jueves 28 de febrero de 2008
Obama y el posible atentado
POR DARÍO VALCÁRCEL
¿Y si Barack Obama desapareciera de la noche a la mañana? Quien diga que no es posible, piense en ejemplos recientes. América perdería una esperanza, pero al magnicida le bastaría un argumento: muerto el perro se acabó la rabia. De Lincoln a Kennedy, el asesinato encabeza la tabla de resultados seguros. Obama haría bien en protegerse (verbo difícil en la era del coche suicida).
El jueves, día 21, Hillary acertó cuando, al comienzo del debate, en Austin, Texas, dijo: Miren, no importa lo que suceda en este encuentro, estoy muy honrada de estar aquí con Barack Obama, lo que cuenta es que vaya bien... Y estrechó la mano de su rival. Hillary trataba de aparecer como una experta presidenciable... Poco de lo que dijo no pareció impresionar a Obama. Los dos aspirantes coincidían en el impulso a la democracia en Cuba o en el apoyo a los inmigrantes hispanos. Clinton defendió la construcción del muro entre México y EE.UU., pero recordó que el proyecto carecería de sentido mientras Bush estuviera en la Casa Blanca. Obama añadió: la administración Bush no es buena escuchando, es algo que no hace bien. Pero respaldó la propuesta de gradual asimilación de inmigrantes, un acierto del actual presidente, según el Herald Tribune.
Las elecciones primarias son en Estados Unidos una lección de democracia de abajo hacia arriba. Cada estado elige su procedimiento electoral. ¿Qué ocurriría en España, se pregunta en el próximo número de Política Exterior Jaime Ojeda, desde Virginia, si cada circunscripción determinara sus propias reglas electorales y si los partidos tuvieran que presentar a sus candidatos en cada una de ellas? Lo más visible de la campaña es, para Ojeda, el progreso meteórico de Obama. Su instinto político, su juventud y la belleza de su lenguaje encarnan el ansia de cambio de la nación. Obama ha tenido el acierto de presentarse por encima del victimismo racial, apelando al voto blanco, que incluso ve en él una redención del pasado. «Es tal el rechazo, la desilusión y el hastío que se ha ganado Bush en estos ocho años» que una victoria demócrata puede llegar, en la dirección marcada en 2006. Pero la rivalidad entre Hillary y Obama puede destruir esta esperanza.
Desde esta orilla del Atlántico, vemos cómo John McCain, aspirante a candidato republicano, propone, con no poco valor, otra clase de cambio. Los republicanos moderados apoyan el rechazo a la reducción de impuestos y el giro radical de la política americana contra el cambio climático propuestos por el senador por Arizona: búsqueda urgente de nuevas tecnologías, de proyectos compartidos como ITER, el reactor termonuclear que se construye en Francia, financiado por Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, China, Rusia, India y Corea del Sur.
Hillary parece cogida en este sándwich. Como en otras campañas occidentales, Obama y Hillary se esfuerzan por conservar la calma y el respeto al adversario. Pero hay veces en que los nervios saltan. En el debate de Austin, Hillary acusaba de plagio a su rival. Obama contestó con tranquilidad: la idea de que yo pueda plagiar a uno de mis compañeros más próximos, alguien que me dio su argumento y me pidió que la usara -exactamente dos líneas- creo que no tiene sentido, dijo entre aplausos y risas. En efecto, el gobernador de Massachusetts, Deval Patrick, aliado de Obama, había facilitado un idea: no era un plagio. La señora Clinton hubo de deglutir sus palabras sobre Xerox. Obama está sereno después de 11 victorias consecutivas. Para Hillary es indispensable ganar en Texas y Ohio, el 4 de marzo. Si perdiera, la suerte estaría echada. (Obama tiene hoy 1.360 compromisarios; Hillary, 1.269. Hacen falta 2.025 para ganar la nominación. Texas da 193 votos; Ohio, 141. En el Partido Republicano funciona el sistema mayoritario; en el Demócrata, el proporcional).
El hecho de que Obama haya llegado hasta aquí marca un camino que América quiere explorar. Obama podrá perder. También podrá perder la vida. Pero ha señalado un cambio profundo, pacífico y viable. No siempre ocurre: pero generalmente gana el que merece ganar. Gana el que refleja un grado más alto de veracidad. El que proyecta sus decisiones de gobernante en el futuro, aunque no vuelva a ser elegido (Brown, hoy, en Reino Unido; Schroeder ayer, en Alemania, primer superavit del siglo, después de reducir el gasto fiscal desde el 54 por ciento en 1996, al 46 por ciento en 2005).
http://www.abc.es/20080228/opinion-firmas/obama-posible-atentado_200802280249.html
jueves, febrero 28, 2008
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