martes 30 de octubre de 2007
Persona no grata
IGNACIO CAMACHO
NO se va a ir. No va a pedir perdón y tampoco va a arreglar el problema. Lo primero porque no quiere, lo segundo porque no sabe, y lo tercero porque no puede. No dimitirá porque jamás ha admitido un fracaso, no ofrecerá disculpas porque su soberbia pendenciera no acepta la posibilidad de equivocarse, y no solucionará el compromiso porque en su vida ha hecho otra cosa que crear conflictos o empeorarlos. Magdalena Álvarez lleva la bronca en los genes, y es probable que ni siquiera en su fuero interior acepte su responsabilidad en este lío fenomenal que compromete a su Ministerio, a su presidente y a su partido. En el fondo, lo único que parece preocuparle de esta crisis es que se le quede el mote de «Maleni».
Es probable que Zapatero haya decidido mantenerla como último fusible del cortocircuito de su popularidad. Era el político más valorado en Cataluña, y su crédito ha caído de golpe a un abismo de desconfianza. De momento la necesita como «mala» oficial de esta película de desastres, como muñeco de vudú en el que los catalanes puedan clavar los alfileres de su ira. Mientras la declaren a ella persona no grata, él podrá presentarse como componedor contrito de una emergencia, aunque sea en la semiclandestinidad de un domingo sin colas en los andenes. Mientras ella haga de pararrayos, él quedará relativamente a salvo de la tormenta. Al fin y al cabo, Álvarez va a presentarse por la provincia de Málaga. Donde el AVE sí llegará a tiempo.
Esta mujer nunca ha permitido que se apague un incendio que ella pueda avivar. En Andalucía, donde metió a Chaves en un embrollo formidable con las cajas de ahorros, su sucesor Griñán tardó apenas unas pocas semanas en pacificar el frente que le dejó abierto. Le bastó una pizca de diálogo y buena voluntad, que Álvarez había eludido a propósito para convertir cada discrepancia en una trinchera, cada desacuerdo en una batalla y cada rescoldo en un rastrojal. Es su estilo: pendenciero, agresivo, camorrista. Un talante ofensivo, autoritario y bravucón que disimula la incompetencia quemando colaboradores, sembrando enemigos y derramando tempestades. Inmune a la autocrítica, refractario a la concordia.
Los catalanes se han enterado ahora de lo que todos los andaluces ya sabían. No quieren ni verla; Zapatero la dejó en casa cuando se asomó al paisaje barcelonés de escombros y socavones, pero aún le viene bien como espantajo ante la razonable irritación ciudadana. Si hay algo que el presidente no soporta es que no le quieran; por eso precisa tener cerca a alguien a quien la gente pueda detestar. Magdalena, como Bermejo, cumple esa función catártica; en el Gobierno hay unos pocos miembros eficaces, otros que actúan como ministros-compresa -no se mueven, no se notan, no traspasan- y luego están los encargados de organizar la gresca, los especialistas de la marrullería y el alboroto. Ocurre que Álvarez se ha pasado de rosca esta vez en un terreno hipersensible, y ha puesto a Zapatero en una tesitura muy incómoda: sabe que la tendría que echar, y quizás aún lo esté meditando, pero si lo hace se quedará solo ante una Cataluña enfurecida y decepcionada a la que ya no aplaca su congelada sonrisa.
http://www.abc.es/20071030/opinion-firmas/persona-grata_200710300247.html
martes, octubre 30, 2007
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