martes, enero 23, 2007

El arma del crimen

24-I-2007
El arma del crimen
EDITORIAL

Si los que apoyan la veracidad de la versión oficial lo hicieran por convencimiento y no por sectarismo, deberían estar ahora mismo aplaudiendo la decisión de la Audiencia Nacional de ordenar que se analicen los restos de explosivos del 11-M.

Catorce meses después de que se lo pidieran a él, y años después del momento en que hubiera debido encargarlo sin necesidad de que se lo sugiriera nadie, se van a analizar los restos de los explosivos que estallaron en los trenes. Esos mismos que nos dijeron que eran "compuestos genéricos de dinamita" pero sin especificar qué compuestos concretos eran, que es como si nos dijeran que un trozo de metal es una "pieza genérica de un coche" sin ser capaces de aclarar si es una bujía, un amortiguador o el cigüeñal.
Si los que apoyan la veracidad de la versión oficial lo hicieran por convencimiento y no por sectarismo, deberían estar ahora mismo aplaudiendo la decisión de la Audiencia Nacional de ordenar que se analicen los restos de explosivos del 11-M. Al fin y al cabo, en los trenes estalló Goma-2 ECO, ¡y vale ya! ¿No? Por tanto, nada en esos análisis dirá nada distinto a lo que ya sabíamos y encima permitirá cerrarles un poco la boca a esos periodistas tan molestos, empeñados en saber la verdad sobre lo que sucedió aquel día. Como, por ejemplo, esa pequeña minucia del arma con el que se cometió el crimen.
Pero, con ser sin duda lo más importante, la carencia de análisis que determinen el explosivo no es el único problema del sumario instruido, es un decir, por Luis del Olmo. Hay una furgoneta vacía que aparece repleta de los más variados objetos tras su paso por dependencias policiales. Hay una mochila que nadie vio en los trenes y cuyas características difieren de lo que sabe de las explosiones pero que sirvió para detener o ver cómo se suicidaban los principales acusados. Hay un Skodia Fabia que hasta el mismo juez se vio obligado a rechazar como prueba, pese a lo cual mantiene que los objetos hallados en ella sí tienen valor. Las principales pruebas en las que se sostiene el caso se caen por su propio peso. Y han transcurrido casi tres años desde la masacre. Tres años, en su mayor parte, perdidos.
También hay una serie de hilos que nadie ha querido investigar. Casualidades asombrosas como que los etarras detenidos en Cañaveras viajaran a la vez que quienes transportaron la Goma-2 ECO desde Asturias. O radicales negativas a esa sandez de que ETA y los islamistas son "como el agua y el aceite", en la forma de un papel en el que Benesmail, lugarteniente de uno de los muertos de Leganés, tenía el teléfono de Henri Parot junto a la fórmula de la cloratita. Líneas de investigación que, es verdad, es muy posible que no conduzcan a ningún sitio, pero que en un Estado de Derecho digno de tal nombre deberían haberse seguido hasta el final.
Un suceso tan crucial para nuestra historia y nuestra convivencia en común como el 11-M no puede quedarse ni se quedará sin investigar hasta el más nimio de los detalles. Dentro de unos años, se echará la vista atrás y se medirá cómo se comportó y qué dijo cada uno sobre este atentado y los datos de la investigación. Equivocándonos o acertando, nosotros no tenemos ninguna duda de que estamos haciendo lo que podemos por averiguar la verdad. No todos pueden decir lo mismo. Empezando, desgraciadamente, por quienes tenían el deber de hacerlo.

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