jueves 21 de febrero de 2008
España es lo primero, no la economía
Ismael Medina
P OLÍTICOS en liza y articulistas dan vueltas a la confidencia de Rodríguez a su compinche Gabilondo, fuera de cámaras, sobre la necesidad sociata de acentuar la tensión y dramatizar. ¿Todavía más de lo que vienen haciendo desde antes de las elecciones de 2004, a raíz de la matanza de los trenes el 11 de marzo y durante toda la legislatura? Pese a la divulgación de ese empeño encaminado a movilizar la abstención del voto socialista que sufre de hartazgo y decepción, las patrullas retóricas del amanecer, a las que se ha sumado Guerra y González, no cambian su estrategia. A estas alturas de la campaña les faltan reflejos, imaginación y tiempo para modificar el rumbo. O acaso les atenace el miedo a perder.
Fiel a los antiguos hábitos de la izquierda montaraz, y quemados el ladrador Pepino Blanco y la Fernández de la Vogue, entre otros, Rodríguez incorpora a la campaña dos de sus más afamados insultadores y diestro en mendacidades: Felipe González y Alfonso Guerra. Muy consistentes deben ser sus intereses personales en juego para avenirse a jugar el papel de hienas sedientas de carroña a despecho del despego y las críticas a Rodríguez en el interior del partido. Y como era de esperar es la Iglesia el objetivo prioritario de sus agresiones retóricas. ¿Tanto daño ha hecho para las previsiones electorales de esta izquierda, parasitaria del capitalismo, la nota de la Conferencia Episcopal? Pero también existe una izquierda neoclerical que le sigue el juego .
TAMBIÉN EL PROGRESISMO RELATIVISTA ACAMPA EN LA IGLESIA
NO hace mucho que el jesuita Norberto Alcocer daba lecciones al nuevo General de la Compañía de Jesús sobre lo que debe hacer. Este último domingo, y desde igual plataforma, aborda parejo empeño respecto de la nota del episcopado español que tanto exasperó a Rodríguez y a sus dependientes. Y también imparte doctrina, su doctrina, a la Iglesia. Nos dice que “el cuatrienio de la legislatura que está por consumarse, ha supuesto una confrontación explícita entre la cosmovisión eclesial y la cosmovisión gubernamental”. La Iglesia sí que concebe el universo como un todo, obra de Dios, fiel al acorde del orden natural. Pero atribuir cosmovisión a Rodríguez y al contrahecho socialismo que abandera resulta cuando menos ilusorio. La cosmovisión del socialismo de Pablo Iglesias y de quienes le sucedieron en la II y III Repúblicas se concretaba en la eliminación de la Iglesia y de la fe católicas mediante su exterminio, aunque siempre en nombre de la democracia que llamaban popular. Y no otra cosa persigue nuestro actual Zarrapastro, aunque por otros medios menos sangrientos, al menos por ahora.
Norberto Alcocer S.J descubre enseguida su adscripción al sector modernista que tan grande daño ha hecho a la Compañía de Jesús, reiteradamente confrontado por Juan Pablo II y por Bendicxto XVI. Sostiene que la actuación fáctica del gobierno Rodríguez “representa una forma de concebir la existencia humana según patrón ético tan respetable como discutible”. Una presunción ética desmentida cada día por la ominosa y nada respetable realidad de su quehacer “fáctico” y que el jesuita equipara en cuanto a su respetabilidad con la defensa episcopal de su depósito religioso. A partir de un tal relativismo, inaceptable para un católico, Alcocer postula “la obligación democrática de Gobierno e Iglesia a la hora de dialogar para no romper más el tensionado tejido de esa realidad que llamamos España”. ¿Y dialogar en qué términos y de qué España? Esta es la solución que defiende, tras meter en el mismo cesto de provocación de las tensiones la actitud de la Iglesia y la insultante reacción de Rodríguez y los suyos: “La construcción de la democracia exige renuncias, tal vez dolorosas, por parte de todos sus protagonistas. No hay otra salida”.
LA DEMOCRACIA SE DEBATE ENTRE LA ESTUPIDEZ Y LA INDECENCIA
CONVENDRÍA recordarle Norberto Alcocer S.J. dos afirmaciones del filósofo y politólogo italiano Giovanni Sartori, publicadas en el mismo periódico que le otorga una hospitalidad inmerecida (“ABC”, 15.06.2007).
La primer cita se refiere a la respuesta de Sartori sobre su parecer respecto del diálogo entre Rodríguez y el terrorismo: “Cuando funcionaba la Unión Soviética, la izquierda no era tan pacifista, pero ahora que la Unión Soviética ha caído la izquierda , y no sólo en España, se muestra favorable al diálogo. Entonces, el argumento en términos generales es que un gobierno de izquierdas tiene que dialogar porque los únicos que son opresores son los gobiernos de derechas. Dado que los políticos creen en sus estupideces porque las repiten mañana, tarde y noche, si uno no dialoga significa que es reaccionario: ¡otra estupidez!”
La segunda cita de Sartori se refiera a la democracia: “Si decencia significa que hay un sentido de la honestidad, que existe la idea de que aún siendo político uno tiene deberes, y que tiene que mantenerse al menos una ética profesional, entonces sí creo que la decencia ha desaparecido en todas las democracias occidentales”.
Podría haber recurrido a encíclicas, documentos y discursos pontificios para rebatir los argumentos relativistas del jesuita de marras. Pero he preferido la del eminente filósofo y politólogo Sartori, cuya laicidad le permite hablar con una llaneza que entiende el más lerdo.
La máxima evangélica de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios no puede entenderse como una renuncia de la Iglesia y de los creyentes a asumir las excentricidades, abusos, crímenes, inmoralidades, corrupciones, arbitrariedades, imposiciones ideológicas o estupideces del poder, cualquiera que sea su forma política.
Tampoco valen como cobertura las apelaciones a la democracia como un absoluto. Incluso regímenes tan brutalmente totalitarios como los de ideología socialista y comunista se han atribuido constitucionalmente la condición de democracia. Lo que importa no es la carcasa, sino el contenido. Tanto da que se trate de una democracia capitalista, corporativa, socialista, popular o lo que sea si ha perdido la decencia y de una u otra manera coarta la libertad personal y recurre a cualesquiera argucias y mendacidades, como ahora en España, para degradarla y convertir la sociedad en masa manejable y sometida de animales domésticos. ¿Acaso la Iglesia puede transigir en tales supuestos sin traicionarse y desmentir el mensaje evangélico al que se debe?
TAMPOCO U.S.A. ES UN PARAÍSO DEMOCRÁTICO
NO avala la existencia de una democracia real el recurso periódico a la convocatoria de elecciones. Y no sólo por el fraude democrático derivado de facciosos sistemas electorales que sólo benefician a indecentes profesionales i de la política. A lo más, una alternancia de partidos políticos cerrados y piramidales en los que prevale la dependencia representativa de un reducido equipo de manijeros. En el depósito del voto a unas siglas o al personaje que las hace suyas se acaba la participación democrática de la sociedad. La democracia degenera así en dictadura de un oligopolio partitocrático.
La coincidencia en el tiempo de nuestras viciadas elecciones generales con los pintorescos “caucus” norteamericanos ha dado ocasión para subrayar los contrastes entre aquella forma democrática y la nuestra. No voy a entrar en la disección minuciosa del sistema yanqui. Pero sí anotaré unos mínimos y reveladores datos:
El prolongado proceso electoral exige a los candidatos inversiones multimillonarias. Y aunque la mayoría de ellos sean ricos, las más de las veces muy ricos, precisan de muy poderosas ayudas financieras a las que deben corresponder si triunfan. El sistema exige una cierta transparencia, aunque el origen de las aportaciones se difuminen las más de las veces a través de fundaciones. Es inevitable que, ya en el poder, unos u otros candidatos deban acomodar a las conveniencias de quienes les ayudaron determinadas decisiones de política interior o exterior. Se trata de un convenio que asumió desde un principio la sociedad norteamericana. Ocurre asimismo que, salvo el triunfo decisorio de uno de los candidatos al final de los “caucus”, serán los llamados “superdelegados” quienes decidirán la partida, no siempre a favor del más votado sino del más conveniente para los intereses a que se deben. Nada de insólito encierra el hecho de que las líneas básicas de la presidencia de la nación apenas si difieran, sea un republicano o un demócrata el ocupante del despacho oval. La sociedad da por bueno el sistema y apenas si supera el 45% la participación electoral en las presidenciales. Tampoco congresistas y senadores se sienten ligados de manera inexorable al partido al que están vinculados. Se deben a los electores del Estado que representan antes que al partido. Sobre todo, si aspiran a la reelección. Y también a los grupos de presión de los que depende su carrera política. De ahí que no siempre sean homogéneas las votaciones en ambas cámaras. Los intereses concretos condicionan las unanimidades habituales en democracias partitocráticas de candidaturas cerradas y bloqueadas como la nuestra.
A LA CAZA DEL VOTO EN LA TIERRA ELECTORAL DE NADIE
LOS niveles de indecencia que denunciaba Sartori tienen diverso índice de graduación, según los países. Y también los de idiotez, cuestión ésta en que España, y en particular los partidos de izquierda y los nacionalistas periféricos, se llevan la palma. Lo confirman para nuestra desgracia los cuatro años de Zarrapastro en el poder y la índole esperpéntica de la campaña electoral. No sería peor si se celebraran elecciones en el espacio cerrado de un psiquiátrico. A veces los locos son más consecuentes que los presuntos cuerdos, se trate de elegibles y electores.
El centro político por el que tantos colegas claman equivale en realidad a la tierra de nadie que media entre las trinchera de los bandos contendientes. Una suerte de cajón de sastre electoral en el que se amontonan y confunden los defraudados por unos u otros partidos, los descontentos con la situación general, los indecisos, los que desconfían del sistema, los que miran su cartera antes de votar y aquellos a quienes la política les importa un rábano. Si nos atenemos a las encuestas, configuran en la actualidad más del 40% del electorado, si es que no la mitad. Un enorme embalse de votos a cuya pesca dirigen sus mayores esfuerzos los partidos en campaña, sean los dos mayoritarios o los minoritarios enquistados en el circo parlamentario.
El centro político es una ficción por mucho que determinados columnistas que se autodefinen liberales y progresistas se empecinen atribuirle cuerpo ideológico. Los electores que nadan es ese gran lago interior de la democracia partitocrática, aquellos que no duermen sus preocupaciones electorales en el fondo de la abstención, optarán en función de estímulos coyunturales. Los del bolsillo, la emoción, la retranca o la credulidad. Y hoy por hoy se impone la cruda realidad de la regresión económica y un horizonte aún más problemático. De ahí que la campaña electoral se haya convertido en un frenético tío-vivo de ofertas y contraofertas paradisiacas que desbordan con creces el periclitado sueño keynesiano del Estado de Bienestar. La suerte de España no parece interesar.
El PP se ha adelantado al P(SOE) en la propuesta de soluciones a los problemas que más preocupan a los españoles en la actualidad, aunque en algunas se quede corto y en otras se pase. Descalificado en esos asuntos por su nefasta gestión de gobierno, Rodríguez se ha refugiado en la mentira, el enmascaramiento y la necesidad de tensar la cuerda de las descalificaciones y de la dramatización. De infundir miedo a los que se creen todavía de izquierda y amenazan con pasarse a la abstención para no pecar una vez más de tontos útiles. Retorna el viejo grito de guerra revolucionario “¡Que viene la derecha!” que los de mi edad ya conocimos.
LA VUELTA ATRÁS Y LA ESPAÑA PARADÓJICA
POLIBIO advirtió en muy lejanos tiempos que la historia se repite. Y Ortega y Gasset le corrigió con la sutileza de que se reitera, aunque no de la misma manera. Rodríguez, el de la “memoria histórica”, se empecina en reiterar la de los años treinta que nos condujo a la catástrofe. Por eso mismo necesita de la tensión y de la dramatización aventando odios y satisfaciendo desde el BOE los más bajos y perversos instintos, incluso algunos que la izquierda de entonces repudiaba. Propugnaba el amor libre, pero daba estopa a la mariconería, tarea en la que rivalizaban socialistas y anarquistas. Y aunque en zona roja se diera pábulo a lo que hoy se llaman parejas de hecho mediante la fórmula de matrimonios a prueba por seis meses, se habría organizado una marimorena si, como ahora, se hubieran legalizado como matrimonio los emparejamientos de maricones y lesbianas. A no pocos del propio bando frentepopulista pasaron por las armas los seguidores de Durruti. No habrían supervivido entonces ni una hora los que el otro día se manifestaron ante la sede del PP en la calle madrileña de Génova.
Escribía no hace mucho Benigno Pendás que “el PSOE es el partido que más se parece a España”. Acaso hubiese sido más apropiado afirmar que la España de hoy es la que más se parece al P(SOE) actual. O lo que es lo mismo, que los pueblos se comportan como quienes los dirigen, en vez del tópico de que los pueblos tienen la clase dirigente que se merecen. Lo cierto es que si algo nos caracteriza a los españoles son los comportamientos paradójicos.
Ahora que se conmemora el bicentenario de la Guerra de la Independencia hay materia sobrada para confirmarlo. Pero aunque sea a título de muy expresiva anécdota, exhumo un cartel, ¡quién lo diría!, del Comité Central de Juventudes Libertarias del Centro en plena contienda:
“GUERRA A LA INMORALIDAD
CONSIGNAS LIBERTARIAS
El bar anquilosa, es el vivero de la chulería. Cerrémosle
La taberna atrofia y degenera el espíritu combativo. Cerrémosla
El baile es la antesala del prostíbulo, matando las energías del joven luchador. Cerrémosle
Cines y teatros, una misión: labor antifascista: de lo contrario, cerrémoslos
Todo ser que frecuente estos locales es merecedor del desprecio
Cada hombre una misión: la guerra contra el fascismo
¡ABAJO EL PARASITISMO!”.
Es evidente que las directrices morales contenidas en la nota de la Conferencia Episcopal son cosa de pazguatos al lado las exigencias éticas de aquellos jóvenes y ardorosos libertarios. Pero los tiempos han cambiado y para arrinconar a la derecha, de nuevo vituperada de derechona fascista, se recurre a encerdar al pueblo en una abyecta promiscuidad. Es consecuente que hoy, como entonces, el principal enemigo a abatir sea la Iglesia católica, única barrera que puede oponerse al relativismo aborregador del Gran Hermano.
LA IZQUIERDA RETORNA A LOS PERVERSOS HÁBITOS DE LOS AÑOS TREINTA
EL retrovisor histórico de Rodríguez obliga a que, muy a nuestro pesar, lo pongamos también quienes vivimos el periodo a que pretende hacernos retroceder. Todavía los cachorros de la izquierda no han tirado de pistolas como en los años que precedieron a la guerra. Pero bajo variadas etiquetas, independentistas o no, su agresividad no difiere de la que practicaban las Juventudes Socialistas Unificadas con las que Santiago Carrillo se pasaría al comunismo. Una violencia de palabra y obra, atizada desde Moncloa y Ferraz, que bordea ya la frontera de la acción armada. La excitación de las tensiones es tal que un incidente imprevisto pueda hacer que de nuevo vomiten fuego las pistolas asesinas. Ese incidente podría ser la pérdida del poder por el conglomerado de izquierda y secesionismos, como en 1933. O una desmelenada euforia por un triunfo electoral mayor de lo previsto, como en 1936.
Todavía no se ha levantado en el actual simulacro de parlamento una Pasionaria que amenace de muerte el jefe de la oposición, aunque la actual vicepresidente del gobierno se asemeje cada día más en su vitriólica oratoria a una Pasionaria de la alta costura y con un ropero que envidiaría la filipina Imelda Marcos. Tampoco un ministro de Gobernación bajo cuyo mando un piquete de Fuerzas de Seguridad y algún miliciano socialista cumpla la amenaza de la Pasionaria, aunque la víctima del crimen de Estado fuera las cabeza visible de la minoría más conservadora al no encontrar a Gil Robles. Pero ya a Rajoy lo han marcado en los carteles con un tiro en la frente. ¿Hasta cuando sólo simbólico? Instrumentos existen para realizarlo, sean el terrorismo etarra o el terrorismo islámico, uno y otro propicios a influir en el rumbo político como ya se hiciera el ll de marzo de 2004.
RODRÍGUEZ NECESITA A ETA Y ETA A RODRÍGUEZ
NO pretendo ejercer el papel de oráculo. Pero el terrorismo marxista-nacionalista y el terrorismo islámico no están contra Rodríguez y su gobierno. Le guardan las espaldas.
Se ha escrito con razón que a ETA conviene el triunfo del P(SOE), persuadidos sus cabecillas y amparadores nacionalistas de que los intentos de ilegalización de ANV y PCTV son meras argucias coyunturales para ganar votos. Y asimismo, que las detenciones en cadena durante el periodo electoral las promueve Francia por la cuenta que le trae y acaso como contraprestación a la venta de Iberdrola a EDF. También que si Rodríguez se mantiene en la Moncloa se reanudarán las negociaciones en los términos convenidos y ratificados una y otra vez. Es previsible que no se registrarán atentados del bandolerismo etarra antes de las elecciones del 9 de marzo. La banda sabe que si lo hiciera bajarían las expectativas electorales de Rodríguez y se esfumaría la posibilidad de que se cumpla lo acordado. Se limita por ahora a presionar mediante la divulgación sincronizada de lo pactado en el curso de las negociaciones. Meros avisos de que lo pactado ha de cumplirse.
La divulgación por “El Mundo” de las tres cartas a Rodríguez que sirvieron para pactar la tregua configura uno de los avisos. Su contenido lo confirmó el Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK) en un comunicado que difundió “Gara”. Dicen en relación con el proceso negociador entre el gobierno y ETA: “Nunca antes habíamos llegado tan lejos en el reconocimiento de los derechos de Euskal Herria”. Tanto que, según aseveran, el gobierno dio su visto bueno a un estatuto de autonomía a cuatro que uniera Navarra, Vizcaya, Guipúzcoa y Alava. Pérez Rubalcaba se lo garantizó después del atentado de la T-4.
LA SUERTE DE ESPAÑA EN MANOS DE UN ALUCINADO
ALGUNOS de los socialistas que visitan a Rodríguez en La Moncloa comentan en voz baja que el presidente del gobierno se enzarza en interminable e insustancial parloteo, sin dar ocasión a sus interlocutores para intervenir. Se escucha feliz a sí mismo, pero no a quienes tienen algo que decirle. Aseguran que uno de sus temas obsesivos, al que da vueltas y más vueltas, es el de la paz con el terrorismo etarra. No ceja en su empeño
negociador, convencido de los españoles en masa lo aclamarán como el gran pacificador. Una sola frase mitinesca, entre las varias que cabría expurgar, confirma que volverá a las andadas si gana las elecciones: “Se verá que hablar con ETA no ha sido en balde”.
Sostiene también Rodríguez con cínica desenvoltura que “sólo hay errores cuando se hacen cosas”. Lo cierto es, cabe retrucar, que se multiplican los errores cuando se hacen cosas erróneas. Y las acumuladas por Rodríguez y sus secuaces han sido múltiples durante cuatro años en los que han prevalecido mentiras, trampas, fraudes, arbitrariedades, manipulaciones y concesiones que han desembocado en algo más sustantivo que la quiebra de la economía nacional, la cual afecta sobre todo a los sectores de más baja capacidad adquisitiva y clases medias en trance de proletarización.
Me refiero obviamente a la buscada quiebra de la unidad, soberanía y perdurabilidad de España como nación. Motivo suficiente, y estrechamente ligado a notorias transgresiones constitucionales, para que a Rodríguez y a quienes le han servido de instrumento político y judicial se les pueda atribuir la presunción de prevaricadores.
Las negociaciones con ETA forman parte inseparable del plan para transformar a España en “nación de naciones”. En un amasijo federal o confederal con un débil cosido susceptible de desembocar en balcanización. El mitin de Rodríguez en Cataluña no dejó espacio para la duda sobre su determinación de consolidar el Estatuto como hecho consumado y sin posible retroceso si gana las elecciones para lo que cree contar con el sumiso amparo de la facción “progresista” en el Tribunal Constitucional. Luego vendrá la asunción del llamado “plan Ibarreche”, apoyado por el terrorismo etarra, amén de Galicia, la Andalucía entregada al moro y otras posibles. Son las muestras más notorias de una determinación para cuyo logro cuentan Rodríguez y los poderes ocultos a los que sirve, con haber aniquilado durante la treintena “democrática” cualquier posible reacción patriótica de la sociedad española y de las instituciones llamadas a sostener un eficiente Estado de Derecho y la defensa a ultranza de la unidad de España.
Podría aducir otros muchos elementos de convicción sobre esta demencial deriva, de la que se ha convertido en punta de lanza un mediocre aquejado de irreversible paranoia. Por ejemplo, la pasividad gubernamental ante la provocadora desaparición de la Bandera de España en las instituciones de las taifas secesionistas, obligadas legalmente a izarla, así como de las ofensas que recibe. O la sustitución de denominaciones de organismos públicos en los que figura su condición nacional o española. Ha sucedido, por ejemplo, con el Instituto Nacional de Meteorología que ha pasado a llamarse Agencia Estatal de Meteorología para no molestar a los secesionistas protegidos por Rodríguez.
UNA JOTA CENSURADA POR QUIENES TRAICIONAN A ESPAÑA
PERO la condición disolvente del gobierno Rodríguez alcanzó dimensiones de insoportable procacidad en el más sensible departamento del que dependen las Fuerzas Armadas, a las que, conviene recordarlo, atribuye el artículo 8º de la constitución la defensa de la unidad de España.
La conmemoración oficial del bicentenario de la Guerra de Independencia se cerraba en su primer día con un concierto de música militar, interpretado por la Unidad de Música del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey num.1. Estaba programado que comenzara con la interpretación del Himno Nacional y se cerrara con una jota alusiva al heroico comportamiento del pueblo español en defensa de su Patria. Pero el ministro de Defensa, de defensa de la indignidad, ordenó al teniente coronel Enrique Blasco, director de la Unidad, que se suprimieran el Himno Nacional y la jota. Es lógico que se eluda la interpretación del Himno Nacional por quienes han destruido la Nación. Y más aún la célebre jota de Luís Sanz Ferrer, cuya letra escuece a Rodríguez, sus secuaces, a los independentistas con ellos amancebados y a los que callan en vez de cumplir los jurado.
Cierro la crónica con esa jota para que cada cual la atribuya y señale con la voz, además de con el dedo acusador:
Quien oyendo Viva España,
con un Viva no responde
si es hombre, no es español,
y si es español, no es hombre.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4460
jueves, febrero 21, 2008
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