martes, enero 16, 2007

Juan Carlos Girauta, La piel del terrorista

miercoles 17 de enero de 2007
Negociación con ETA
La piel del terrorista
Juan Carlos Girauta

La parte de la sociedad que cree posible un entendimiento dialogado simplemente desconoce la naturaleza del interlocutor. Cree que, en el fondo, los etarras son como ellos, que responden a impulsos similares. Urge anunciar que no es así.

Unos pocos profesionales y unos muchos aprendices matan, destruyen, extorsionan y, asunto no menor, distorsionan. Distorsionan principalmente –pero no sólo– el normal funcionamiento de la democracia, al punto de desvirtuarla en un trozo de España. La octava potencia industrial del mundo, en plena Europa occidental y a principios de siglo XXI. Este contexto espacio-temporal convierte el fenómeno en una triste rareza, por cuanto los objetivos de la banda son la implantación de un régimen marxista en un territorio definido por dudosos e inservibles parámetros étnicos.
La zona de excepción democrática alcanza al País Vasco y, paulatinamente, a Navarra. Pero su influjo sesga la visión de otras clases políticas locales, como la catalana, uno de cuyos prohombres inició la reanimación de la banda y pactó un protectorado que la sociedad civil rechazó de boquilla pero agradeció íntimamente.
La cotidianeidad antidemocrática vasca, inaceptable sin anteojeras esencialistas, premodernas y antiliberales, ha empujado a Fernando Savater –una vez agotada su fe en Rodríguez– a postular la suspensión de la autonomía hasta que concurran las mínimas condiciones de libertad. De libertad real: la posibilidad de ejercer las libertades constitucionales de las que goza el resto de la Nación.
Lo siento, no creo en la buena fe de Rodríguez. Pero sí en la de muchos de los movilizados por su mantra del diálogo y la paz. Que se pongan en la piel de los etarras. Ello exige, naturalmente, alguna información sobre la historia de la ETA, sobre las pautas que exhibe su trayectoria. ¿Qué supone entrar en la banda, consagrarse a ella? Si su información es fiable y su ejercicio sincero, necesariamente concluirán que los etarras no han escogido ese tipo de vida para obtener una asociación de municipios vasco-navarros. Ni cejarán porque se les prometa o conceda generosidad en su tratamiento penitenciario.
A diferencia del abotargado establishment español, el terrorismo independentista está resuelto a luchar hasta el final. Sólo transitará la senda del todo o nada, siendo sus treguas operaciones tácticas, logros propagandísticos amplificados por un Gobierno sin sentido de Estado y unos medios sin sentido de Nación. Los únicos finales que contempla la ETA son la victoria o la derrota. Lo que no deja al gobernante más opción que conducirla a lo segundo, una derrota inapelable e incondicional.
La parte de la sociedad que cree posible un entendimiento dialogado simplemente desconoce la naturaleza del interlocutor. Cree que, en el fondo, los etarras son como ellos, que responden a impulsos similares. Urge anunciar que no es así. ETA sólo ganará o perderá, y por eso tiene que perder. Perder mediante la aplicación de la ley, descartando los atajos y los bandazos de un PSOE que ayer patrocinaba el GAL y hoy acepta la lógica del enemigo.

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