jueves, octubre 18, 2007

Redoblar la violencia

Redoblar la violencia
19.10.2007 -

Los ataques perpetrados contra el delegado del Gobierno en Navarra, la hija del alcalde socialista de Andoain y el presidente de la gestora municipal de Ondarroa -militante del PNV- recrudecen el inquietante rebrote de la violencia callejera, que vuelve a complementar la amenaza de ETA contra los cargos de los partidos democráticos. Una estrategia decidida por la propia banda en una reciente asamblea donde acordó redoblar su ofensiva criminal, para incrementar la presión sobre la sociedad, y reclamó más 'acción' a su entorno. Los dos últimos sabotajes resultan particularmente graves, porque sus autores persiguen amordazar la democracia local eligiendo dos significativos objetivos: el grupo del PSE en la localidad guipuzcoana -donde el compromiso personal de los concejales ha permitido durante años contener la presión de los violentos- y el actual responsable del Ayuntamiento ondarrés, después de que los electos peneuvistas renunciaran a su cargo por el hostigamiento de la izquierda abertzale. En ambos casos, los saboteadores refuerzan su acoso para tratar de que aquéllos que ya viven amedrentados acaben desistiendo. Una pretensión que ETA y su entorno consiguieron con 77 candidatos democráticos en las últimas elecciones municipales. Así consta en un boletín interno de Batasuna incautado a Asier Imaz, quien engrosó ayer, junto a Gorka Díaz, la lista de dirigentes de la formación ilegalizada encarcelados por presunta integración en ETA.Es revelador cómo el auto de Garzón identifica las advertencias lanzadas por la banda tras romper la tregua con las realizadas por la cúpula de Batasuna, y cómo vincula «las incitaciones» de la misma al repunte de la 'kale borroka'. La resolución vuelve a desmontar la interesada ingenuidad de quienes siguen trazando, en el seno del nacionalismo, una línea divisoria entre la violencia de ETA y las aspiraciones políticas de la izquierda abertzale; una frontera que la pervivencia del terror y el seguidismo, cuando no probada complicidad, del entramado radical han diluido hasta la plena identificación. Las declaraciones de un portavoz de ANV, asegurando que su formación trabaja para que los sabotajes se puedan circunscribir a «una gamberrada más», además de un hiriente sarcasmo para las víctimas, deberían engrosar los elementos indiciarios sobre los nexos de unión con Batasuna de un partido que tolera y alienta el creciente hostigamiento contra sus oponentes políticos. Pero lo que también resulta censurable es la renuncia de las instituciones, con el Gobierno vasco al frente, a encabezar la respuesta social contra unos ataques que no sólo tratan de atemorizar a representantes públicos legítimamente elegidos, sino que intentan aislarlos ante sus conciudadanos con el estigma de la amenaza. De ahí que ante el regreso de ETA a los atentados y el incremento de la tensión violenta en las calles, resulte insuficiente que el Ejecutivo de Ibarretxe apele a la necesaria solidaridad de la sociedad, escudándose en un llamamiento que no puede eludir su intransferible responsabilidad en el liderazgo de ese arropamiento.

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