jueves 28 de febrero de 2008
La Iglesia entreabre la puerta a Raúl Castro
José Javaloyes
La visita de seis días a Cuba de Tarsicio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, equivale tanto como a la inauguración de las relaciones internacionales por parte del postfidelismo, si es que propiamente puede hablarse de esto, de postfidelismo, mientras el Comandante no salga del hospital con los pies por delante.
También se debe precisar que la Iglesia nunca cerró la puerta al castrismo —ni a régimen político alguno—, sino que lo hecho por el que fue arzobispo de Génova mediante la entrevista mantenida con el sucesor de su hermano, ha sido, en cierta manera, un puente diplomático para la reconsideración internacional de la dictadura cubana. Sistema éste al que no sólo define como dictadura el hecho de no ser una democracia, sino su negación global de libertades políticas y derechos individuales.
Cierto es que Fidel Castro tomó con su gente el poder en Cuba cerca de signos propios de religiosidad católica activa, con estampas y rosarios, pese haber estado diez años antes en el “bogotazo” colombiano y directamente concernido en aquel plan soviético, durante el arranque de la Guerra Fría, de alborotar con revoluciones y guerrillas comunistas el patio trasero y hemisférico del Imperio. Y cierto también que la Iglesia en Cuba no evitó en el primer momento guiños de complicidad con el poder verdirrojo.
Estos precedentes son de relevancia cierta, porque si la Iglesia pudo parecer que acompañaba al régimen de Sierra Maestra en el tiempo de su entrada en el poder, cabría pensar que está dispuesta a acompañarle también ahora, cuando pudiéramos estar en los primeros compases para la inevitable ceremonia de salida. Algo cuya duración no resulta mensurable.
Tarsicio Bertone, en este décimo aniversario de la visita que hizo Juan Pablo II a Cuba, ha hecho dos gestos de vaticano y sutil equilibrio, pues si de una parte ha proclamado la necesidad de que Estados Unidos humanice y suavice el embargo a la Isla —conjunto de restricciones que endureció George W. Bush—, de otro punto, el cardenal ha pedido al régimen castrista una excarcelación simbólica de presos políticos.
Es decir, ni el director de la política exterior vaticana ha pedido que Washington liquide de una vez el embargo, pese a que en todos estos tipos de restricción quienes padecen son los pueblos y no sus gobernantes, ni tampoco ha reclamado que todos los presos puedan irse a la calle, pues la persecución política e ideológica es aceptable en la civilización de la libertad —salvo para ciertos intelectuales que miran a otra parte ante las brutalidades del castrismo, lo mismo que hacían otros ante los crímenes del estalinismo—.
No existe mayor novedad por tanto con esta visita, aunque sí tenga, como digo, el valor de ser el primer contacto internacional de quien sucedió a su hermano. Esperemos ahora a ver de qué vale al esperado cambio cubano este favor que, internacionalmente, se le hace desde Roma.
jose@javaloyes.net
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=28/02/2008&name=javaloyes
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