lunes 29 de octubre de 2007
El túnel de Zapatero, lapsus de Gonzaléz y la sabiduría de Rajoy
PABLO SEBASTIÁN
LOS acontecimientos se suceden a gran velocidad. Quedan cinco meses para las elecciones y permanece la incertidumbre del resultado a la espera de ver la luz al final del túnel de Zapatero que, como el del AVE de Barcelona, está bloqueado sin que nadie pueda adivinar el final de una contienda en la que están en juego el próximo gobierno y mucho más: la cohesión nacional, el modelo de Estado y la estabilidad política y la económica. Esta semana tenemos cuatro citas de interés: la aprobación en el Congreso de la ley de la Memoria Histórica, el regreso de Rodrigo Rato a España, la sentencia de los atentados del 11-M y la conmemoración del 25 aniversario de la victoria del PSOE en 1982.
Al mismo tiempo, están en juego las recusaciones planteadas en el Tribunal Constitucional y la crisis del AVE catalán. Una cuestión crucial porque los expertos coinciden en que en la actual situación de «empate técnico» entre el PSOE y el PP, la victoria se decidirá en varias capitales y, especialmente en Cataluña, Andalucía y Madrid, comunidades con más escaños en litigio. Y Cataluña es pieza crucial porque allí el PP se enfrenta al conjunto de las fuerzas catalanistas, con liderazgo renovado tras la marcha de Piqué y un recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto de Cataluña, presentado ante el TC. Un lugar donde PSOE y PP parecen coincidir en el deseo de que aplace la sentencia del Estatuto hasta después de las elecciones. De ahí las pintorescas recusaciones.
Porque una sentencia que redujera el alcance del Estatuto sería leída en Cataluña como ataque del PP al autogobierno; y porque para el PSOE el recorte del Estatuto abriría la crisis en el gobierno tripartito y el PSC de Montilla, ya tocado con la salida de Maragall y los problemas del AVE de Barcelona. Una obra pública donde se debate el calendario electoralista de su inauguración y la credibilidad de la capacidad de gestión del gobierno de Zapatero, quien se vio en la necesidad de visitar el lugar para salvar a su ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, que se niega a dimitir y a asumir la responsabilidad en aras de su presunta valentía, que consiste en cargar la culpa a la constructora OHL, entregando otra cabeza al indignado Gobierno catalán, que veremos cómo soporta un voto mayoritario de su Parlamento a favor de la dimisión de Álvarez.
El arte de dimitir y de asumir responsabilidades políticas no forma parte de la reciente tradición democrática, o partitocrática, española. ¿Acaso piensan dimitir Acebes y Zaplana si la sentencia del 11-M condena a los terroristas islámicos y a la trama de la dinamita asturiana como autores de la masacre, después de todo los que han dicho, aireado y llevado al Parlamento a favor de las teorías conspirativas de sus medios afines de comunicación?
Y hablando de responsabilidades, ¿cómo y cuándo piensa asumir Felipe González sus responsabilidades políticas -la derrota electoral de 1996 no es suficiente- del GAL y la corrupción de sus años de Gobierno? Al ex presidente González le traicionó el subconsciente en la amable entrevista que concedió, por la efemérides, a «La Cuatro» de televisión. Comentando su principal preocupación al llegar al gobierno en 1982, González dijo que entonces había que acabar con «el intento del Gal... del golpe de Estado». Se entiende que, años después, el ex presidente conviva con el fantasma de esa trama criminal que llevó a varios de sus colaboradores a la cárcel.
A pesar de que González -que tiene en su haber otras cosas muy positivas- discrepa (se le nota) de la revisión de la transición y del modelo de Estado, interrelacionados con el proceso de «negociación política» con ETA, que puso en marcha Zapatero, el ex presidente no dice nada, porque no puede dar lecciones. Y se refugia en lo de «no interferir» en la iniciativa política del presidente del Gobierno para no ofrecer alas a la posible victoria del PP. Que sigue tan imposible como probable, y que seguramente tampoco osaría predecir el primo científico de Mariano Rajoy, una vez que el líder del PP hizo su gracia sobre la valiente denuncia del cambio climático que pregona Al Gore y que coincide con el sentimiento y la preocupación de millones de españoles y de ciudadanos del todo el mundo, de ahí el Nobel de la Paz o el Premio Príncipe de Asturias, que contrastan con las críticas graciosas en las que, desde un punto de vista «liberal», se acusa a Al Gore de cobrar mucho por sus conferencias, mientras que, imaginamos, consideran que otros están mal pagados por justificar la guerra de Irak.
Lo de Rajoy, sin duda, ha sido un lapsus, una distracción. Le suele ocurrir a los sabios, y a tenor del nuevo vídeo del PP, el líder de los populares lo es. Y, como decía Aristóteles, pertenece a esa estirpe de sabios que saben hablar como la gente sencilla. Aunque eso no es suficiente para ganar si, al final, no coincides con lo que piensan y esperan del PP la gente sencilla y la más complicada, o ilustrada, lo que todavía está por ver. Porque el hecho de que, a estas alturas de la demencial legislatura, el PP no tenga asegurada una gran victoria electoral da mucho que pensar. ¿Dónde está el programa, donde está el equipo para gobernar? Gallardón espera y Rato, por si no lo saben, está a punto de llegar.
http://www.abc.es/20071029/opinion-firmas/tunel-zapatero-lapsus-gonzalez_200710290316.html
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