miércoles, octubre 03, 2007

Oscar Molina, El pastor de cabras

jueves 4 de octubre de 2007
El pastor de cabras
Óscar Molina
D E Ibarreche se podía esperar cualquier cosa, ni es extraño ni sorprende. La cabra soberanista siempre tira al monte en el que desea reinar expulsando a todos los que no se allanen a aceptar que los derechos del rebaño prevalecen sobre los del individuo. Da igual el tipo de cabra del que hablemos, porque todas en el fondo buscan lo mismo: que sus delirios palurdos de cabra presidan y justifiquen el risco desde el que poder gobernar a la manada a base de una doctrina que no cabe en cabeza alguna. Ni siquiera en las cabezas con cuernos. La gran masa de cabras, el rebaño, cabras de a pezuña, tiene como único destino tragar con los dogmas para vivir, pensar y hablar conforme a ellos. Su misión característica consiste en sentirse atacados cuando alguien cuestiona a la tribu caprina, percibiendo la presunta agresión al grupo como algo infinitamente peor que una embestida a sus derechos más elementales. Actúan así, en su mayor parte, porque se les ha estado ocultando la verdad desde que eran corderos. Por supuesto son las encargadas también de seguir y encumbrar fielmente a los machos cabríos que convocan referéndums. Estos últimos, no serían nadie sin la ayuda de otras cabras que dan topetazos, en forma de bombas y tiros en la nuca a las que, por elemental rigor, designamos como cabrones. Pero la paternidad del último desafío del lehendakari no es de su exclusiva, porque existe quien ha alentado a las cabras a que tiren al monte. José Luis Rodríguez Zapatero, ha actuado como esforzado pastor de cabras desde el comienzo de la legislatura. Antes de que colgara el zurrón y decidiera ser Presidente de España (o sea anteayer como quien dice) ZP subió al cerro a buscar a las cabras para decirles que sus desvaríos estaban bien, que encajaban perfectamente en el proyecto de monte libertario posmoderno destinado a resarcir la muerte de la mitad de los abuelos de España. Fue él, pastor de cabras, quien dijo que es “discutido y discutible” eso de que el monte sea de todos, y todos quepamos en él; y fue él quien llamó “patriotas de hojalata” a los que nos indignamos por semejante memez. Pero hay más, Zapatero no subió al monte sólo a buscar cabras, se fue directamente a triscar con los cabrones; y a los cabrones les dijo que estaba dispuesto a tumbarse bajo una higuera con ellos a cambio de que dejaran de ser cabrones, algo por otra parte ya imposible. Les prometió que el fin de los topetazos era posible y que aceptaba que espatarrados bajo la sombra de la higuera, pudiesen modificar la Constitución en la que ahora, que ya no es pastor de cabras sino Presidente de España, se quiere apoyar para ciscarle el referéndum al macho alfa. Fue debajo de esa higuera donde el pastor atribulado admitió que los topetazos de los cabrones y las aberraciones de los machos cabríos tenían su origen en un conflicto político. Zapatero no puede evitar haber sido pastor de cabras, y por eso no puede borrar de las hemerotecas los tiempos en los que andaba en arrumacos con ellas y en correrías secretas con los cabrones, cuando aceptó que existía un “ámbito vasco de decisión”. No puede sobornar a la memoria, por mucho que haya intentado asesinar unas cuantas, y hacerla decir que no es verdad que fue él quien aceptó que algunas cuestiones políticas por las cuales los cabrones vienen topando desde hace treinta años, se discutieran fuera del Parlamento. Fuera de esos lugares donde reside la soberanía nacional, cuya puerta ha reabierto él, y nadie más, a los mismos cabrones que están encantados con el referéndum que a él ahora, apremiado por las urnas, no le queda otro remedio que rechazar. Y digo que no le queda otro remedio, porque su actuación en todo esto no deja de ser puro tacticismo. Su oposición al órdago es débil, pero no porque él lo sea, sino porque en el fondo esa majadería del “derecho de los vascos y las vascas a decidir”, le pone. Le gusta, se enmarca perfectamente en la indigencia cultural e histórica que alimenta su concepción de la Política como revancha. Suena lo suficientemente bien como para encajar en sus nada complejos esquemas mentales y encarna el primer paso hacia su nueva España. Le trae aromas de pino y pasto que le sumen en una melancólica añoranza de aquellos días en que él era pastor de cabras y tenía un mastín con gafas que odiaba los abrigos de visón, llevaba un collar de clavos y mordía sin piedad a los “corrutos” lobos de la derecha. Pero ahora no puede ser pastor; para volver a serlo necesita ponerse el traje de Presidente de España hasta Marzo; el traje que espanta a cabras, cabritos y cabrones. Sus cabras, las muy cabritas, han acelerado el trote por la vereda sin aviso y le han pillado con el paso cambiado. Porque su sueño era que el referéndum se celebrara con él de pastor, como broche a un acuerdo con los cabrones.

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