viernes, febrero 29, 2008

El lord y la derecha

sabado 1 de marzo de 2008
El lord y la derecha
MADRID. Juan Manuel de Prada se refería a la necesidad de instaurar una «sensibilidad alternativa» a la imperante y recomendaba, para no navegar en un territorio adverso aunque se puedan ganar las elecciones de vez en cuando, el coraje de presentar una seria alternativa cultural. Lo que Prada llamaba «complejito» de la derecha fue analizado después, como complejos, sin diminutivo y en plural, por Manuel Martín Ferrand, que presentaba el problema cultural de los liberales y conservadores como pusilanimidad de la derecha.
Los dos textos me han recordado una conversación de hace ya muchos años con el historiador Hugh Thomas, organizada por el Club Liberal. Gobernaba ya en el Reino Unido Margaret Thatcher y había comenzado su amplio proyecto de reformas. Se palpaba el cambio pero, incluso más que el cambio, la sensación de que algo había mudado en la opinión pública británica. Pocos años antes, los gobiernos laboristas, a pesar del acoso de las crisis, podían dar la impresión de que se iban a eternizar en el poder. Le pregunté al historiador qué había hecho Thatcher para lograr tal vuelco político y me respondió que el vuelco no había sido exactamente político, sino intelectual, y que, para dar con la clave, tendría que fijarme más en Ralph Harris que en la Dama de Hierro.
Harris, al que hizo lord la propia Thatcher, fue el artífice del discurso liberal de los conservadores y no precisamente por entregarse a la política, de lo que siempre receló. Convirtió el Institute of Economic Affairs en un particular «tanque de ideas». Desde luego, la idea central de un modo de entender la política y la cultura en la que los ciudadanos tienen prevalencia sobre un Estado que, sin inmiscuirse, garantice sus derechos, se ha hecho presente en el Reino Unidos gracias a su empeño, a su elegante carácter polemista y su originalidad. No se conformó con ese trabajo personal y, con la colaboración de Anthony Fisher y Arthur Sedo, acompañados de muchos otros, participaron directa e indirectamente en un amplio esfuerzo intelectual que incluía centros culturales, organismos privados de estudios, universidades...
Esta alternativa cultural nada pusilánime, esta «nueva sensibilidad» política e intelectual fue la que se impuso y la que dio lugar y prefiguró el discurso de Thatcher. Sólo he hablado una vez en mi vida con la Dama de Hierro y apenas unos minutos en el hotel Ritz de Londres. Cité a Lord Harris y Thatcher dijo: «Sin él yo no podría haber sido lo que fui... ni Blair lo que es».
Ni la derecha en España tiene hoy un Lord Harris ni el PP una Margaret Thatcher que sea sensible a la importancia de una modificación del discurso que, más que a los electores cada cuatro años, se dirija a los ciudadanos con la adecuada pedagogía intelectual para modificar lo que se ha convertido, a todas luces, en el problema de la derecha. Si el electorado español, como dicen los sociólogos, está inclinado a la izquierda, si los votantes de la derecha padecen un sinfín de complejos y un despiste intervencionista supino, si los liberal-conservadores no se hacen el hueco que podrían merecer en el mundo de la cultura, del pensamiento, de la universidad o de la prensa no es, ciertamente, como dice Martín Ferrand, por la arrogancia de la izquierda, sino por haber abandonado -salvo excepciones- el territorio de la cultura, e incluso el de la opinión pública.
En el final del debate del pasado lunes, poco antes de la metáfora de la niña que sorprendentemente resume todas sus ideas, Mariano Rajoy, como un opositor que alecciona al tribunal, dijo que «es muy importante que acertemos con lo que España necesita». No hay modo de coincidir en ello. Lo que sin duda necesita la derecha es dar la batalla de las ideas, que es una batalla firme y tranquila.

http://www.abc.es/20080301/opinion-firmas/lord-derecha_200803010251.html

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