miércoles, octubre 17, 2007

Quitano, Si gana la derecha, a la guerra civil

miercoles 17 de octubre de 2007
«Si gana la derecha, a la guerra civil»

IGNACIO RUIZ QUINTANO
ESPAÑA es Europa, y Europa, vista con el dramatismo judío de Steiner, el «lieu de la mémoire», es decir, el lugar donde el jardín de Goethe es casi colindante con Buchenwald, donde la casa de Corneille es contigua a la plaza en la que Juana de Arco fue horriblemente ejecutada. ¡Será por historia!
La izquierda tiene la superstición de la historia, la cual, si las cuentas de Hegel no nos fallan, progresa, progresa y progresa hasta dar con un tope a partir del cual ya no hay más historias. En una palabra, nada, el fin de la historia, que no es un invento del japonés Fukuyama -otro japonés que no habría inventado nada-, sino del ruso Koj_ve. Por si acaso, Marc Fumaroli nos advierte de que el marxismo, y sus numerosos sustitutos o derivados, tienen el pasado como principal adversario. Hay, según él, dos maneras de librarse de ese pasado: una consiste en congelarlo, y la otra, en reducirlo al estado de apéndice de la actualidad, una especie de zoo o de «children´s corner», un suplemento cultural donde se le trata sin cumplidos.
En España, la derecha de Rajoy se apuntó desde el principio a lo del «children´s corner», pero la izquierda de Rodríguez, que se pretende heredera de la Segunda República, se afana en el método del congelado, a imitación del Partido Comunista francés, que también se pretendió heredero de Francia. Se ve que los seiscientos asesores hegelianos de Rodríguez («Media legua, media legua, / media legua más allá, / en el valle de la Muerte / cabalgaron los seiscientos. / ¡Adelante, la Brigada Ligera!») han concluido que la historia de España progresó, progresó y progresó hasta dar con Rodríguez, a partir del cual ya no hay nada: una mecedora en el porche del adosado para contemplar la puesta del sol, y para merendar, lomitos de segunda república congelados.
-Companys fue una persona con ideales, valerosa y con un gran corazón y que fue detenida por defender la legalidad.
Palabra de Montilla, el jefe andaluz de Cataluña. (Parece ser que, como golpista, Companys sólo tuvo la duda de cómo denominar a su nuevo reino: ¿República Independiente de Cataluña o Estado Catalán en la República Federal Española?) Y un catedrático de la Barcelona amontillada, en un artículo de fondo relleno de tropos de cáscara crujiente, se pregunta consecuentemente: «¿Ser demócrata es ser de izquierdas?» La respuesta está en la Ley de Memoria Histórica, que reconoce a los maquis como «luchadores por la democracia». ¡Democracia! Ya ven ustedes de qué manera más tonta unos señores legisladores, probablemente bien pagados, pueden convertirse en lo que los viejos cronistas llamaban vulgares aduladores de un régimen que no alcanzan a ser más que admiradores fetichistas de su denominación; sectarios, no de una idea, sino de una palabra. ¡Y qué palabra! En boca de Churchill suena a civilización, pero en boca de Largo Caballero es... otra cosa. Por ejemplo:
-Declaro que hay que armarse y que la clase trabajadora no cumplirá con su deber si no se prepara para ello. Hecha esta preparación, habrá que esperar el momento psicológico que creamos oportuno para lanzarnos a la lucha. (Enero del 34)
-Es preciso transformar esta República burguesa en República socialista. (Enero del 35)
-Las elecciones no son más que una etapa de la conquista del poder y aceptamos su resultado tan sólo a beneficio de inventario. Si triunfa la izquierda, podemos actuar dentro de la legalidad con nuestros aliados, pero, si gana la derecha, tenemos que ir a la guerra civil. Deseo una República sin lucha de clases, pero para ello es necesario que desaparezca una de ellas. Esto no es una amenaza, es una advertencia. Les advierto que no hablamos por hablar, sino que cumplimos nuestra palabra. (Junio del 36)
Palabra de Largo Caballero, que por algo presumía de no diferenciarse en nada de los comunistas. Sólo Marañón, socio fundador de la República, vio que la razón auténtica de la lucha no era la democracia, sino únicamente ésta: «Defiendo a los rojos porque soy comunista» o «simpatizo con los nacionales porque soy anticomunista». Pero tuércele el cuello al cisne.

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