miércoles, diciembre 03, 2008

Ladron de Guevara, Hacia el desastre

jueves 4 de diciembre de 2008
Hacia el desastre

Ernesto Ladrón de Guevara

M IRA que lo decíamos algunos, cuando era impopular y nos llamaban aguafiestas. La hecatombe del desempleo que hoy anunciaba un ministro patético de Hacienda con voz trémula y un portavoz del Grupo parlamentario socialista que no sabía hacia donde mirar porque aún le queda algo de pundonor, era una cuestión previsible. Lo decíamos hace unos años cuando parecía que todo iba sobre ruedas y que la economía tenía bases sólidas, las mismas bases de una torre de marfil con cimientos de barro.

No podía ser. No se podía sostener la economía sobre la especulación inmobiliaria, el dinero fácil, el pelotazo y el ladrillo. Alguna vez tenía que pinchar la burbuja y las posibilidades de la expansión urbanística eran limitadas. Parecía lógico para cualquier mentalidad pensante, pero no para unos gobiernos más preocupados por el día a día que por el futuro de nuestros hijos, que les han importado una higa. Sabíamos que cuando se viniera abajo la torre de marfil el estrépito de la caída iba a ser monstruoso, espeluznante, y que vendría el crujir de dientes y la desesperación de quienes estuvieran abajo, que son los de siempre: aquellos trabajadores que la izquierda dice defender pero que en realidad es una simple excusa para vivir bien unos cuantos (demasiados) sin pegar palo al agua.

Sabíamos, y lo dijimos, incluso en mi caso en tribuna parlamentaria, que no se podía vivir del aire, de la ilusión, y que aunque el rey parecía ir vestido con finas sedas transparentes no era cierto, iba desnudo. Pero no, una masa de conciudadanos se dejaron engañar por los bonitos juegos de artificio, pese a que hubo un contertulio que afeó la actitud de los socialistas sin aditamentos dialécticos demagógicos: el señor Pizarro.

Sabíamos que vendrían alguna vez las tensiones inflacionistas por causa de quienes manejan esa terrible arma política que se llama petróleo, que tratarían de enfriar la economía pero que más que bajar la temperatura de la misma iban a congelarla, como se ha congelado, por cierto, el consumo, hasta bloquear el sistema económico. Sabíamos que los intereses de los bancos, de forma absolutamente irrefrenable, en el empeño de exprimir a los currelas, con el parabién y disfrute de quienes se llaman socialistas y ponen el cazo a ver qué cae, iban a ahogar las economías familiares y que con ello se iba a colapsar el mercado de consumo de bienes. Sabíamos, porque ya se estaban produciendo deslocalizaciones a países con costes de producción mucho más bajos, que la estructura industrial se vendría abajo. Sabíamos que no podíamos permitirnos prescindir de la producción de bienes alimenticios puesto que España había sido tradicionalmente un país productor y exportador de esos bienes, y que invadir el mercado con esos productos desde el exterior mientras se ponían en marcha reducciones de cuotas con subvenciones fáciles a fondo perdido era pan para hoy y hambre para mañana.

Sabíamos que no podíamos sostener un sistema autonómico generador de un entramado administrativo y de un gasto suntuario que supera cualquier hipótesis pensable hace treinta años de una estructura burocrática generadora de un déficit público espeluznante. Sabíamos que no podíamos aplicar de forma indefinida las fórmulas de Keynes que consisten en suponer que un gasto público genera pulsiones económicas y desarrollo de riqueza, puesto que todo fenómeno socioeconómico tiene un umbral por encima del cual la tendencia es inversamente proporcional en el crecimiento de la riqueza. Sabíamos que un gasto irracional, caótico, sin criterio, sin modelo económico, incoherente, a salto de mata, improvisado, será una carga que tendrán que sobrellevar nuestros hijos. Menuda herencia les dejamos.

Sabíamos que nuestro principal factor de crecimiento es el humano, que unos ciudadanos bien formados y educados son un motor para nuestro futuro bienestar, para la generación de riqueza. Pero a pesar de la evidencia más palpable que se pudiera dar, persisten en el empeño de egresar del sistema educativo montones de analfabetos funcionales, eso sí: fácilmente manipulables.

Sabíamos que iba a venir el paro, la pobreza, pero quizás no pensábamos que sucedería en progresión geométrica y de forma tan rápida.

Nos dicen que el próximo año unos cuatro millones de parados. Si nos comunican eso de forma oficial, pensemos que serán bastante más. Estemos preparados para que no nos vuelva a sorprender la cruda realidad. Y eso nos lo plantean quienes hace tan solo unos meses afirmaban que no había crisis, que con Zapatero llegaría el pleno empleo. ¿Y ante esta evidencia brutal, este engaño catastrófico, esta estafa, nadie va a reaccionar?

¿Qué haríamos si nos embarcáramos en un crucero, y aunque la compañía nos hubiera contratado un viaje por el Egeo, el barco se va a los mares del norte, y cuando viéramos en lontananza los icebergs el capitán insistiera en navegar a su encuentro? ¿Qué haríamos si a pesar de ello la mayoría de los pasajeros siguieran convencidos de aquellos no eran bloques de hielo sino islas con nacaradas playas de fina arena? ¿Nos resignaríamos a pesar de ver cómo el transatlántico va irremisiblemente a partirse en dos yéndonos todos a pique?

O tomamos conciencia de que hay que cambiar el capitán de este barco a la deriva o todos nos iremos a una situación imposible. ¿O es que aún no está claro y la gente no lo ve?

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4945

No hay comentarios: