jueves 28 de febrero de 2008
Pensemos en un elefante
Pablo Sebastián
La euforia que se ha desatado en el PP, por la buena actuación de Rajoy en el debate de televisión con Zapatero, tiene algo de espejismo voluntarista, porque la aparente ventaja conseguida en el debate no garantiza, en nada, que ello se vaya a trasladar a los electores de manera decisiva. De entrada, falta el segundo debate, y la recta final de la campaña, donde todavía puede ocurrir algo novedoso o inesperado (ETA sigue al acecho). Sin perder aquí de vista el misterioso listado de las cuentas secretas de famosos españoles en el Principado de Liechtenstein, que ya veremos si incluye algún rico notorio del PP o del PSOE (hay rumores de todos los colores).
Desde luego, si los del PP piensan que, con lo de la televisión del pasado lunes y la del próximo lunes, ya tienen arreglado su problema, se equivocan. Necesitan algo más, más notorio y espectacular. Necesitan, no ya sacar un conejo de la chistera, sino más bien un elefante, siguiendo el astuto consejo de lo que se dice en el libro de George Lakoff, “No pienses en un elefante”, precisamente para que pienses en él. Rajoy no debe hacer otra cosa que buscar un elefante en el fondo de su chistera, mientras que, en el PSOE, se conformarían con no perder al Bambi de las elecciones del 2004, que ha echado los cuernos y corre el riesgo de que se lo carguen en la próxima berrea.
En realidad, Rajoy parece haber seguido, al pie de la letra, el guión que, sobre los conservadores, ha escrito Lakoff, presentándose como el “padre estricto”, defensor de valores, de la patria, de la moral, la religión, y de la libre y feroz competencia empresarial, la bajada de los impuestos y las buenas costumbres. De hecho, en su discurso de despedida en el pasado debate, Rajoy ofreció ese perfil con el cuento bobo de la niña Caperucita que, poco a poco, se iba haciendo mayor y “neocón”.
Mientras que para Zapatero, como para la izquierda, en general, el discurso político e ideológico es más difícil, porque la izquierda está en plena crisis de identidad desde que desapareció el comunismo europeo y se derribó el muro de Berlín. La izquierda se quedó sin ideología, como el séptimo de caballería se quedó sin indios, y el imperio americano sin la “guerra fría”, y tuvieron que inflar el muñeco de Sadam Husein para justificar el imperio y su gigantesco presupuesto militar.
Para Lakoff, la izquierda está confusa y dividida y hoy se debate entre el idealismo y el pragmatismo, entre cambios radicales y moderados, entre sus militantes y sus simpatizantes, y deambula desde la socialdemocracia hasta el ecologismo, pasando por la tentación libertaria y espiritualista. En realidad, Zapatero empezó por la senda idealista y libertaria del cambio radical (regreso de las tropas de Iraq, memoria de la Guerra Civil, Alianza de Civilizaciones, negociación con ETA), y la cosa espiritual, o espirituosa, más bien espiritista en algunos casos. Y, ahora, asustado por sus fallos y la implacable presión de la derecha, pretende disfrazarse, en solo unos meses, de patriota, pragmático, moderado y ecologista, a ver si frena su descrédito como gobernante, porque sus grandes apuestas le han salido bastante mal. Especialmente la demencial de unir la negociación con ETA con la reforma autonómica, cosa de la que todavía no se ha percatado el PP (que las critica por separado).
En realidad, en el pasado debate en la televisión Rajoy hizo muy bien su papel de líder conservador, tonante, agresivo, implacable y moralista, y usó los errores de Zapatero para justificar su ira y su machacona agresividad, llena de argumentos y pruebas y, por tanto, aparentemente de razón. La respuesta de Zapatero ante semejante embestida no fue, como debió, la de la tranquilidad y la moderación, eso que el presidente ha llamado el talante, sino que, más bien al contrario, Zapatero entró al trapo, al cuerpo a cuerpo y también a la agresión del contrario, como si fuera un aprendiz “neocón”. Pero con el viento en contra porque el balance de su gestión era muy malo y, por eso, recurrió a hablar de los anteriores gobiernos del PP, como si su adversario no fuera Rajoy sino Aznar, y, al final, se equivocó.
La cuestión está en saber si de aquí a la jornada electoral alguien logrará sacar de su boina o su chistera un elefante que concentre la atención. Como habrá que esperar a ver qué pasa en el debate del próximo lunes. Y si los dos fueran astutos ésta vez asistiríamos a un baile de salón, más que a un combate preelectoral. Pero Rajoy no se contendrá, porque eso es superior a su carácter y acabará haciendo de “neocón”, que es lo que siempre le hizo perder los debates parlamentarios, aunque estuviera henchido de razón. ¿Y Zapatero? Pues imaginamos que andará dudando sobre qué disfraz usar. Algunos de los suyos le han reclamado más firmeza, y le insisten, además, en que la bronca y la tensión moviliza al electorado, mientras que su ángel blanco le dirá que saque a Bambi de paseo si es que quiere ganar.
Naturalmente, más que a Bambi a Zapatero le gustaría sacar a Dumbo para dar una sorpresa al personal, y a Rajoy a un gigantesco elefante africano, con poderosos colmillos y agitando las orejas como si fuera a embestir, que es lo que hacen, en Estados Unidos, los conservadores republicanos con su mascota cuando llega la hora de la verdad en la campaña presidencial.
En España, a partir de ahora, por mucho que se empeñen los estrategas, la victoria ha de estar en el centro de la selva y el PP allí no tiene más elefante que Gallardón, aunque imaginamos que Rajoy no lo querrá sacar a la pista central del circo nacional. En el PSOE se conforman con que nada nuevo invada el espectáculo, porque no saben si cada día que pasa es mejor para ellos o todavía peor porque, por ejemplo, no cesan de empeorar los datos de la crisis económica internacional y eso vacía los bolsillos de mucha gente, siembra la inquietud y llena de argumentos el discurso de los “neocón”.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=28/02/2008&name=manantial
jueves, febrero 28, 2008
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