jueves, febrero 08, 2007

Javier del Valle, Ni mediocres (2ª parte)

viernes 9 de febrero de 2007
Ni mediocres (2ª parte)
Javier del Valle
T ENGO la impresión, a lo mejor originada por la ingenuidad que tenía cuando era más joven, de que el dinero prima cada día más para valorar a las personas por encima de la valía personal o profesional. A los padres no les suele importar demasiado la formación de sus hijos sino que estudien para tener un futuro estable económicamente y por estos parámetros nos movemos en la vida. Hace unas semanas un artículo del diario El País reflejaba la situación de multitud de jóvenes de formación universitaria que tenían que sobrevivir con sueldos inferiores a los 1.000 euros ya que no encontraban un trabajo acorde con sus estudios o tenían que someterse a la esclavitud de la universidad: becas mal pagadas y sin derechos sociales, servilismo a directores de departamento, clases por horas con unos salarios de hambre. Mientras tanto, fontaneros y otros trabajadores que realizan arreglos a domicilio, sobre todo los que montan su propio negocio, se forran cobrando unos precios desorbitados por sus servicios. No tengo nada en contra de este tipo de oficios, ya que tienen sus honorarios en función del mercado y realizan unas tareas duras y cualificadas; lo que me parece injusto es que se menosprecie a tantos miles de personas que han invertido una gran parte de su vida en ir a la Universidad y tengan que apretarse el cinturón hasta la asfixia para llegar a fin de mes. Ya pagaremos la fuga de cerebros ocasionada porque nuestros mejores investigadores se tienen que marchar al extranjero para que se reconozca su labor. Poco importa la formación, la cultura ni la capacidad profesional o personal, lo que encumbra a personajes mezquinos a engrosar sus cuentas corrientes a costa del sacrificio de los demás. Cualquier famosillo de medio pelo escribe un libro o, mejor dicho, paga una miseria a un ‘negro’ para que se lo escriba, mientras que hay cientos de literatos que esperan con ansia una promoción acorde para comercializar su obra. Lo mismo ocurre en otros ámbitos artísticos, como la música, donde surgen artistas por debajo de la mediocridad que encabezan las listas de ventas y de galas durante unos años para luego pasar al olvido. Al caprichoso devenir de los futbolistas, de los que ya hablé en la primera parte del artículo, hay que añadir una nómina importante de caraduras y personajes públicos que dan una imagen poco gratificante de nuestro país. Entre ellos cabe resaltar a los intermediarios que se aprovechan de las necesidades más imperiosas de sus semejantes, como la vivienda, para traficar y llevarse jugosas plusvalías con terrenos recalificados destinados a pisos. Tampoco hay que desdeñar a los falsos políticos que utilizan sus cargos municipales para encauzar estas operaciones y llevarse sus comisiones o echar una manita a sus amiguetes ni a los famosos de segunda y predicadores que a base de airear asuntos de dormitorio viven a muy buen nivel económico alimentando una programación televisiva cada día más degradante (¿para ver estos programas compramos aparatos de alta tecnología?).

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