martes, enero 02, 2007

Iñaki Ezkerra, Deditos

martes 2 de enero de 2007
Deditos
IÑAKI EZKERRA i.ezkerra@diario-elcorreo.com

Como los dichos y las expresiones, hay gestos que se ponen de moda y ya no hay quien los pare. Últimamente veo a mucha gente, a cutrefamosos sobre todo y a imitadores de los cutrefamosos, que cada dos por tres escenifican, con un odioso gesto de los dedos, las comillas en la conversación. Todo lo que dicen te lo tienen que decir entre comillas. Y lo que dicen son infaliblemente unas solemnísimas simplezas que hacen temblar el Misterio y que no es ya que no se merezcan las comillas sino que, por no merecerse, no se merecen siquiera ni el acento prosódico, que es el que no se ve. Sí, lo admito, me pone del hígado ese ademán afectado que gusta tanto a los analfabetos cuando les entrevistan y que consiste en alzar las dos manos simétricamente como para tocar las castañuelas y en mover sincrónicamente haciendo el gatillo los dos deditos índices.Pero el peor es ese otro de hacer el teléfono con la manita, de escenificar una conversación telefónica que siempre resulta de lo más insulsa acercando a la oreja una mano crispada que estira el pulgar y el meñique de forma teatral. ¿Ay, por favor!, ese meñique puntiagudo, caricaturesco, histérico, inaceptable, que roza la barbilla del -¿improvisado?- actor de turno y que siempre le parece a uno eso, demasiado sobreactuado, gráfico, excesivo; demasiado esforzado y voluntarioso para la mera narración de una memez; ese meñique, sí, que no viene nunca ni vendrá jamás a cuento y que transmite una incomprensible e innecesaria tensión. ¿Ay, ay!, ese meñique que pega un cante doloroso y que es gemelo de ese otro que se les dispara a los atildados sin gusto cuando sostienen la tacita del café.Sí, el gestito ése que amaga el auricular del teléfono es el que resulta más intolerable entre otras cosas porque hoy han desaparecido totalmente ese tipo de auriculares que pretende representar. ¿Por qué hay gente que se pone a dibujar con los deditos aquellos pesados, elefantiásicos y funerarios teléfonos de los años cincuenta en la época de la telefonía móvil y de las virguerías tecnológicas de bolsillo que abultan menos que el paquete de los kleenex? ¿Quién usa ya un teléfono así en su propio domicilio? ¿Por qué sacar a la calle la caricatura, la metáfora de lo que no tenemos siquiera en casa? ¿Se trata de un extemporáneo y melancólico homenaje a aquellos viejos armatostes de teléfonos que competían con las Underwood? Los deditos. Hay que tener mucho cuidado con lo que hacemos con ellos porque son por naturaleza indiscretos, histriónicos. No añaden nada necesario a lo que decimos. No dicen nunca nada bueno de nosotros. Eso lo saben bien las madres cuando de niños nos regañan por señalar. Y es que nuestros dedos nos señalan siempre a nosotros antes que a nadie.

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