viernes, febrero 29, 2008

Ignacio Camacho, Frentismo

viernes 29 de febrero de 2008
Frentismo
POR IGNACIO CAMACHO
AHORA que la campaña de Barack Obama se ha puesto tan de moda que casi parece obligatorio copiarla -hasta la niña del cuento postizo de Rajoy la sacaron de su célebre discurso del «yes, we can»-, quizá convenga recordar la teoría que constituye el núcleo de su propuesta, que es la unidad patriótica de los ciudadanos en torno a la construcción de un nuevo clima político nacional. En lo que ahora se llama un gesto de transversalidad, Obama tiende la mano incluso a sus adversarios para proponer un cambio de rumbo que, aunque abstracto en sus formulaciones, está enganchando a los electores y hasta ha contagiado al republicano McCain, que se abre al ala liberal tanto como se aleja del radicalismo derechista que ha sostenido a Bush. Puro centrismo, como puede apreciarse, al menos desde el planteamiento retórico y bienintencionado que caracteriza toda campaña.
¿Toda? Bueno, depende de dónde. Porque los socialistas españoles han lanzado el carro de su estrategia por el pedregal del radicalismo frentista. Después de varios tanteos innovadores, su apuesta final es la de toda la vida cada vez que se les pone difícil el panorama: el ataque frontal contra la derecha, el dóberman muerdetobillos, la llamada a rebato contra medio país, la caracterización del rival político como un enemigo social. Paradójicamente, mientras Obama recuerda no poco al Zapatero moderado e integrador de su etapa opositora, el propio ZP se desmarca de cualquier transversalismo consensual para lanzarse a la yugular de su adversario con una propuesta de confrontación bipolar que ahonda en las bases estratégicas de su mandato: el achique de espacios que definió el pacto del Tinell, la exclusión de la derecha del campo político.
La paradoja se completa con la evidencia de que es el PP el único que hasta ahora ha hablado de recuperar los consensos rotos, pese a que su propio discurso en positivo a duras penas se abre paso en el fragor del combate electoral, quizá porque en el fondo los propios ciudadanos crean poco en él y prefieran nuestra tradicional y españolísima, casi goyesca, confrontación cainita y fratricida. Al final, el clima bélico se contagia y arrastra a Rajoy al cuerpo a cuerpo, de tal modo que el cuentecillo obamiano de la niña que ha de crecer en un país moderno quedó en el último debate como un estrambote artificioso después de un pugilato a cara de perro.
Acaso lo que ocurra es que, en el fondo, cada sociedad tiene los políticos que se merece, y el liderazgo de cada momento histórico corresponde al clima social que lo permite. El consenso, el respeto, el acuerdo, son hermosos conceptos que la gente señala como un anhelo en las encuestas mientras en la realidad se aplica con denuedo a la dialéctica más encarnizada. La política no hace sino atender a esa demanda; si fuésemos como hipócritamente decimos ser, esta escalada de sectarismo caería en el saco roto del desprecio ciudadano. Al final, si Obama y McCain tienden manos es porque sus compatriotas les piden mano tendida, y si nuestros candidatos se zurran es porque a nosotros, al menos tanto como a ellos, nos va la marcha de la gresca y el divisionismo.

http://www.abc.es/20080229/opinion-firmas/frentismo_200802290250.html

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