miercole 27 de febrero de 2008
Un mano a mano de la España maniquea
Lorenzo Contreras
En el mundo militante y simpatizante del Partido Popular se ha abierto un paréntesis de ilusión. Una ilusión consistente en creer o esperar que el éxito atribuido a Mariano Rajoy en su confrontación televisada con Zapatero rendirá frutos concretos y tal vez decisivos en las elecciones generales del día 9 de marzo. Es difícil negar que esa refriega dialéctica ha favorecido más a la imagen política del líder popular que a la del líder socialista. El problema, y el enigma, es saber si el resultado de esa ventaja va a tener una rentabilidad en votos. Uno y otro contendiente ante las cámaras instaladas en Ifema contaba con un público seguro, un público adicto. Sendas franjas de voto decidido que podían sentirse más o menos satisfechas por las respectivas intervenciones, pero que, naturalmente, no eran destinatarias naturales del enorme montaje preparado. Todo ese aparato estaba en realidad pensado para seducir al público indeciso a la hora del voto, apartarlo de ésta o de aquella opción, o también evitar su abstencionismo. El electorado español tiende a votar marcas, partidos predilectos, pero se considera que es poco propenso a “cambiar de pareja”.
El análisis del mano a mano Zapatero-Rajoy está ya exhaustivamente realizado. Y lo que se detecta es que nada sustancial se mueve en el terreno de las voluntades electorales. Las encuestas hasta ahora elaboradas son partidistas en su inmensa mayoría, por no decir todas; sondeos de encargo dirigidos a mantener firme la moral del “cliente”, el cual, por otra parte, tiende a ser ajeno a estímulos para modificar su posición. Sencillamente porque el electorado español es pétreo, poco propenso, como antes queda dicho, a bandazos o barquinazos en su trayectoria, con independencia de que se sienta mucho, poco o nada feliz con el balance del pugilato dialéctico-televisivo.
El sector indeciso, por consiguiente, tiene la palabra. ¿Cuál es su dimensión real? ¿Un quince, un dieciocho por ciento? El próximo debate, previsto para el lunes inmediato, tiene una importante cuestión que dilucidar. El problema será que los movimientos de voluntad que en dicho sector se registren se distribuyan tan equitativamente que dejen intacto el eterno fantasma del empate. Porque entonces estaremos en lo de siempre: los beneficiarios volverán a ser los nacionalistas, invariablemente al acecho de unas posibilidades que dependerán de la importancia de sus “ofertas”. España, con una Ley Electoral sui generis, parece condenada a sufrir, en el reparto del poder político, los efectos depredadores de los grupos nacionalistas parlamentariamente sobrerrepresentados. Hay motivos para que los ciudadanos, en importante medida, se sientan escépticos, cualquiera que sea el signo político del eventual desempate “por la mínima”.
El desarrollo del mano a mano, o cara a cara, mantenido por Zapatero y Rajoy ha servido para que la España sentada y expectante compruebe la importancia de sus hipotecas políticas. Ni uno ni otro contendiente, representantes de un bipartidismo irreconciliable, ha dejado en claro otra cosa que la vigencia del eterno diálogo de sordos. Nadie se reconoce responsable de nada. Unos se erigen en propietarios del acierto y otros de las soluciones y viceversa. Terrorismo, educación, política exterior, concepto de España, política de aguas, política territorial, problema de la inmigración, inseguridad ciudadana, incendios forestales… La España política es fundamental maniquea. Se niegan las mentiras. Y las verdades hostiles se dan de mamporros entre sí. No hay autocrítica. Los errores son siempre ajenos. Y el futuro… El futuro es un simple destinatario de promesas en las grandes coyunturas políticas. ¿Y el pasado? A juzgar por ciertos lances de la disputa ZP-Rajoy, parece un arsenal de recriminaciones.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=27/02/2008&name=contreras
miércoles, febrero 27, 2008
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