sabado 1 de marzo de 2008
Mujer liberada, mujer esclava
Eulogio López (Hispanidad.com)
C UATRO mujeres asesinadas a manos de sus parejas convierten en una broma macabra el pregonado éxito de la ley contra la violencia de género, que se ha mostrado eficacísima... para aumentar la guerra de sexos. En su día no fuimos pocos los que recordamos que esta ley, combinada además con el divorcio express, iba a multiplicar la llamada violencia de género. Y eso considerando que el lobby feminista afincado en el Gobierno Zapatero silencia la violencia femenina contra sus parejas masculinas.
Es curiosa la ceguera del feminismo y de la progresía. Llevan 30 años predicando la liberación sexual, esa estupenda doctrina que convierte a la mujer en esclava sexual del varón y que, como ningún otro movimiento o doctrina en toda la historia, ha cosificado a la mujer. Eso sí, en nombre de la libertad. De hecho, del feminismo siempre ha salido o hacia la esclavitud o hacia el lesbianismo. Por lo general, hacia ambas cosas a un tiempo.
El ínclito Marcuse, uno de los intelectuales que más necedades pronunció en el siglo XX insistía en que el objetivo de la revolución no debía ser el derrumbamiento de la clase dominante sino el intercambio de violencia por sexo. Ya saben, haz el amor y no la guerra. Don Herbert no habló del hastío, prólogo de la violencia, que produce el sexo desamorado, sin entrega al otro, es decir con la utilización del otro. Y cuando se trata de violencia física, lo lógico es que gane el que más fuerza física posee: el varón. El día en que el sexo se divorció del amor y de la fecundidad, la mujer fue condenada a ser una cosa.
Y como no hay nada más natural que lo sobrenatural, las normas morales se encarnan en la vida cotidiana. La unión indisoluble entre sexo y amor es algo que el hombre puede conocer o ignorar, pero la mujer lo sabe siempre, por la sencilla razón de que lo vive. Si quieren ustedes que una mujer pierda su dignidad anímenla a la más libérrima actividad sexual. La feminidad sabe que el sexo siempre es un medio, y si se le considera un fin, entonces no sirve ni como medio.
En suma, a mayor promiscuidad sexual mayor esclavitud de la mujer y, atención, más violencia contra la mujer, convertida en un instrumento para goce del hombre, que piensa: ¡A bodas me convidan! Placer físico a discreción y sin compromiso alguno. Y cuando la mujer, aborrecida de ser tratada como un animal -o de comportarse ella misma como un animal- se rebele contra la desesperación que el produce el desamor -y que ellas vivencian con especial intensidad-, le arreo.
Si a ello unen un varón acosado, o un montón de hombres a los que les han privado de sus hijos y les han destrozado la vida, el resultado no hace falta imaginarlo: lo estamos viendo.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp?Id=1586
viernes, febrero 29, 2008
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1 comentario:
No tengo otra comentario más acertado que hacerte que el de soberbio. Pero, si me permites, voy a añadir cosillas de mi propia cosecha: ..."He leído de alguna asociación feminista que condena la pornografía que la causa de ella es la expresión de la sexualidad del hombre propia de una sociedad patriarcal. Creo que afirmar esto es quedarse cojo en el análisis y echar los perros a presa equivocada. La cuestión no es ya que se trate de hombres o mujeres pues en el fondo el ser hombre o mujer no deja de ser adjetivo de algo que lo supera y que es ser persona humana. La clave de la pornografía está en aquello que anida en el corazón de toda persona y de lo que ya el propio Pascal nos advertía en aquel debate sobre el amor propio, el amor de sí mismo, de moda entre los pensadores de su época y que se extendería a buena parte del S. XVIII.En esta tendencia está la clave para entender no sólo el porqué de la pornografía sino también del expolio violento a los países empobrecidos, o la violencia doméstica, o las condiciones laborales precarias, o el asesinato del no nacido. La pregunta de M. Foucault de si la liberación sexual no era una nueva forma de dominación-explotación de la población tiene una clara respuesta afirmativa en el caso de la pornografía. Al imperialismo económico le interesa una cultura en la que primen como valores sobre ningún otro el ser el primero, el pasarlo bien a toda costa, y poseer cuanto más mejor, una cultura en la que la explotación del hombre por el hombre se acepte sin cortapisas, una cultura en la que se respete como sacrosanto el poder de los más poderosos sobre los más débiles. La pornografía no hace sino alimentar este tipo de cultura. La duda planteada al principio de asociar pornografía con progresismo o conservadurismo queda resuelta a la luz de lo dicho. Aunque la progresía de este país la defienda en no pocas ocasiones como una forma de libertad, la pornografía no puede ser más conservadora, más vil, y más represora de la persona humana, sea esta hombre o mujer, mujer o hombre, me da igual el orden. La pornografía huye de la utopía, es el camino fácil del que no se atreve a andar el camino del amor (el amor sólo es amor si es fiel), es el rancho del rebaño de Epicuro. Pero nosotros amamos la utopía por eso le decimos no sin cortapisas. ¿Somos conservadores? No, somos revolucionarios.
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