jueves 28 de febrero de 2008
Sobre las elecciones generales
Antonio Castro Villacañas
A NTE la inminencia de las elecciones generales, aplazo hasta después de su celebración el seguir analizando la trayectoria política del franquismo y su Falange, pues me parece más oportuno el examinar los cuatro años de la última legislatura, que con toda justicia bien podemos llamar "zapatera" sin con ello ofender a nadie.
Quizás así podremos hacernos una idea sobre las dos posiciones respectivamente adoptadas por cada uno de los grandes partidos españoles de cara a su cita con las urnas el próximo día 9 de marzo.
Mi análisis de las perspectivas electorales, que no pretendo imponer a nadie y someto desde ahora a la crítica de todos, me lleva a decir que tanto el PSOE, cada vez menos obrero y español según se deduce de su propia propaganda, como el PP se halla en difíciles momentos de debilidad, por lo que resulta bastante difícil predecir cual vaya a ser el resultado de las elecciones y en consecuencia lo que vaya a derivarse de ellas.
A mí me parece que cualquier ponderado análisis de la gestión socialista en los últimos cuatro años de su gobierno encuentra en ellos diferentes sombras. Las más sombrías -valga la redundancia- son, a mi juicio, las relacionadas con sus andanzas al compás de los partidos nacionalistas de Galicia, Vasconia, Cataluña y cualquier otro territorio más o menos adyacente a tales fideas... (Ojo, no es una equivocación o una errata; es mi manera de llamar a las ideas fijas, falsas y basadas en una fe terrenal y laica).
El nuevo Estatuto de Cataluña, y en menor medida los inspirados por él y promulgados en otras regiones; las polémicas decisiones políticas adoptadas a su amparo, entre las cuales destacan las hostiles y las perjudiciales para el castellano, símbolo lingüístico de la unidad patria; los todavía más polémicos fallos en las infraestructuras sociales y políticas de los referidos pueblos -entre los que especialmente llaman la atención los relacionados con el tripartito catalán y sus emulaciones baleares y gallegas-, son otras tantas muestras de malas sombras, de sombrías y tristes perspectivas para nuestra pacífica convivencia.
De forma muy destacada, la negociación con ETA y la descarriada postura del Gobierno respecto a los partidos del entorno etarra nutren el debe que ofrece el balance del ejecutivo socialista, acrecentado por la política de colaboración y aliento que mantiene con los partidos separatistas gallegos y catalanes. Esa suma de elementos disgregadores de la unidad de España puede contribuir a la quiebra del ordenamiento constitucional y a la disgregación del Estado, pues revela que Zapatero y sus muchachos no tienen una idea clara de lo que España es y representa tanto desde un punto de vista histórico como desde una perspectiva internacional contemporánea y de futuro. Los ejemplos de Kosovo y de Bélgica nos enseñan que un Estado aparentemente estable puede disolverse como un azucarillo si las presiones soberanistas de unos, lanzadas en el líquido de una inestabilidad social, son removidas entre la desidia de algunos por la mano oculta de la ambición de otros y el oscuro interés de terceros internacionales.
Por lo que respecta al Partido Popular, parece como si no fuera capaz de capitalizar los problemas de su principal adversario, bien sea por no verlos en su exacta dimensión o debido a una serie de dificultades internas, entre las que destaca la proveniente de su inesperada derrota en las últimas elecciones generales, lo que a veces le hace caminar con un paso poco adecuado a la circunstancia actual o futura.
El PP se presenta a estas elecciones sin haber renovado sustancialmente su plantel directivo y sus objetivos ideológicos. Mantiene en primera fila figuras muy desgastadas por el agitado final del aznarismo y por haber pasado buena parte de la última legislatura enfangado en teorías conspirativas que, estuvieran o no fabricadas fuera de dicho partido, no le sirvieron mas que para presentar un perfil fácil de ridiculizar y demonizar, lo que le ha permitido al PSOE utilizar ambas armas.
Mariano Rajoy se ha esforzado en mantener unidos los muy diversos factores que componen una formación política más diversa de lo que nos la presentan sus afiliados desde el interior y sus enemigos desde las afueras. Durante bastante tiempo parecía que con ese esfuerzo había conseguido su objetivo, pero a última hora ha tropezado de mala manera por la desafortunada forma con que ha "resuelto" la desde hace tiempo gran tensión existente entre Esperanza Aguirre (una de las figuras populares más cercanas al ex-presidente Aznar) y Alberto Ruiz Gallardón (representante de una línea aperturista que lleva años dando señales de no estar conforme con la oficial de su partido). La llegada de Pizarro no ha paliado esa fisura ni el desánimo de los sectores afines a Rodrigo Rato.
Con tal panorama, parece fácil deducir que el futuro de Rajoy y del PP depende en gran medida de cual sea el resultado de las próximas elecciones. Si las ganan podrán afianzar sus posturas y fortalecer su unidad.
Si las pierden, Rajoy y sus próximos tendrán que dar cuenta de ello, y el PP afrontará el peligro de una posible escisión.
Rodríguez y el PSOE tienen un panorama algo menos complicado. Si pierden las elecciones, es evidente que Rodríguez y sus muchachos tendrán que hacer las maletas y dejar sus despachos, pero ello no supondrá en principio ningún peligro de escisión en el partido de la izquierda, aunque un número indeterminado de sus afiliados y simpatizantes puedan refugiarse en el partido de Rosa Díez.
Dicho cuanto antecede, me parece que estoy obligado a exponer que al día de hoy -27 de febrero- yo no veo ganador al PP en la noche del 9 de marzo. Aunque puede superar al PSOE en el número total de votantes a su favor, e incluso vencerle en número de escaños, no creo que obtenga mayoría absoluta de diputados, y ello significa que es mucho más fácil y hacedero para el PSOE mantenerse otros cuatro años en el Gobierno de España, pues su minoría de votos parlamentarios tendrá el apoyo de las minorías nacional-separatistas, -como ya sucede en Baleares, Galicia y Cataluña-, mediante el pago de un adecuado peaje... Es francamente difícil que el PP llegue a semejante trato.
Dios dirá la última palabra, porque no siempre está callado.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4469
jueves, febrero 28, 2008
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