jueves 28 de febrero de 2008
LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA Y JUNO
Unos Oscar previsibles, con una sorpresa y una decepción
Por Juan Orellana
Si ha habido un año en el que las apuestas sobre los Oscar han acertado sin duda es este. Todas las quinielas situaban la película de los hermanos Coen, No es país para viejos, como favorita, incluyendo el galardón para Javier Bardem. Y así ha sido.
De esta manera, la todopoderosa compañía Miramax vuelve a hacerse con los Oscar más importantes (película, dirección y guión adaptado) llevando a los Coen al punto álgido de su carrera. En realidad Miramax ya manejaba los hilos de la situación teniendo en sus manos Pozos de ambición, La escafandra y la mariposa y No es país para viejos.
Era fantasioso pensar que podía triunfar Juno, la fresca y positiva obra de Jason Reitman, la única cinta no nihilista del quinteto seleccionado. Pero la sorpresa –la única sorpresa de la noche– es que esa película se ha hecho con el Oscar al mejor guión original. La autora del libreto de Juno, Diablo Cody, se llama en realidad Brook Busey-Hunt, y hace gala de un historial profesional tan variado como inquietante. Estudió en un colegio católico de Illinois, y tras estudiar una diplomatura de Iowa, comenzó una singular carrera de variopintos trabajos: fue secretaría, disc jockey, locutora de radio, periodista, blogger, guionista... Pero en su currículum también encontramos que ha sido stripper, vendedora en un sex shop y telefonista de una línea caliente.
Pues bien, esta treintañera de Chicago, vestida de leopardo y con un tatuaje sexy en el brazo, ha desafiado la corrección política con un guión libre e independiente de las mareas ideológicas. Diablo Cody ha visto ya tantas cosas en su vida, cosas reales, que ha perdido interés por las "doctrinas" oficiales sobre la existencia y se ha centrado en los deseos ciertos y constatables del corazón humano.
La escafandra y la mariposa, en cambio, ha sido la gran perdedora de este año. La película aspiraba al Oscar al mejor director, al mejor guión adaptado y a la mejor fotografía y se ha quedado sin nada. Digamos algo de estas dos películas que suponen la oferta más luminosa de las candidaturas de este año.
La escafandra y la mariposa
El cineasta neoyorquino Julian Schnabel (Antes que anochezca) se trasladó a Calais y a Lourdes para rodar un film enteramente francés. Quería llevar al cine La escafandra y la mariposa, el relato autobiográfico de Jean-Dominique Bauby que en España acaba de editar Planeta. El reto era enorme, pues este libro describe las experiencias de su autor después de que sufriera un accidente cardiovascular que lo dejó en estado vegetativo. Se comunicaba a través del parpadeo de uno de sus ojos. Le deletreaban el abecedario y cada vez que cerraba el ojo significaba que elegía esa letra, y así iba formando palabras. E incluso llegó a "dictar" el libro del que hablamos.
Jean-Dominique Bauby era el redactor jefe de la revista Elle, tenía hijos, amante y una vida llena de éxitos profesionales. La brutal enfermedad le enseñó a mirar la vida de otra manera. Su pasado y sus relaciones familiares adquirieron una nueva perspectiva y fueron profundamente revisados en su conciencia. Los recuerdos y la imaginación se convirtieron en aliados de su energía vital y de su anhelo de salir adelante. Desgraciadamente, Bauby apenas logró sobrevivir poco más de un año, pero su libro es un hermoso testimonio de amor a la vida.
Llevar estas circunstancias al cine es muy difícil (un protagonista que no se mueve, no habla, que tarda varios minutos en comunicar una palabra...) y para poder asumir el reto, Schnabel contó con uno de los mejores guionistas británicos, Ronald Harwood, cuyas adaptaciones de la literatura son muy notables.
La escafandra y la mariposa tiene muchos ecos –incluso visuales– de El mundo de Marty (Denis Bardiau, 2000), otra película francesa que se centraba en un personaje hospitalizado que tampoco podía moverse ni comunicarse. Sin embargo, son muy diferentes ya que la actual es mucho más punzante, más precisa y aguda en sus toques de verdadera humanidad. Y no sólo porque se trata de un testimonio real, sino porque Schnabel sabe tocar las teclas de sus actores-personajes con mucha autenticidad. Las secuencias del diálogo telefónico de Bauby con su padre, de las reflexiones sobre sus hijos o de los consejos de aquel amigo al que cambió un billete de avión no son sólo fruto de un buen guión: necesitan detrás a un hombre de verdad.
También hay ecos de Mar adentro, de Amenábar, como los viajes oníricos aéreos, pero si aquella era una propuesta de muerte, esta lo es de vida. Y estas fueron sus últimas palabras del libro: "¿Existen en el cosmos llaves que puedan abrir mi escafandra? ¿Una línea de metro sin final? ¿Una moneda lo bastante fuerte para comprar mi libertad? Hay que buscar en otra parte. Allá voy."
Desde el punto de vista formal el film es arriesgado, sobre todo en su primera media hora, dominada por planos subjetivos del protagonista. A medida que él empieza a salir de sí mismo, la cámara también lo hace, y comenzamos a tener un punto de vista más amplio. El montaje, muy rico y vivaz, combina el presente con los flashbacks, con planos oníricos e incluso documentales. La música, también muy heterogénea, tiene frases dramáticas, otras populares, otras retro, e incluso se nos ofrece, en la secuencia decisiva del film, la banda sonora de Jean Constantin del final de Los cuatrocientos golpes de Truffaut.
Juno
El hijo del famoso director y productor Ivan Reitman, el joven canadiense Jason Reitman, parece que va a superar la calidad cinematográfica su progenitor, un director de trazo más grueso. Si Reitman Junior debutó con una inteligente comedia ácida en torno al mundo de las tabaqueras, Gracias por fumar, en Juno afronta con frescura y talento un tema nada fácil y rodeado de tópicos: el embarazo no deseado de una chavala de dieciséis años. Es decir, la cuestión del aborto.
Juno es una adolescente de Minnesota, hija de padres separados y de poco nivel cultural. Tontea con Bleeker, un chico del instituto tímido y paradillo, pero buenazo. Una tarde de aburrimiento tienen su primer –y último– encuentro sexual. Y Juno se queda embarazada. La primera opción es el aborto, casi como una respuesta automática, pero en seguida Juno se da cuenta de que hay alternativas mucho más humanas. Pero lo que ella tiene claro es que no está en condiciones de ejercer de madre. Juno, junto a su amiga Leah y sus padres, tratará de encontrar un camino hermoso para llevar a buen puerto la inesperada situación.
Juno es una comedia de estilo indie, tipo Pequeña Miss Sunshine, y por tanto no estrictamente realista, sino con ese aire poético, intrahistórico y amable que destilaban las películas de Capra. Gracias a ello, las críticas sociales de fondo que plantea, que son unas cuantas, son fácilmente digeribles y asumibles. Pero no se trata sólo de una película pro-vida, en el sentido de que plantea salidas humanas a un embarazo no deseado; la película reivindica la familia –en un sentido amplio– como el lugar necesario para impedir la autodestrucción en una situación dramática; hace ver explícitamente –incluso por boca de los personajes– cómo un amor entregado y verdadero debe preceder a una relación sexual plena; plantea cómo la vida del niño es un bien objetivo independientemente de cuáles sean las circunstancias en las que ha sido engendrado.
Una increíble Ellen Page (Hard candy), nos da a sus escasos veinte años un trabajo de interpretación inolvidable, lleno de espontaneidad frescura, acompañada de unos interesantes secundarios, como Michael Cera, Olivia Thirlby o J.K. Simmons y Allison Janney.
http://iglesia.libertaddigital.com/articulo.php/1276234358
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