miércoles, enero 24, 2007

Rajoy, liderazgo y alternativa

miercoles 24 de enero de 2007
Rajoy, liderazgo y alternativa
MARIANO Rajoy justificó ayer, en el Foro de ABC, por qué en este momento se siente «más alternativa que oposición» al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Ante un auditorio extraordinariamente cualificado y representativo de los ámbitos empresarial, social e informativo, el líder del PP ofreció, de forma elocuente y precisa, un diagnóstico sobre la situación política actual, con el acierto de reconocer, al principio de su intervención, que «hay más cosas» además de ETA que interesan y preocupan a los ciudadanos. Es importante esta constatación en boca del líder de la oposición, porque reducir el campo de debate únicamente a la política antiterrorista, aun siendo el principal argumento de la opinión pública, supondría encorsetar los márgenes de actuación frente a un Gobierno que presente demasiados flancos débiles y al que Rajoy golpeó directamente pidiendo la dimisión de los ministros de Interior, por la protesta de miles de guardias civiles en Madrid, y de Justicia, por aprovecharse de su condición para su candidatura al Gobierno canario.
Las opciones del PP como oposición y alternativa son más amplias que su propuesta para la lucha antiterrorista, y no debería renunciar a ninguna, menos aún en una situación tan compleja como la actual, en la que es especialmente necesaria un actividad opositora extensa y constructiva. Por eso, Rajoy, que no descartó una moción de censura, no eludió ninguno de los problemas que conciernen al Gobierno, tales como la inmigración ilegal, la inseguridad ciudadana, la pérdida de competitividad -sin dejar de reconocer que las cifras macroeconómicas son positivas- o la ausencia de política exterior. No fue tanto una exposición de detalle como una manifestación de que el PP no ignora el contexto general de la acción del Gobierno, marcada, en palabras de Rajoy, por la constatación de que «no hay agenda política» y de que estamos viviendo «un proceso de degradación del aparato del Estado», afirmación esta última tan grave como tristemente cierta a la vista de episodios tan preocupantes como el de los incidentes de Alcorcón, la fuga de los etarras de Jarrai o el «soplo» a la red de extorsión de ETA.
Es evidente que el paso de oposición a alternativa requiere del PP que tenga muy presente que el catálogo de intereses y preocupaciones de los ciudadanos es muy heterogéneo y siempre está apegado a su bienestar personal y familiar, así como a un sentimiento de confianza en que las instituciones van a ser eficaces en la resolución de los problemas y no una fuente de conflictos, demanda que también dirigen al único partido en condiciones de disputar el gobierno al PSOE -el PP- y que debe ser sensible a esta percepción. Obviamente, Rajoy se centró en la responsabilidad política del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero por el diálogo con ETA y reiteró el discurso de su partido: emplazamiento al Gobierno para que defina su política antiterrorista y consenso con el PP para derrotar a ETA. Sin duda, las posibilidades de que las peticiones de Rajoy encuentren una respuesta favorable se reducen día a día. Ayer mismo, el fiscal general insistía en que no hay indicios para pedir la ilegalización del Partido Comunista de las Tierras Vascas. No en vano, Rajoy se mostró convencido de que el diálogo ETA-Gobierno continuará.
Rajoy se manifestó realmente como alternativa, aunque no debería sustentar esta actitud, comprensible y necesaria por el agotamiento político del Gobierno, en un descarte de la capacidad de maniobra de Rodríguez Zapatero, ni en dar por hecho que todos los errores del jefe del Ejecutivo revertirán en apoyo electoral a su partido. Por el contrario, son estas circunstancias las más propicias para tácticas de confusión sobre la opinión pública, arte en el que el PSOE ha acreditado ampliamente su solvencia. En todo caso, Rajoy demostró ser consciente de que la unidad interna del PP es la premisa para la victoria electoral en 2008. Por eso zanjó sin paliativos -«una parte de mi partido no negocia con otro partido mientras yo sea presidente»- las maniobras del «zaplanismo» en Valencia, donde se intentó un turbio pacto con el PSOE en contra de los intereses de su propio partido para renovar el consejo de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. El apoyo de Rajoy a Camps y Valcárcel en detrimento de un Zaplana en horas bajas fue muy explícito. Todo un aviso de que en el PP hay un liderazgo claro.

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