miércoles, octubre 24, 2007

Oscar Molina, La rosa ha perdido el norte

jueves 25 de octubre de 2007
La rosa ha perdido el Norte
Óscar Molina
H AY una rosa que florece de madrugada. Es una rosa con treinta y dos rumbos y con cientos de miles de incondicionales. La Rosa de los Vientos ha perdido a su Norte, y los cientos de miles hemos perdido a un amigo al que la mayoría nunca conocimos en persona, pero que nos deja el vacío de una complicidad rota. Juan Antonio Cebrián se ha ido. Se ha marchado un mago capaz de hacerte creer que era tu compañero secreto, cuando en realidad lo era de muchos. Nos dejas huérfanos Juan Antonio, solos ante el vértigo de tener que volver a enfrentarnos a las madrugadas sin escuchar la voz de quien, “encantado y feliz como una lombriz”, rellenaba horas que hacían bueno un insomnio plagado de energía, inundado de humanidad y envuelto en las nieblas de mil batallas contadas como nadie. Mala suerte la tuya, perra la nuestra. Mala la tuya, porque mandó a la parca a buscarte cuando aún te quedaba tanto por gozar contando, escribiendo, viviendo. Por robarle a su familia un ser extraordinario, tendiendo una emboscada traicionera que nunca estará a la altura de tu humanidad. Ha tenido que ser así, por la espalda y de repente. No podía ser de otra manera, porque la siniestra señora de la guadaña habría salido corriendo si se hubiese enfrentado a ti de lejos y por derecho, espantada por la risa de un hombre bueno, la tuya. Perra la nuestra, que nos desvalija, nos hurta a quien reinventó la radio, que viene a ser como reinventar la magia. Envidia cochina, la que tengo ahora de otros llamados Alejandro Magno, Julio César, Atila, Gengis Khan, Álvaro de Bazán, Nelson, Wellington… que andan haciendo cola, como los niños en Navidad ante el Rey Mago, para escuchar como tú, Juan Antonio, les cuentas su propia historia. Ellos te estaban esperando, y nosotros te estamos llorando. Aunque en eso, mira, no estamos solos. Porque llorando están también el campo de Waterloo, el cielo que ya no surca el Barón Rojo, el mar que se tragó a la Armada Invencible y hasta el espacio que llevó a Armstrong a la Luna. Todos esos sitios que vieron marcharse a los que un día les dieron relieve, derraman ahora lágrimas por quien les trajo de vuelta a la memoria de una Humanidad que los había olvidado. Y te llora el tiempo, Juan Antonio, todos los tiempos que rescataste para nosotros te lloran, como te llora la madrugada, que también se ha quedado huérfana, desamparada sin la vitalidad única, original, irrepetible del genio que la hacía nueva cada vez, que desmentía su lúgubre condición para ponerla una sonrisa que cabalgaba sobre las ondas y alcanzaba cada receptor. Para ellas, para las madrugadas del sábado y el domingo, la tragedia es desoladora, porque vuelven a ser madrugadas. Sé perfectamente que el espectáculo ha de continuar, amigo, y que sin ti no será lo mismo. Pero también sé que no me permites, no nos permites, estar tristes. Prefieres que aparquemos la pena y empeñemos nuestra existencia en alegrarnos de estar vivos, en ganas de hacer las cosas mejor cada día y en tratar a cada persona como si fuese el centro del Universo, cosas todas que aprendí en casa; cosas que tanto yo como quienes me las enseñaron las veíamos en ti a través de un auricular. Te prometo que empezaré a hacerlo, cuando pueda, cuando sea capaz de subir la empinada cuesta de asumir que no volveré a escucharte en directo. No tengas prisa por favor, yo no soy como tú. Hasta siempre compañero. Fuerza y Honor.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4220

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