jueves, febrero 22, 2007

Dario Valcarcel, Korean blues

jueves 22 de febrero de 2007
Korean blues

DARÍO VALCÁRCEL

EL giro de la crisis norcoreana ha dejado al descubierto algunos puntos de interés. Anecdóticos unos: Robert Gates, 16 de febrero, «No planeamos guerra alguna contra Irán». Condoleezza Rice, abiertamente enfrentada a John Bolton, ultraconservador, anterior embajador de Bush en la ONU, defenestrado tras la derrota de las legislativas de noviembre. Hay otros puntos de fondo. Citemos sólo tres:
Primero: China va y vuelve como gran potencia diplomática. En este caso vuelve, con enorme peso. Quizá sea una gran potencia antes de cien años, cuando tenga un ejército, un banco emisor, un tesoro y un estado equiparable a USA (aunque la administración americana haya perdido respetabilidad a chorros en estos seis años). Sabemos cuáles son los pies del régimen chino: pero a veces la escayola se endurece. En noviembre preguntábamos a un gran personaje de Beijing por la agenda del régimen, de aquí a 2020: How to introduce human rights, democracy and emporwerment of regions in the long run. ¿Y qué entiende por long run? Silencio y amplia sonrisa.
Segundo: en 2002 Kim Yong Il fue acusado por Washington, con razón, de incumplir el TNP, tratado de no-proliferación, y de romper el acuerdo bilateral de junio 1994, firmado entre el presidente Clinton y Kim Il Sung, padre del actual líder máximo, muerto al mes siguiente. Le sucedía su hijo, Kim Jong Il, raro y novedoso procedimiento dinástico (no eran dinastías milenarias, Habsburgos, Borbones, sino oportunistas peligrosos). Bush incluyó a los tres países en el Eje del Mal, torpe fórmula que mezclaba pleitos muy distintos: Irak (armas atómicas, inexistentes, falsas, inventadas); Irán (armas probables dentro de 3/8 años); y los norcoreanos, hoy en la mesa de negociación. EE.UU. entiende, en el caso de Pyongyang, que no debe atacar a un pueblo hambriento... Corea del Norte defendía un modelo, la autarquía (¿les suena, Suances, el INI? El invicto tardó 16 años en enterarse, no 16 días). El índice de mortalidad infantil de Corea es, según el PNUD, superior al de Somalia.
Tercero: divergencia explícita entre Bush y Cheney. El vicepresidente (defensor de Rumsfeld o Bolton) es más ultraconservador que los dos cesados, pero más cauto: el equívoco ha durado seis años, pero al final emerge. Bush, hombre acelerado, pretendidamente práctico, nada sabe de Johann Gottlieb Fichte, las ideas gobiernan a los pueblos. Cheney, por contra, vive en el mundo de las ideologías, excesivas ideologías, algunas perniquebradas, diría don Francisco de Quevedo: conocimiento rápido, aproximativo. El espacio de Cheney podrían llenarlo, aunque esta sea una mera especulación, tres pragmáticos, Gates, Paulson y Rice. Defensa, Tesoro y Estado: a veces los triunviratos funcionan.
Kim Jong Il expulsó en 2002 y en 2004 a los inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica. Llevó a cabo un peligroso (y ridículo) experimento atómico en 2006. Y cedió en 2007, a cambio de algunos millones de platos de lentejas: tendrá ayuda económica, mucha alimentación, 50.000 toneladas de gasoil antes de 60 días y 950.000 toneladas tras el desmantelamiento de su reactor nuclear. En ese pacto, suscrito por seis firmantes, Estados Unidos, China, Japón, Rusia, Corea del Norte y Corea del Sur, China es clave. Hay, se admita o no, un regreso a la diplomacia multilateral. La sociedad planetaria, representada por un organismo de la ONU, el OIEA, pide a Washington que se siente ya a negociar con Teherán. Los dos portaaviones y 22 buques que esperan en el Golfo son para la Casa Blanca un medio de negociación. El bombardeo de las instalaciones nucleares iraníes, creen los europeos, no solucionaría, sino que afirmaría la determinación iraní. Haría, casi, desaparecer a la oposición, uniendo al país como una piña en torno a Mahmoud Ahmadineyad, un líder tozudo y peligrosamente superficial, hoy en minoría. Corea del Norte no es Irán.
Los norcoreanos suman 23 millones frente a 50 de Corea del Sur. Tienen una renta per capita de 1.600 dólares. Las fortunas encubiertas acaparan casi la mitad. Cada norcoreano ha de vivir con menos de 1.000 US$ al año. El surcoreano dispone de 24.000. También aquí la delgada línea roja separa dos mundos.

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