jueves, diciembre 04, 2008

Valentin Puig, Fin de fiesta socialista

Fin de fiesta socialista

VALENTÍ PUIG

Jueves, 04-12-08
LOS socialistas europeos -la socialdemocracia- aceptaron que su margen de maniobra consiste en gestionar a su modo el capitalismo y el Estado de bienestar, replegándose en la retórica de ofrecerle un rostro humano a la economía de mercado. Con escaso eco, acaban de reunirse en Madrid aprobando su programa para las elecciones europeas de junio. La retórica es la misma, pero con menos opciones de gestión. Les ha caído encima la recesión global. De toda Europa, España va ser -dice el semanario francés «Le Point»- donde la crisis cause más daño. El tiempo dirá qué consecuencias extrae el electorado de la negación perseverante de la crisis por parte de Zapatero, pero de entrada ya tenemos un desconcierto del gobierno socialista a la hora de aprobar medidas: plan tras plan, la improvisación aumenta la endeblez de la política de Zapatero y generar confianza es un objetivo de cada vez más distante porque no se genera confianza con ejercicios de fumistería. En el panorama penumbroso de la recesión global, para España -según la portada de «Le Point»- «la fiesta ha terminado».
Bajo la batuta del danés Rasmussen, el programa electoral de los socialistas europeos es singularmente vaporoso. Cierto que eso sucede con casi todos los programas políticos, pero en el documento «La gente primero: una nueva dirección para Europa» lo más evidente es que, ya esté en el gobierno o en la oposición, el socialismo europeo recurre a fórmulas tan poco creíbles como referirse al centro-derecha diciendo: «Ellos siguen el mercado. Nosotros seguimos nuestras convicciones». Hablar de fundamentalismo de mercado refiriéndose, por ejemplo, a la democracia cristiana alemana es una notoria impropiedad. Desde luego, en Alemania peor lo tiene la socialdemocracia, con el traspaso de votos al partido izquierdista de Oskar Lafontaine.
Tampoco anda exultante el socialismo francés, fracturado dramáticamente y ya con una escisión a la izquierda liderada por el senador Mélenchon. El laborismo británico pugna para remontar las encuestas desfavorables. El socialismo lúdico ha concluido sus fuegos artificiales. En el encuentro de Madrid se buscó la inspiración de Obama. «Sí, podemos», corearon los asistentes. Es la hora de aportar soluciones, pero no parece que el electorado -especialmente quienes se ven en el desempleo- se sienta sugestionado por la agudeza de que la crisis es una oportunidad para el socialismo. El portugués Jose Socrates ofreció la nota comedida al dar prioridad a la estabilización del sistema financiero y rechazar la tentación populista.
Actualmente, el Grupo Socialista en el Parlamento Europeo suma 215 escaños, por detrás de los 285 del centro-derecha aglutinado por el Partido Popular Europeo. A inicios de junio, más de quinientos millones de votantes han de elegir en veintisiete países a los más 700 miembros de la eurocámara -736 según el tratado de Niza; 751, si estuviera vigente el tratado de Lisboa-. Para España serán, 50 ó 54 escaños, de acuerdo con las normas que rijan. Las previsiones hablan de un incremento de la abstención, ya casi legendaria, y certificación habitual de un voto en clave interna, de castigo. Las peripecias del Tratado Constitucional y el nuevo «no» irlandés a su reformulación tampoco añaden atractivos para un electorado que es sustancialmente nacional porque no existe un «demos» de dimensión paneuropea. Es por la misma razón que si las medidas contra la crisis dan algún resultado serán los gobiernos nacionales quienes reclamen la paternidad y el protagonismo; de fallar, la culpa sería del laberinto babélico-bizantino de Bruselas. Así se juega al escondite con las opiniones públicas.
En Madrid, los socialistas europeos han apostado por un «crecimiento verde inteligente». Mientras tanto, la industria del acero, agobiada por la hiperregulación ambiental comunitaria, amaga con trasladarse a Vietnam. Tampoco la sociedad del conocimiento avanzará en la Unión Europea sin una menor rigidez en los mercados laborales y una movilidad más intensa. Y todavía queda trecho para consolidar el mercado único. Entre el mimetismo ecologista y el calco gestual de Obama los socialistas europeos pudieran llegar a la cita electoral con las manos casi vacías. Un fin de fiesta sin tarta culminante. A su favor hay que decir que por el momento han evitado la pulsión antiglobalización y proteccionista. Incluso Zapatero dice oponerse al proteccionismo. Es curioso porque en Obama late cierta ilusión proteccionista. Eso quizá se contagia.
vpuig@abc.es

http://www.abc.es/20081204/opinion-firmas/fiesta-socialista-20081204.html

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