lunes, octubre 15, 2007

Negativa tajante

Negativa tajante
15.10.2007 -

La reunión que celebrarán mañana en La Moncloa el presidente del Gobierno y el lehendakari no puede ser concebida como un trámite en la relación institucional entre ambos interlocutores, una vez constatada la determinación inmutable de Juan José Ibarretxe de convocar una consulta autodeterminista que vulnera el ordenamiento constitucional. El riesgo de división y de ruptura que comporta la misma obliga a Rodríguez Zapatero no sólo a transmitir a Ibarretxe, con toda nitidez, la imposibilidad de emprender negociación alguna sobre una iniciativa ilegal, que sólo puede ser interpretada por el Estado de Derecho como un chantaje. El presidente ha de clarificar ante la ciudadanía, con igual contundencia, cuál será la respuesta de las instituciones, con los instrumentos de la legalidad en la mano, si el jefe del Ejecutivo de Vitoria persiste en su desafío.Las declaraciones efectuadas por Zapatero y otros miembros de su Gabinete sugieren que la estrategia del Gobierno pasa por relativizar el eventual impacto del proyecto soberanista de Ibarretxe, con el argumento de que su propia renuncia a ajustarse a los márgenes de la ley lo convierten en inviable. Pero siendo esto así, el Ejecutivo debería renunciar a enrocarse en la obviedad que supone tener que recordar que sólo prosperarán aquellas propuestas que se ciñan a la Carta Magna y conciten un amplio consenso político y social. Especialmente cuando se ha constatado ya cómo la simple alusión a la legalidad vigente no ha llevado a Ibarretxe a desistir de sus objetivos. Antes al contrario, ha optado por endurecerlos tras un período de barbecho, superponiendo su obcecación al abrumador rechazo que recibió en el Congreso en febrero de 2005 y a la pérdida de 140.000 votos en las elecciones autonómicas de ese año, planteadas por él mismo como un plebiscito sobre su iniciativa. El Gobierno no debería minusvalorar ni las tensiones desestabilizadoras que viene provocando el presidente vasco, ni su acreditada capacidad para aprovechar cualquier titubeo, tibieza o evasiva en el discurso ajeno a beneficio de su interesada concepción del diálogo. El lehendakari puede albergar la tentación, de hecho, de presentar la cita de mañana como la primera piedra en el camino de la negociación, aun cuando escuche un 'no' tajante e indubitable. Su disposición a ofrecer ahora al Gobierno un pacto inspirado en la Declaración de Downing Street y el proceso irlandés, esgrimiendo así uno de los fetiches más invocados por la izquierda abertzale, se perfilaría como el enésimo intento retórico de enredar al Estado. Por todo ello, Rodríguez Zapatero no sólo ha de delimitar ante su invitado, sin resquicios, el terreno de juego democrático. Ha de dirigir a la sociedad vasca y española un mensaje lo suficientemente diáfano como para que ambas tengan la garantía de que Ibarretxe no podrá llevar a cabo, bajo ningún concepto, su propósito de quebrar la legalidad constitucional.

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