viernes, febrero 29, 2008

Conflictos electoralistas

viernes 29 de febrero de 2008
Conflictos electoralistas
ES difícil aceptar que todas las manifestaciones reivindicativas y huelgas laborales que se han producido y siguen produciéndose en comunidades concretas, especialmente Madrid o la Comunidad Valenciana, sean resultado de la casualidad y no tengan nada que ver con la campaña electoral. Ayer mismo tuvieron lugar en Madrid un total de ocho manifestaciones y, aunque todas estaban convocadas por diversas causas, algunas de ellas presentaban una evidente intencionalidad política. Por ejemplo, UGT convocó una manifestación para reclamar a la Comunidad de Madrid un acuerdo sobre los empleados públicos. La coordinadora del distrito madrileño de Usera, por su parte, protestó en la Puerta del Sol por el «incumplimiento» de las promesas del Partido Popular para mejorar la zona. Los opositores a los parquímetros -después de su intensa actividad en la campaña de las municipales- se manifestaron también en las calles madrileñas. Por si fuera poco, Madrid también sufre la huelga intermitente de los conductores de la red de autobuses, con una grave incidencia en la vida diaria de los madrileños, y también de funcionarios de Justicia, esta vez contra la gestión del ministro Fernández Bermejo.
Es evidente que los derechos de huelga y de reunión son fundamentales en un Estado democrático y que por el hecho de estar en campaña electoral no deben sufrir restricciones que no vengan justificadas por otras razones. Pero este argumento también tiene su reverso, porque la campaña electoral no debe servir de acicate para extender una conflictividad laboral o para llevar a las calles un ambiente de tensión o protesta desproporcionadamente superior al de resto de la legislatura. Que el ejercicio de estos derechos se ajuste a la legalidad no significa que siempre sea legítimo y cuando sus verdaderas intenciones no se corresponden con los lemas o los objetivos declarados formalmente, se está degradando su significado constitucional.
Tampoco es ajeno este repunte de la presión en la calle -además, con un sesgo claramente contrario al PP- con el sentimiento que empieza a extenderse entre la izquierda de que hace falta algo más que campaña electoral para asegurarse la victoria en las próximas elecciones. El PSOE parece ser consciente de que le falta un plus de agitación para generar más movilización. Prueba de que los socialistas necesitan ese plus es el creciente protagonismo que los estrategas de su campaña están concediendo al que fuera secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Felipe González, quien ayer echó leña al fuego de la crispación electoral lamando a Mariano Rajoy «imbécil». También los manifiestos contra el PP, trufados de insultos de toda clase -xenofobia, racismo- y de catastróficas profecías en el caso de que Rajoy llegara a ganar los comicios, unidos a la estrategia socialista del miedo a la derecha y a la vuelta constante a Irak y al 11-M, demuestran la falta de contenido propio de la campaña del PSOE, que se está reflejando en la ausencia de propuestas concretas que queden en la mente del ciudadano. Parece que el PSOE ha renunciado a la iniciativa en esta campaña y que está dispuesto, por un lado, a jugárselo todo a la carta de los debates y de la descalificación del PP; y, por otro, a que sean sindicatos, asociaciones, artistas y personalidades afines los que cubran sus crecientes agujeros de imagen y discurso.
El PSOE no se está comportando como el partido que debería defender su gestión de gobierno y que debería convencer a los electores por sus propios méritos. Al contrario, los ejes de su campaña son el culto al líder -con las evidentes limitaciones que esta opción supone- y la agitación propagandística contra la derecha. El error de este planteamiento es que los socialistas creen que el tiempo no ha pasado en balde, que Zapatero es una joven promesa aún por descubrir, que la sociedad española de 2008 es la misma que la de marzo de 2004 y que los votantes indecisos volverán a responder a los mismos estímulos de tensión callejera y retórica incendiaria de los que antidemocráticamente abusó la izquierda en la jornada de reflexión de hace cuatro años. Las cosas han cambiado y, por eso, estas elecciones no están en absoluto decididas.

http://www.abc.es/20080229/opinion-editorial/conflictos-electoralistas_200802290247.html

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