jueves 28 de febrero de 2008
Los antifascistas en acción
Ignacio San Miguel
O CURRIÓ hace años en Barcelona. Al ultraderechista Ricardo Sáenz de Ynestrillas se le ocurrió hacer un acto de afirmación patriótica en esta ciudad, pensando que estaba en su derecho, puesto que Cataluña era parte de España, y que si alguien lo consideraba una provocación, era su problema. Por supuesto que muchos lo consideraron una provocación espantosa y rápidamente se convocó una manifestación antifascista de repulsa. Ynestrillas pudo realizar el acto, que consistió en un homenaje a la bandera española, en Montjuich, con los accesos tomados por la policía para impedir violencias de los antifascistas que podían haber acabado en una desgracia. La ira de los antifascistas se desbordó ante esta frustración y se dedicaron a lo que posiblemente tenían en la mente desde el principio, esto es: vociferar salvajemente y arremeter contra los escaparates de las tiendas que encontraron a su paso. Esto fue muy productivo para ellos, pues no se contentaron con romper los cristales de los escaparates, sino que penetraron dentro y se llevaron lo que pudieron, que fue bastante: aparatos electrodomésticos, prendas de vestir, objetos de regalo, etc. Todo acabó cuando la policía hizo acto de presencia, tarde como acostumbra en estos casos, para dispersar a los enfurecidos antifascistas.
Este recuerdo ha venido a mi mente con motivo de las últimas agresiones de antifascistas a María San Gil, Rosa Díez, Dolors Nadal y también a los consejeros de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados y Juan José Güemes. Aunque en estos casos no ha habido robos, la actitud de brutalidad innoble y gamberra de los asaltantes ha sido la misma. La explicación del comportamiento de esta gentuza debe de estribar, aparte de en esta su condición, en el arrogamiento del papel de antifascistas, lo que les confiere, desde el punto de vista de sus mentes simiescas, una suerte de superioridad moral, desde la cual pueden decidir olímpicamente a quién pueden moler a palos y a quién no. Y probablemente esta supuesta superioridad impediría a los ladrones de Barcelona pensar que eran unos vulgares delincuentes. Pensarían, por el contrario, que habían tenido una jornada de lucha contra los fachas. Porque a los chivos expiatorios de sus frustraciones les llaman fachas indefectiblemente. Los comerciantes cuyos escaparates destrozaron y a quienes robaron ¿no eran acaso capitalistas? Y capitalistas y fachas son una misma cosa para los delincuentes antifascistas. María San Gil y las demás víctimas de hace unos días son, igualmente, fachas por sus ideas y había que darles una lección por serlo.
Y nos encontramos en la situación de que gente de orden como la citada; gente de comportamiento plenamente correcto; personas educadas e instruidas, y, sobre todo, demócratas, son tratadas de la forma más vil por turbas bestiales de seres inferiores. Y todo ello en razón de que los energúmenos se creen moralmente justificados. Grotesco desquiciamiento mental.
No puede uno menos de pensar que estas turbas obran con un amplio margen de impunidad. Apenas hay detenciones y la mayoría queda libre sin cargos. Si la mano de la justicia cayera pesada sobre ellos, de seguro que los incidentes iban a disminuir drásticamente. Pero cuando el propio presidente de Gobierno manifiesta su deseo de que haya más tensión, de que le conviene que la haya, es lógico que los maleantes tomen buena nota y obren con la tranquilidad que les da ese respaldo.
Es de notar que estas agresiones siempre parten del ámbito de la izquierda. Es muy difícil imaginar a personas afines al Partido Popular rompiendo escaparates o agrediendo, o intentando agredir, a políticos de signo opuesto. Cuando los acontecimientos de Barcelona, mucha gente comentaba: “Muy bien, los fascistas serán lo que sean, pero se limitaron a homenajear una bandera y no agredieron a nadie, ni asaltaron comercios ni robaron. Fueron los antifascistas los que lo hicieron.”
Las agresiones a políticos conservadores en los últimos años induce a pensar que obedecen a un plan de intimidación al objeto de arrinconar a la derecha y eliminarla de la vida política. Sin embargo, a cualquiera se le alcanza que éste es un propósito imposible de llevar a efecto, como otros de un presidente visionario cuyo pensamiento tiene su base en un revanchismo alucinado que denota ignorancia de la historia de España y del tiempo en que vivimos. Fracasó en su intento de revivir un ambiente de II República con la ley de Memoria Histórica y mediante el desenterramiento de cadáveres de tumbas anónimas. Sólo consiguió que alguna gente muy envejecida derramara lágrimas ante los restos de presuntos parientes muertos hace bastante más de medio siglo. Fracasó con un “proceso de paz” con los terroristas, que era inútil, absurdo y contraproducente. Se indispuso con la Iglesia de forma torpe y grosera y, sobre todo, innecesaria. Fracasó con el “matrimonio” de homosexuales, también innecesario, pues sólo ha habido tres mil cuando él pensaba que se alcanzarían los cien mil. Enredó también sin ninguna necesidad en los estatutos de autonomía, alentando el de Cataluña, claramente inconstitucional. Como consecuencia, ha convertido el Tribunal Constitucional en una ruina inoperante que no se atreve a dar su dictamen sobre dicho Estatuto. No es necesario seguir adelante. Estos fracasos denotan ignorancia, torpeza, ideas destructivas de visionario, y revanchismo de tebeo (el abuelo, ah, el abuelo).
Por eso también ahora fracasará en sus pretensiones de arrinconar a media España. Una media España que se ha manifestado por siete veces en estos cuatro años en manifestaciones gigantescas nunca vistas. No serán unos matones del tres al cuarto, enarbolando la bandera del antifascismo, quienes vayan a reconducir la historia de España.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4472
jueves, febrero 28, 2008
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