martes, octubre 30, 2007

Agapito Maestre, El Rey en el Museo del Prado

miercoles 31 de octubre de 2007
Goya y España
El Rey en el Museo del Prado
Pero yo hubiera elegido otro cuadro como emblema de la exposición. Es, en mi opinión, el cuadro más impresionante y, sobre todo, más representativo de España. Es el cuadro que representa a la nación española: Los fusilamientos del 3 de mayo.

Agapito Maestre

Ya era hora de que el monarca de España volviese a levantar acta de lo que nos identifica. Ya era hora de que destacase la unidad de España. Ya era hora de que oyésemos unas palabras a favor de la nación española. España es una gran nación, ha dicho Juan Carlos I, con un gran patrimonio. Vale. El Rey ha dicho una obviedad. Viva el monarca. Reinar es repetir evidencias. Reinar es persistir en las tradiciones. Reinar es darle continuidad a una cultura. A una nación.
Reinar no es decir que hablando se entiende la gente, sino afirmar su reino. Sí, Juan Carlos I, ha repetido un tópico feliz: el Museo del Prado nos identifica como una gran nación. Por fin, después de mucho tiempo, su majestad exhibe una obviedad. Reina. Aleluya. Toda la nación está en este museo. No falta nada. Fuera está la barbarie. Fuera está el Guernica y fuera está quienes cuestionan la nación.
¿Dentro? Está España. Está el negro, sí, el color negro español, que no es de luto sino de mantilla negra y rosa roja. El negro es un color alegre, e incluso frívolo, para España. Gracias al negro alojado en el Museo del Prado destaca al resto de colores, sobre todo los típicamente españoles, que son el anaranjado, el cobre, el dorado y el rojo oscuro. El negro nunca es triste ni oscuro. El negro español es, como dijera Chesterton, brillante porque está vivo. No exageremos, pues, lo sombrío de Velázquez y Goya.
Este Museo de Pinturas, por decirlo con el nombre que le dan los castizos, es algo más que un patrimonio de la nación española. Es la nación. La inauguración de la ampliación del palacio de Villanueva, llevada a cabo por Moneo, se ha hecho coincidir con una exposición antológica de nuestra pintura del siglo XIX. Sobresale el cuadro, academicista donde los halla, de Antonio Gisbert dedicado al Fusilamiento de Torrijos, ministro de la Guerra durante el trienio liberal. No está mal para reivindicar la libertad. Es correcto.
Pero yo hubiera elegido otro cuadro como emblema de la exposición. Es, en mi opinión, el cuadro más impresionante y, sobre todo, más representativo de España. Es el cuadro que representa a la nación española: Los fusilamientos del 3 de mayo. Este cuadro de Goya es grande. Es el grito triunfal de nuestra nación: el grito de la libertad. Eugenio d'Ors, el catalán más importante del siglo veinte, lo ha explicado con filosofía española:
He ahí al villano que, en la noche de Los fusilamientos, se yergue con los dos brazos en alto, la luz del farol en la camisa. Velludo, casi negro, grotesco y sublime, monigote y arcángel, anónimo e inmortal, este madrileño rebelde es, para nosotros, la Revolución. No quiero decir la Revolución política, únicamente. Ésta es, pero también la otra, la de la cultura, la del arte, la revolución que el Pasado intenta fusilar y no puede. ¿Qué vemos, anecdóticamente, en este cuadro? Una ejecución. ¿Qué vemos, ideológicamente? Al contrario, una apoteosis. Un grito triunfal de la libertad.
Jamás se ha pintado con tanta libertad. Jamás se ha roto tan descarada, tan violentamente, con cualquier tradición. Late aquí, desnudamente, irracionalmente, la vida misma.
Amén.

http://www.libertaddigital.com/opiniones/opinion_40161.html

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