viernes 22 de febrero de 2008
Debate rígido y distante que ganó Solbes
Fernando González Urbaneja
Manuel Pizarro habrá percibido que esto de la política es más complicado de lo que parece, que un debate electoral ante las cámaras no es como la oposición a una vuelta y con un ejercicio, sino mucho más complejo y hostil. El pretendiente salía a noquear al oficial, porque es más joven, más novedoso, más fresco (en teoría) y porque el veterano tenía que llegar cansado, desgastado. Pero Pizarro apenas rozó el mentón al abuelo Solbes, más bien se abrazó a él y se embarulló con demasiadas conclusiones insuficientemente fundadas o explicadas. El veterano Solbes pareció más serio, más armado de datos ordenados, y más sólido.
Pizarro fue a pegar por todos los lados, introdujo casi todos los temas posibles e imaginables, en muchos casos a guantazos y con demasiados argumentos encadenados que debilitaban el principal. Solbes fue más fiel a su papel habitual, siempre atípico, con calculada distancia y sin margen a la dispersión. Se notó el peso de la experiencia. El pretendiente fue más generoso con su adversario a la hora de reconocerle aciertos (la gestión de Hacienda) que al revés, pero también más insistente en las descalificaciones y con un sesgo tremendista, propio de los que no se sienten seguros.
Solbes estuvo educadamente displicente (“no le han informado…, no se lo han contado bien…”) y de vez y cuando, sin cambiar de tono, le atizaba a Rajoy por persona interpuesta. Quiso trasmitir que estos del PP no son fiables, cuando lo previsible hubiera sido lo contrario, que Pizarro se mostrara triunfador, regenerador de la política, incluso un poco salvador e innovador. No acertó a asumir ese papel, le pasó como a Aznar frente a González en 1993, cuando se le atragantaron las pensiones. Solbes le hizo la jugarreta de la privatización y del modelo de capitalización y Pizarro tropezó, pudo haber ganado la partida, haber desbordado a Solbes por modernidad y proyecto, pero le entró miedo escénico y empezó a disculparse y a escabullirse. Y otro tanto cuando Solbes mentó el mercado con la coletilla de que él creía en el mercado pero menos que Pizarro, también en ese momento el pretendiente pudo haber dominado el debate, pero no lo hizo, no apreció el hueco o no se atrevió.
Pizarro acertó a no empantanarse en un guión crítico, de pintura negra y catastrófica de la economía española, pero sin atreverse a defender una posición claramente liberal, más reformista, con más proyecto. Miró atrás, a la UCD, en vez de adelante; definió al PP como una fuerza tranquila, tolerante, de consenso… pero sonó a palabras de difícil acreditación; ni en el Gobierno ni en la oposición los populares han sido tranquilos, tolerantes y de consenso. Ni esos valores son determinantes, incuestionables e imprescindibles.
Solbes pareció más tranquilo, incluso más tolerante y con dominio de la asignatura y del tiempo, con elocuencia matizada, no es brillante, peor es rocoso. Un abuelo de 65 años, en prórroga de la jubilación, con la espalda hecha polvo, pero bien amoldado al formato del debate de pie, con atril y con buen manejo de gráficos y documentación.
Pizarro también es abuelo, pero está lejos de la jubilación, me pareció que estaba mal maquillado, que tiene más frescura que la que aparentó y que mostró una cara de agobio y gravedad que no se corresponde con alguien que viene a tirar del carro, a aportar confianza y crédito. Esto de la política profesional requiere mucho más entrenamiento.
fgu@apmadrid.es
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=22/02/2008&name=urbaneja
viernes, febrero 22, 2008
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