viernes, febrero 29, 2008

Tomas Cuesta, "Tolerantismo" y tolerancia

sabado 1 de marzo de 2008
«Tolerantismo» y tolerancia
TOMÁS CUESTA
UNA sociedad sin convicciones puede ser cualquier cosa excepto tolerante. Tolerar, en esencia, es soportar; transigir con aquello que es legítimo aunque nos incomode y se nos lleven los diablos. La tolerancia no prescinde de las reglas, sino que amplía el territorio de intercambio. La normativa, sin embargo, sigue ahí; estableciendo lo que resulta intolerable. Y pretender echar abajo las cautelas que la vida en común ha levantado y abrir de par en par las puertas de la casa, es una memez irresponsable. O, algo peor, tal vez irremediable. En estos días a Zapatero y sus acólitos se les llena la boca de soflamas en las que se repiten, como un eco obsesivo, un par de «ideas-fuerza» que, oídas de sus labios, no son sino el reclamo del pensamiento blando: el pluralismo a pierna suelta y el «tolerantismo» a ultranza.
Ambos conceptos -especialmente el pluralismo que es el correlato de la tolerancia- forman de parte de lo que Sartori ha definido como el «código genético» de los sistemas democráticos. Son ámbitos distintos, pero intrínsecamente conectados: «El pluralismo presupone tolerancia y, por consiguiente, el pluralismo intolerante es falso». Mondo y lirondo, el aserto es impecable. Lo jugoso, no obstante, se encuentra en los matices con que adereza su discurso el italiano. La tolerancia -afirma- no debe confundirse con el relativismo a pierna suelta y a calzón quitado. El que tolera tiene valores y principios (que considera inobjetables) por mucho que los otros tengan derecho a equivocarse. Y el pluralista, por su parte, aprecia el exotismo, pero sin entregarse al diferente con las manos en alto. El hecho de ser plural no presupone que la diversidad sea, en sí misma, una ventaja y tampoco sostiene que el mejor de los mundos sea uno que se diversifique «ad nauseam».
Si Zapatero se resiste a hablar de inmigración y huye del castigo como los toros mansos es porque no se maneja con solvencia fuera de los terrenos del todo-a-cien dogmático. Acusar de xenófobo a Rajoy por proponer que los nuevos españoles lo sean de verdad, sin ventajas ni lastres, es un insulto al oponente y a la inteligencia de infinidad de ciudadanos. Especialmente a la de aquellos que tienen sus raíces en los «barrios sensibles» -el eufemismo es galo- y que pueden dar cuenta del síndrome de gueto que provoca el diluvio de los recién llegados. Que vayan Ana Belén y su marido, y Sabina, y Serrat y «tutti quanti» a contar en Usera las múltiples ventajas que acarrea consigo el mestizaje. Les iban a cantar la diez de últimas y encima, por chinchar, sin aforar el canon.
La fantasía multicultural con la que Zapatero pretende enmascarar una gestión irresponsable reproduce el guión que ha hecho saltar el polvorín de las «banlieues» en Francia. Ese cóctel de hipocresía y dejadez, ese empeño en que nunca pasa nada (y si pasa no importa porque la «gauche caviar» no vive en el fragor del extrarradio), fue el mismo montacargas que utilizó Le Pen para ascender desde las covachuelas hasta el ático. Es el conjuro que ha convocado al aquelarre a los más turbios fantasmas del pasado a base de negar que cualquier cambio genera turbulencias, desajustes y agravios. Es el festín del humanitarismo sin sustancia que humilla, a fin de cuentas, a sus beneficiarios. Que los transforma en una especie protegida o, cuando menos, en un rebaño tutelado.
Durante cuatro años, el presidente del Gobierno ha puesto a barato todas las convicciones en las que una nación asienta sus pilares. Pero sin convicciones no existe tolerancia y el pluralismo no germina cuando la tolerancia falla. De ahí que el «tolerantismo» sin fronteras en el que Zapatero está enrocado sea una farsa que deja en evidencia al comediante más desvergonzado. Sin convicciones, la inmigración es un problema en vez de un semillero de oportunidades. La integración es un proceso paulatino, una larga paciencia, no un abracadabra. Para la izquierda, en cambio, es una ideología-exprés, un toque de color en la acuarela cotidiana. Excepto los pendejos que votan al PP, aquí no sobra nadie. ¿Será por pluralismo? ¿Será por tolerancia?

http://www.abc.es/20080301/opinion-firmas/tolerantismo-tolerancia_200803010254.html

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