jueves 28 de febrero de 2008
Rajoy desmontó el triunfalismo de Zapatero
José Meléndez
M ARIANO RAJOY abrió el primer debate que se celebra en 15 años entre candidatos a la presidencia del Gobierno con una pregunta que Ronald Reagan hizo famosa en su primer debate como aspirante a la Casa Blanca: “¿Ustedes creen que España está ahora mejor que hace cuatro años?.
La pregunta, realizada por un hombre al que el PSOE y sus socios han hecho lo imposible por presentarlo como un hombre gris, irresoluto y manejado por su guardia pretoriana, causó tal sorpresa a José Luis Rodríguez Zapatero que desde ese momento se puso a la defensiva, primero tratando de ofrecer una nueva ración de su visión triunfalista de su gestión y después refugiándose en los manidos alegatos del pasado, el 11M, la guerra de Irak y los pretendidos errores de los gobiernos anteriores del PP, hasta el punto que convendría recordarle que las elecciones del próximo 9 de marzo son entre él y el hombre que tenía delante, machacándolo con una contundente eficacia y no entre él y José María Aznar, que lleva cuatro años retirado voluntariamente de la política.
El hombre que durante dos tensas horas cercenó los cantos triunfales que hemos venido escuchando a lo largo de la legislatura que ahora termina, con cifras y datos sobre los problemas del paro, la inmigración, la educación y los precios, que son los temas que de verdad afectan al hombre de la calle, no tenía de gris mas que el traje que llevaba, al que puso el contrapunto de una corbata rojo granate De principio a fin, Mariano Rajoy se mostró como un político firme, convencido de lo que defiende y sabedor de lo que hay que hacer en interés de los ciudadanos. Eso ni se lo esperaba Zapatero ni muchos de los que le escuchaban, sobre todo los que se han dejado llevar por las campañas socialistas y nacionalistas de desprestigio del jefe de la oposición.
No se puede dar crédito a las apresuradas encuestas que ya estaban preparadas de antemano porque no era difícil predecir su resultado. Estas encuestas no eran para averiguar el partido que tiene mas posibilidades de gobernar, que eso se dilucidará el 9 de marzo, sino de valoración personal de dos líderes y es lógico que los votantes o simpatizantes del PSOE, de IU. de CiU, del PNV o de EZR le nieguen el pan y la sal a Rajoy. Pero hay que conceder que los mas de trece millones de espectadores que siguieron el debate –una cifra record- tienen su criterio propio y habrán sabido sacar sus conclusiones. La profusión de partidos que, de una manera o de otra, son socios del gobierno del PSOE no tienen en común nada mas que la animadversión al PP y a su líder Mariano Rajoy y eso de pone de relieve constantemente en la valoración de los líderes políticos de las encuestas.
El que de verdad se la jugaba en este debate era Mariano Rajoy porque, aunque se pueda decir otra cosa, visitaba terreno contrario para un debate encorsetado hasta el milímetro, transmitido mayoritariamente por las televisiones aúlicas del PSOE, con un moderador, Manuel Campo Vidal que había sido estrella de la televisión pública de Felipe González y que cumplió su cometido al permitir las continuas interrupciones de Zapatero cuando estaba acorralado por la fuerza de los argumentos de Rajoy y con un jefe de cámaras que dedicó mucha mas atención a los gestos del hasta ahora presidente que a la imagen de Rajoy. Y Rajoy salió airoso. Su primer e importante triunfo fue sacar al debate de su corsé e imprimirle un dinamismo y una agilidad que es lo que debe ser la esencia de estas confrontaciones. Y en esa línea se mostró seguro de sí mismo, categórico, implacable en el señalamiento de los errores de gestión de su rival porque se apoyó en datos incontestables y, sobre todo, dando la sensación de un político cercano a la ciudadanía y a sus problemas cotidianos. Por el contrario, Zapatero se mostró preocupado y en muchos momentos nervioso, por lo que recurrió a las interrupciones, no cortadas por el moderador, para tratar de detener la avalancha de evidencias que Rajoy volcaba sobre la sofisticada mesa del plató.
Lo que un electorado no puede permitir a un gobernante es que mienta y Rajoy le acusó de mentiroso en sus negociaciones con ETA, un tema de Estado y que representan, junto con la negociación del estatuto de Cataluña, -los dos grandes fracasos de esta legislatura,- con las cifras del paro, con la macroeconomía para enmascarar la incipiente crisis económica y con los datos para tratar de demostrar que la herencia recibida del PP no fue buena. Cuando los aliados firmaron un vergonzoso pacto con Hitler poco antes de la II Guerra Mundial, Winston Churchil les dijo: “Habeis entregado la dignidad para tratar de ganar la paz, pero la guerra vendrá después” Y acertó. La dignidad de una nación no se puede usar para conseguir unas más que inciertas posibilidades de paz. Y menos puede usarse en secreto, a espaldas de la opinión pública y de las víctimas de esa lacra que es el terrorismo. Y Zapatero no tuvo ninguna contestación solvente a esa serie de certeros golpes. Como no es admisible que cuando Rajoy le leyó párrafos del nauseabundo “Pacto del Tinell”, diseñado para dejar fuera del juego democrático al Partido Popular, Zapatero balbucease poco mas o menos que no sabía de qué estaba hablando su contrincante.
Cuando el debate llegó a su descanso, una vez consumidos los tres primeros bloques, Zapatero estaba como esos púgiles que están recibiendo una paliza y no encuentran mas recurso que el de escapar por el cuadrilátero a base de piernas. Su problema principal es que le faltaba verosimilitud y poder de transmisión –él que es tenido por un buen comunicador y maestro en resortes demagógicos- para defender una gestión cuyo éxito ficticio es fácilmente desmontable. El mito del encantador de serpientes rodaba por lo suelos del plató de Ifema, levantado para que sirviera de pedestal del talante y la simpatía; mientras la inconsistencia política de Zapatero se ponía de relieve sobrecogedoramente ante los ataques razonados y avalados con datos de un político honesto y consecuente que no se ha apartado ni un centímetro de sus principios y creencias en su ya larga trayectoria política. A esa profusión de datos actuales y contrastados, Zapatero solo sabía oponer respuestas basadas en lo ocurrido hace más de cuatro años, como las cinco infructuosas leyes de extranjería que hicieron los gobiernos de Aznar. Pero eso no puede justificar el gran problema actual de la inmigración al que se refirió Rajoy, con un alarmante crecimiento de la población inmigrante, que demanda cada vez mas servicios, porque al ministro Jesús Caldera se le ocurrió abrir las puertas, para enmascarar las cifras de creación de empleo y de aportaciones a la Seguridad Social.
Cuando faltan contenidos se trata de hacer atractivo el envoltorio. Y eso es lo que viene haciendo el PSOE en su campaña electoral. Una campaña que ha tomado la Z de Zapatero como seña de identidad y sus “zejas” circunflejas como signo campechano de entendimiento entre compinches. El maquillador se pasó de la raya acentuando el ángulo circunflejo de sus cejas, pero, como decía el miércoles un conocido columnista, quien de verdad le pintó la cara a Zapatero fue Rajoy.
Para desmentir a las encuestas, Zapatero suspendió el último miércoles dos actos públicos para tener más tiempo de preparar el segundo debate del lunes 3. Eso quiere decir que ni él ni su entorno están satisfechos del resultado del primer encuentro y tratarán de impedir a toda costa que se repita la debacle. Veremos que nos depara la repeticion
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4474
jueves, febrero 28, 2008
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