduras que a librarse de ella a costa de mancillar libertad y memoria. Que este que le escribe pace de gusto hasta el corvejón si acaba pintando como aquél al que nuestro Quevedo ponía esta traza: “El rostro macilento, el cuerpo flaco eran recuerdo del trabajo honroso, y honra y provecho andaban en un saco”. De modo que ya puede el de Astorga, que como dice el Capitán Chinchilla ni tiene vergüenza ni la ha conocido, explicarlo con melones, y convocarnos a que decidamos si el negocio nos trae cuenta tras referir por lo menudo de qué Paz nos está hablando, y en cuánto nos sale la broma. Le dejo Padre, que viene el Capitán Carretero a ofrecerme un cigarro habano. Que en estas tierras de invierno, el oro del Rey se hiela a la hora de cumplir pagas, pero lo que se viene llamando estraperlo goza de un agosto que pinta imperecedero. Dios Guarde a Vuesa Merced Muchos Años. Oscar Molina y Rubyo. Alférez de Su Majestad.
jueves, febrero 01, 2007
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