martes, octubre 16, 2007

Valentin Puig, Elecciones para el transformismo

martes 16 de octubre de 2007
Elecciones para el transformismo

VALENTI PUIG
ZAPATERO tendrá un alma gemela, políticamente hablando, en el nuevo líder de la izquierda italiana, Walter Veltroni, alcalde de Roma. Veltroni y Zapatero son expertos en no decir «no». Al ser elegido por la militancia del Nuevo Partido Democrático, el dúctil Veltroni le está dando el pase negro a Romano Prodi, de un modo parecido a la victoria por sorpresa de Zapatero ante José Bono, y luego ante Rajoy. De la pubertad al estadismo, en términos de biología política, Zapatero y Veltroni operan en escenarios políticos en los que la cosecha de lideratos no es de las mejores. Quizá vuelvan los tiempos del célebre transformismo, que fue tan propio de la política italiana en otras épocas, hasta llegar ahora a tener un efecto mimético en el proceso electoral español. En el caso italiano, el transformismo cundió a la vez en los modos sociales y en una concepción considerablemente elástica del periodismo.
En sus orígenes, no puede decirse que el transformismo -consenso centrista, liberal-monárquico, a finales del siglo XIX- fuese malo para Italia: aportó, sobre todo, estabilidad y cierto sentido común. En algo sería equiparable al régimen canovista, pero el mundo en el que viven Veltroni y Zapatero es muy distinto. Ahora el transformismo tiene más que ver con la duración que con la estabilidad, más con la instalación en el poder que con la alternancia, más con el partido que con el Estado. En el pasado, al querer poner límites al transformismo, el microcosmos italiano político tembló. Ahora los italianos perciben que el último transformista no ha sido Berlusconi: les queda por ver cómo se desenvuelve Veltroni. El transformismo se adapta a todo o ¿ es la política que se adapta a modo de plastilina a la personalidad de políticos como Veltroni o Zapatero?
Abrimos el encofrado del monumento al presente y aparece la figura de Zapatero, en traje de calle y ese aire de no haber roto nunca un plato. La política ya no da para estatuas ecuestres. La oratoria ha quedado reducida poco más que a puntos suspensivos y a la lectura de informes como memorias anuales de empresa. Zapatero los lee como si fuesen versiones miniadas del milagro de los panes y los peces. Así como están las cosas, aparece don Emilio Castelar en las Cortes, inicia la reposición de uno de sus memorables discursos y acaba saliendo del hemiciclo embutido en camisa de fuerza. Ni la elocuencia más marmórea tiene fuerzas para sustituir esos diez segundos que en televisión dan la gloria del «sound bite». Zapatero lo suple con cierto lenguaje corporal, levantando levemente la palma de la mano con el codo en ángulo recto y un ligero movimiento al alza del hombro. Con eso y las viviendas que ponga Carmen Chacón llegaremos hasta marzo.
Por tener cinco años más y por llevar en la política casi desde que llevaba pantalón corto, Veltroni tiene más anécdotas que Zapatero, todas ellas de cariz cromáticamente transformista. Entre otros rasgos de fugacidad intrínseca, Veltroni pasó por el comunismo -concejal, diputado y lo que fuere- pero sin ser comunista. Quien pase por Roma sabrá si el alcalde Veltroni atiende adecuadamente a que la ciudad eterna funcione mejor. En general, parece que no. Ha convertido el sugestivo decorado de «La dolce vita» en una pista de aeropuerto centroafricano. En fase transformista, no hay mejor aval para liderar la izquierda italiana. Como para no añorar los artículos de Indro Montanelli.
Zapatero fue el diputado más joven de la Cámara. Mantuvo su escaño en las horas más espinosas del felipismo, como un faquir. Obtuvo la secretaría general del socialismo leonés con el pacto llamado «de la mantecada». Luego llegó a la secretaría general del PSOE gracias a los votos del PSC. Proclamó que iba a construir una sociedad que aceptase a todos los inmigrantes. Prometió fomentar la democracia y adecentar la política. Son los términos del nuevo transformismo. Tiene unos cuatro meses por delante para convencer a la mayoría de los votantes españoles de que él une y Rajoy divide. Zapatero y Veltroni compiten por la invención del «buenismo». Característicamente, Zapatero es del Barça y Veltroni, alcalde de Roma, es del Juventus de Turín.
vpuig@abc.es

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