martes, octubre 30, 2007

Garcia Brera, Dias de arte en Zürich

martes 30 de octubre de 2007
Días de arte en Zürich
Miguel Ángel García Brera
G RACIAS a Swiss, que me ofreció un billete “business class” para acudir a Zürich, a la cadena Marriott, que me alojó en la ciudad helvética y me dio carta abierta en los mejores restaurantes de sus tres hoteles Zürich Marriott Hotel, Courtyard Marriott y Renaissance, y al ente del Turismo local que me facilitó guía, itinerarios y pases, he pasado tres magníficos días, compartidos con 40 colegas de toda Europa. Durante la estadía, se ha dividido mi tiempo en el paseo por la tranquila y bella ciudad, en el disfrute de muestras gastronómicas muy atractivas, y en la visita a cuatro templos del arte. De esta última faceta voy a ofrecer hoy a mis lectores unas pinceladas; nunca más a propósito la expresión. Buena parte de mi tiempo se ha consumido, con gran placer, en la visita al museo Kunsthauss, y, particularmente, a la exposición, que acoge estos días, del suizo FelixValloton, un pintor inquietante, a caballo entre finales del siglo XIX y principios del XX, en cuya amplia muestra se encuentra, y a veces se superpone, se repite o se anticipa, gran parte de la pintura de aquellos siglos; de modo que, sin ser yo crítico de arte, ni siquiera un entendido cabal, pude detectar el dibujo y el pincel de Van Gogh, veintisiete años después de muerto, en “Chemin dans la lande”, pintado por Vallotton en 1917. También el mismo gusto por la cartelería, al modo de Toulouse Lautrec, en varios de los cuadros expuestos; el recuerdo de Moreno de Torres en la pensativa morena de “Le retour de la mer” (1924); el de Rusiñol en “La jonssiere” (1912); o el de Antonio López en todo una repertorio de cuadros de un realismo absoluto, sobre todo en los bodegones como, por citar uno, “Poivres rouges” (1915). Una parte de su obra es puro fotorealismo, como cuando, en tonos apagados, nos ofrece su galería de celebres contemporáneos como son los retratos de Vigni, Verlaine, Zola,Victor Hugo, Baudelaire y Berliotz. Las obras de gran formato, exhibidas en salas corridas, donde una gramola interpreta música de la época, forman una colección impresionante en la que se recrean escenas mitológicas con una dosis de ironía que disimula la concepción tradicional para vestirla de ropajes modernos, con trazo vigoroso y cuerpos fuertes. La exposición es de gran riqueza de matices, tendencias e insinuaciones, de modo que los creadores podrán encontrar en ella, según pienso, enseñanzas y guiños muy valiosos. A mi modo de ver todo un adelanto futurista aporta Felix Valletton en “Le bain au soin d´eté”, pese a ser de 1892, óleo del que, sin duda, ya ha bebido mucho pintor moderno -y no dejaría de ver en su estela obras de Picasso y de Dalí- pero aún ofrece sugerencias que permitirían nuevos caminos a los pintores de hoy. No en vano parece que armó la marimorena su presentación en el salón de los Independientes de París. En un vistazo, demasiado rápido, a las colecciones permanentes del Kunthauss tuve la alegría de encontrarme con un Greco, el retrato del “Cardenal de Lorraine” y con algún Bosco, por lo que ya sentí halagado mi chauvinismo al hallar una obra firmada por un español, aunque de adopción, y satisfecha la devoción por mi pintor predilecto, el enigmático flamenco. En otro momento, acompañado por una guía de la Oficina de Turismo, verdaderamente bien informada y conocedora de su oficio, pasé una media hora contemplando, en la Estación de Policía, a las orillas de Limmat, los famosos frescos de Giacometti, cuya ejecución ganó en reñido concurso. El autor decoró una sala de arcos ojivales y techos bajos con gran colorido y firme dibujo. Claro que no me gustó tanto esa visita, como la que realicé, acompañado por la misma guía, a la cátedral, donde Chagall dejó su arte en los vitrales con un colorido que refuerza la grandeza de sus figuras entramadas, recordando la Biblia y los Evangelios. Me acompañaban en la visita algunos jóvenes colegas de países que han pasado por una etapa de ateismo militante y fue sorprendente su reacción interesada al recibir, mientras contemplábamos las obras, las enseñanzas sobre los pasajes bíblicos y evangélicos que representan, y que les eran desconocidos. Aún tuve el gusto de realizar una cuarta visita artística: A la Feria “Art Internacional Zurich 2007”, donde varios stands permitían disfrutar del arte actual, fundamentalmente el europeo, aunque también se presentaban colecciones chinas, argentinas y norteamericanas. Me detuve especialmente en la escultura del francés Dardek, que trabaja el bronce y le da un dinamismo fabuloso. Pese a las numerosas distinciones que posee, se mostró encantador y cercano en la breve conversación que mantuvimos. También lo fue el director de la galería “Botó de Roda”, que llevó a la exposición sus cuadros desde Gerona, y así me dio la alegría de encontrar españoles – un gerundense lo es, además de catalán, mal que le pese a Carod- en un foro mundial tan distinguido. Ya, urgido por la prisa que imponía mi programa, hube de ver sólo de paso la galería Fernando Guerao, de Murcia, y llevarme el disgusto de no poder encontrar otra de Santander que, al parecer, también asistía a la muestra, aunque tampoco la he visto en el catálogo. Casi español, por el cariño con que me habló de su larga estancia en nuestro país, el alemán Frank Meter Linnartz, interrumpió mi contemplación de sus finos dibujos y agradeció, desde una edad un poco ya de vuelta de las cosas, mi favorable impresión. De parecido modo, se mostró lleno de gratitud el esposo de la rumana Carmen Briciu, ausente mientras yo observaba sus, muy originales, tapices y composiciones en tela. Tengo también un cierto ternurismo hacia todo lo rumano y eso me facilitó el halago que para su esposa, dejé en los oídos de mi interlocutor. Resultaron muy gratificantes estos tres días inmersos en arte, pues siempre se abren perspectivas y sensaciones nuevas. No digamos cuando, como esta vez, el arte se alternó con las otras actividades que ya he citado –paseo y gastronomía-, aunque para ocuparme de ellas necesitaría de otro artículo. Debo decir que el final del viaje, acabó en premio, pues, habiéndome invitado Swiss, como ya he dicho, en "business class", y teniendo overbooking al regreso, me rogaron que pasara a la clase turista – en la que el trato de la Compañía sigue siendo excepcional- y, además, con cierto sonrojo y educada oposición por mi parte, me indemnizaron generosamente. ¡Viajes así son un privilegio!


http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4226

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