miércoles, enero 17, 2007

Inevitable corrupcion en la ONU

18-I-2006
Inevitable corrupción en la ONU
EDITORIAL

En Somalia, los cascos azules tenían un par de aficiones llamadas "el disparo turco" y "el submarino". La primera consistía en disparar desde lejos a un grupo para ver cuántos caían. La segunda en echar niños que no supieran nadar al río.

Lo normal de una organización poderosa que carece de contrapeso ninguno es que se bañe en un cenagal de corrupción. Esa es la historia de la ONU, cuyos miembros están protegidos por la inmunidad diplomática y que, al contar con el apoyo nada disimulado por parte de la prensa, disfrutan también de una inmunidad diplomática casi completa. Así, no es de extrañar que la corrupción, no sólo económica, forme parte de la vida diaria de la organización internacional.
Bevon Sevan, responsable del programa Petróleo por Alimentos, acaba de ser acusado por cometer fraude y recibir sobornos por la justicia norteamericana, que ha cursado una orden de busca y captura a través de Interpol. También se busca al cuñado de Butros-Gali, el predecesor de Annan, y previamente se condenó a un empresario que era visitante habitual de la residencia del egipcio. Súmese esto al caso de Kojo, el hijo de Kofi Annan también implicado y tendremos un cuadro bastante exacto del nepotismo y la corrupción inherentes a la cultura de la impunidad que impera en la ONU, una cultura que acaba de sufrir el ataque más importante en la historia reciente de la organización con esta resolución de la Justicia.
El nuevo secretario general Ban Ki-moon podría demostrar que algo ha cambiado, al menos, en la cabeza del tinglado si retirara la pensión completa que aún hoy cobra Bevon Sevan de la ONU y le pidiera públicamente que dejara de esconderse en Chipre y respondiera a las peticiones del tribunal. Sin embargo, ese gesto tampoco significaría gran cosa a largo plazo, pues la estructura de incentivos que rige en esa burocracia conlleva casi inevitablemente el abuso y la corrupción, aunque al menos permitiría averiguar si sus promesas de "recuperar la confianza" son algo más que palabras. Aquellos que pomposamente se declaran "amigos de la ONU", si su posición fuera algo más que una grandilocuente forma de afirmar su superioridad moral, deberían darse cuenta de que la mejor ayuda que podrían brindar a la organización sería vigilar con más atención sus actividades y denunciar con vigor sus excesos.
En Somalia, los cascos azules tenían un par de aficiones llamadas "el disparo turco" y "el submarino". La primera consistía en disparar desde lejos a un grupo para ver cuántos caían. La segunda en echar niños que no supieran nadar al río para ver cuántos eran rescatados por sus familiares antes de ahogarse. El día en que los abusos como estos, que no son más que un ejemplo entre decenas, abran más portadas y merezcan más titulares que los mucho menos graves Abu Ghraib y Guantánamo (la prisión estadounidense, que de la cubana jamás se dice nada), quizá haya una esperanza de que la ONU pueda reformarse. Mientras eso no suceda, seguirá como hasta ahora, protegiéndose con el mismo manto de antiamericanismo que sus amigos de la prensa.

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