martes, octubre 16, 2007

Ignacio Camacho, La Serenisima

martes 16 de octubre de 2007
La Serenísima

IGNACIO CAMACHO
«El grado de libertad y democracia que realmente disfruta un Estado varía de forma inversamente proporcional a la grandilocuencia con que son proclamadas» (Lord Norwich, «Historia de Venecia»)
MUSITANDO en voz baja el nuevo mantra de la serenidad, el sosiego y la concordia, el Gran Dux levita envuelto en un aura seráfica de bondad, generosidad y tolerancia. Inmune a los gritos crispados y a los ceños fruncidos de estos días de ruido y furia, predica una benigna ecuanimidad en tono mesurado y afable, tan suave que narcotiza a la concurrencia en la hora peligrosa de la sobremesa y el sesteo. Su discurso contiene una semántica triunfalista -la octava potencia del planeta, una gestión económica ejemplar, fortaleza financiera, profundización democrática, libertades expansivas, dinamismo sin precedentes-, pero la expresión es tan templada, monocorde y plomiza que se apodera del auditorio un letargo amodorrado en el que pasa inadvertida la asombrosa declaración de que las reformas estatutarias favorecen la cohesión del Estado. El mantra holístico de la comprensión y el diálogo crea una atmósfera relajada e hipnótica en cuyo nirvana se mece y aquieta la zozobra de los asistentes, capaces de oír sin desazón alguna que la Ley de Memoria Histórica es un prudente ejercicio de pacífica avenencia colectiva. El Dux flota en un lago de flemática autocomplacencia, paciente y estoico frente al turbión de enojo y fiereza que trata de agitar las aguas de la milenaria e imperturbable Serenísima.
Nada parece conmoverle, ninguna cosquilla de rabia o preocupación agita su impávido semblante troquelado por una sonrisa metálica. Las turbulencias financieras son un eco lejano que rebota contra la solidez del sistema bancario. La sinrazón de Ibarretxe está destinada a estrellarse contra el muro de su delicada requisitoria de sometimiento al imperativo legal. Los abucheos del 12 de Octubre constituyen un legítimo, y acaso inoportuno, ejercicio de libertad de expresión de una minoría descontenta. Su adversario electoral es un político de talla que cuenta con el máximo respeto. Las desaforadas hogueras antimonárquicas apenas representan una leve distorsión extremista de la sólida realidad institucional que garantiza el Serenísimo y Muy Leal Gobierno de Su Majestad. Todo está bajo control, el horizonte de la patria permanece sosegado y plácido y la calma crecerá hacia un prometedor futuro en el ambiente de luminoso optimismo de la España Serena. No Pasa Nada.
Dos horas después, el tibio sol de otoño acaricia en la calle de Alcalá a unos asistentes cubiertos por un karma barbitúrico. El Gran Dux baja la alfombrada escalera sin rozar los peldaños, con los hombros cubiertos por un manto invisible de laica beatitud. Al verle subir al enorme coche oscuro rodeado de escoltas y edecanes, los curiosos saludan desde la acera con el leve aleteo de un aplauso, y se llevan como recompensa una sonrisa balsámica. La caravana arranca con un rumor sedoso de motores caros y se pierde en el tráfico de la sosegada capital del reino de las bienaventuranzas.

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