miércoles, febrero 07, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Tahures del Miño

jueves 8 de febrero de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Tahúres del Miño
Nos aclara la Real Academia que el farol es un envite falso hecho para desorientar o atemorizar. Aunque los encargados de dar brillo y esplendor a la lengua limitan tal definición al juego de naipes, es igualmente válida para la política. También aquí es necesario desorientar o atemorizar al adversario para ganar la jugada.
La negociación de la reforma del Estatuto es un caso típico que debieran estudiar los grandes tahúres. En esa gran partida a tres hubo dos jugadores que supieron utilizar el farol, y un tercero que no. El resultado confirma que esa artimaña no sólo vale en las timbas, sino también para tratar asuntos muy serios y trascendentes.
La propuesta final de Touriño y Quintana encaja perfectamente en la susodicha definición académica. Se trataba de desorientar y atemorizar a Feijóo para que dijera que no. Seamos sinceros. El término nación era un incordio para el presidente (por exagerado) y para el vicepresidente (por mojigato). Ambos hubieran tenido que maniobrar con sectores de su parroquia para hacer digerible la píldora, pero ambos contaban con el rechazo del PPdeG. Su experiencia en los barcos del Misisippi les decía que su rival sería también su coartada. Así fue.
¿Qué hubiera sucedido si enfrente hubiese estado otro tipo de chaleco floreado, experto en este tipo de argucias? Les habría dicho que sí, que adelante y entonces el farol se rompería. Junto a los gritos de Acebes, se oirían también los de Blanco y los de Beiras. Una vez aplacado el escándalo, todo volvería a la normalidad, y Feijóo quedaría consagrado como nuevo tahúr.
No habría necesitado emular a nadie ajeno a su ideología; sólo inspirarse en el creador de su partido. El Fraga que ejerce en Galicia se diferencia del anterior en su sabia utilización de los faroles. ¿Qué fue la Administración Única sino una grandiosa operación que pone a don Manuel a la altura de Pujol, y subraya su plena autonomía respecto a la sede central?
No se trataba tanto de lanzar un proyecto de reforma del Estado, como de dar fe de forma contundente de que ese Fraga había roto con el otro, que el presidente de la Xunta sólo se parecía físicamente al embajador, al ministro o al líder de la derecha nostálgica. Ganada la legitimidad democrática de las urnas, don Manuel lograba con ese farol la histórica, la ideológica, y se hacía un sitio en el palco de barones autonómicos.
El modelo de cuyas rentas aún vive el PPdeG actual, se basa en gestos fraguistas destinados a evidenciar que la derecha gallega tiene un estilo propio, y que así ha de ser aceptada por Génova. El fraguismo de la Administración Única hace innecesario el regionalismo y el nacionalismo, al apropiarse hábilmente de sus ademanes.
Hay ahora un Partido Popular que piensa que esos faroles sobran. Para su dirección nacional, la política en la periferia ha de ser rectilínea, y si no lo es, bordea la traición. Es una gran equivocación, en la que don Manuel no cayó, y en la que puede caer su sucesor al frente del partido.
La gran partida del Estatuto es un anticipo. En torno a la mesa de la reforma había tres jugadores muy diferentes en recursos porque unos gozaban de autonomía suficiente para farolear, mientras que el tercero tenía que afrontar el compromiso a pelo, sin herir las susceptibilidades de los suyos. Poner sobre la mesa la carta de la nación tenía el mismo objetivo que colocar la ficha de la Administración Única. Mira tú por dónde, los pupilos de don Manuel en materia de faroles son Touriño y Quintana.

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