sabado 1 de marzo de 2008
La clave de la participación
Germán Yanke
La impresión general es que, aunque no se pueda ahora establecer el ganador seguro de las elecciones, el asunto son habas contadas. Es decir, que todo depende de la participación, de que el PSOE logre animar al voto a los más o menos escépticos que no quieren que vuelva a gobernar el PP, de algún dudoso acontecimiento durante los días que faltan o de otros aspectos, como quizá los meteorológicos.
Las casas de sondeos preguntan a un número determinado de ciudadanos y dan a conocer, previa valoración de lo que puedan hacer los indecisos en relación a otras preguntas, distintos resultados de intención de votos. Por los que vamos conociendo, el PSOE está en este momento por delante, incluso con una ligera mejora en las últimas jornadas, pero la diferencia puede incluirse, en la mayoría de los casos, en el denominado “empate técnico”. A menudo, la ventaja socialista es menor o similar al margen de error que los encuestadores reconocen, aunque esa cifra puede jugar a favor del PP (empate entonces) o del PSOE (mayor diferencia a su favor en esta circunstancia). El PP confía, en ese escenario, en el voto oculto, es decir, en los que recelan decir públicamente que apoyarán a la derecha, y el PSOE en despertar el voto contra el PP.
Visto desde una cierta distancia de los intereses partidistas, el asunto resulta descorazonador, es decir, bastante ajeno a la búsqueda de confianza en las propuestas de los dos grandes contendientes. Pero así están las cosas. Como el secreto está en la participación, los expertos —aunque no todos, como siempre— estiman que las posibilidades del PP para ganar el 9 de marzo implican un porcentaje de voto por debajo, aproximadamente, del 70,8 o 71 por ciento. Es una participación, desde luego, bastante inferior a la del 2004, que fue alta, pero también menor a la media de las elecciones generales celebradas desde 1977. Es decir, la esperanza del PP es posible pero difícil.
Con ese ánimo se presentan los socialistas en la última semana de la campaña. El entusiasmo estaba de parte del PP tras el debate, a pesar de los sondeos de valoración, porque su líder se había reforzado ante las propias bases, mientras las de Rodríguez Zapatero le habían visto por debajo de las expectativas. Parece que el propio presidente, al repasar el debate, se dio cuenta de que había estado, al menos, peor de lo que le decían sus sensaciones mientras estaba en el plató. Pero la consistencia de las encuestas de intención de voto a su favor y las previsiones de participación, que por el momento se estiman por encima del umbral citado, han hecho que el entusiasmo vuelva a las filas del PSOE. Para éstos, el triunfo es ahora seguro; para los populares, posible.
Este aspecto, psicológico si se quiere, tiene su influencia en el planteamiento de la campaña y en la capacidad de movilización. Por eso, el debate del lunes es otro gran reto, quizá el último, porque la subasta de promesas se está agotando.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=01/03/2008&name=german
viernes, febrero 29, 2008
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