jueves, octubre 18, 2007

Marcello, Telemadrid, espejo de Aguirre

viernes 19 de octubre de 2007
Telemadrid, espejo de Aguirre

Esperanza Aguirre quería privatizar Telemadrid y en cierta manera lo ha conseguido, porque ha puesto la cadena pública a su exclusivo servicio. Pero, eso sí, disparando con “pólvora de Rey”, porque el dinero que ha utilizado en la gestión y privatización política de la emisora ha sido el de los madrileños, de ahí que le importe un pimiento la cuenta de resultados —que ha triplicado la deuda— o la audiencia de Telemadrid que, durante su mandato, ha pasado del 17 por ciento al 8 por ciento, según los últimos sondeos, lo que nos da una idea del destroce, al que se unió el sectarismo de ultraderecha y la mediocridad de directivos y programas. Todo lo que una empresa privada nunca hubiera soportado sin declarar la suspensión de pagos y el cierre, por fracaso, del negocio.
Pero en la poca audiencia que tiene Telemadrid, Esperanza sale a todas horas y con cualquier excusa, que son todos los paseos que se da por comidas, cenas, verbenas, premios, espectáculos deportivos y de todo orden, mientras los papeles y el trabajo se le amontonan sobre la mesa de su despacho vacío de la Puerta del Sol, que sigilosamente ocupa su vicepresidente González, el chino de la papada enamorada y responsable de la gestión del Canal de Isabel II (sobre el que pesa un duro informe de la Intervención de Hacienda), porque ella está en otras cosas, “en el palacio y en el balandro”, como le dijo Paco Umbral al Rey el día que le concedieron el Premio Cervantes.
Aunque en el caso de Esperanza, la liberticida, son dos las cosas que ocupan su tiempo: su omnipresencia en Telemadrid y en otros medios, donde no deja de meter la mano; y su candidatura a la presidencia del PP para quitarle el sitio a Rajoy, lo que explica su enfermiza obsesión y permanente campaña contra el alcalde Gallardón. Operación para la que Aguirre cuenta con el clan de Zaplana —que caza, como los lobos, en manada, en los bosques de la influencia política y de presuntos negocios a la sombra del poder, un equipo donde están I. González, Martín Marín, P. Pérez, Cayetana, Losantos, Rekarte, etc.—, con la ayuda directa de la COPE, El Mundo y La Razón —de ahí todas las intrigas de Rekarte y la manada contra ABC—, y que espera conseguir la bendición última de Aznar, y sobre todo que Gallardón no ocupe escaño en el Congreso de los Diputados.
Es verdad que, en su primer mandato, Aguirre presentó una buena cuenta de resultados, en infraestructuras, justicia, enseñanza y sanidad, lo que le valió para conseguir una importante victoria en las elecciones autonómicas frente a la inexistente candidatura de Simancas, pero con el sabor agridulce —“la amarga victoria”, que diría Pedro J.— que le producía el triunfo, aún mayor, de Gallardón en Madrid. Y, sobre todo, la victoria en las municipales de Rajoy en España, lo que, en principio le cerraba la puerta a su ambición nacional, salvo que, como ella y otros esperan, el líder del PP caiga derrotado a los pies de Zapatero en las elecciones generales de marzo del 2008. Pero desde que se acabó la campaña electoral autonómica Aguirre ha emprendido una nueva campaña política para su lanzamiento a la presidencia del PP, como muy bien saben en la sede de este partido.
Sin embargo, el caso de Telemadrid es emblemático porque da idea del liberalismo y de los modales coléricos de Aguirre. El cese de Manuel Soriano, por su implicación en un presunto caso de acoso sexual a su secretaria, no se ha podido hacer peor. Primero con la mentira de la enfermedad —que lo imposibilitaría para otro cargo—, hasta que se supo la calificación del fiscal favorable a la apertura de juicio contra Soriano. Luego con el nombramiento de otra amiga suya —la lista de nombramientos nepóticos de Aguirre en la Comunidad es inagotable—, Isabel Linares, como directora general, sin conocimiento del sector audiovisual y haciendo declaraciones antes de ser nombrada. Y, finalmente, con el baile de consejeros y de la presidencia de Telemadrid, a golpe de corneta para hacerle un sitio o un sitial a Soriano, lo que aumentará el escándalo del acoso sexual porque, si hay juicio y posterior condena, la empresa pública será objeto de bronca permanente, con lo que habrían desvestido un santo para vestir otro, convirtiendo en un espectáculo mediático y político el asunto del acoso sexual de Soriano, quien debió ser cesado mucho antes por su flagrante incompetencia, manipulación informativa —recuérdese el serial conspirativo del 11M, a medias con la productora de El Mundo—, por el fracaso de la audiencia y el despilfarro económico sobre el que falta mucha transparencia, como los contratos con la productora Atlantic de Sánchez Gallo, de quien se ha dicho que pudo haber colaborado en la campaña electoral de Aguirre.
El escándalo y la destrucción de Telemadrid tiene una trascendencia de mayor cuantía porque todo ello es el espejo, el fiel reflejo, de la personalidad política de Aguirre, de su talante autoritario y megalómano, y de su absoluta falta de respeto por la libertad, la democracia y muchas cosas más y más graves, si se llegara a confirmar, en sentencia, el acoso sexual de su protegido Soriano a una secretaria, que está pasando un duro calvario personal y profesional y que ha carecido del menor amparo por parte de la presidenta.
La cólera de Aguirre es inagotable y se proyecta sobre una derecha ultraconservadora que, de instalarse en la presidencia del PP, abriría definitivamente un nuevo espacio en el centro y puede que importantes deserciones en el partido que al día de hoy camina en la dirección opuesta a la que debiera. Es decir, hacia el nacionalismo español de “Dios, Patria y Rey”, en lugar de avanzar sigilosa y ordenadamente hacia el centro político que ha abandonado el PSOE con su excursión confederal y radical, a la orden de Zapatero. Lo que nos conduce a pensar que tras el resultado de las elecciones generales habrá un auténtico maremoto tanto en el PSOE como en el PP, en sus respectivos medios afines, y en su entorno financiero y empresarial.
Naturalmente, los que pierdan lo pasarán mucho peor y entrarán en crisis de profundo calado, como la que desea Aguirre por causa de su ambición personal. No hace mucho doña Esperanza, en busca de otra foto, le quitó 300 años a la Historia de España, para decir que la nación española nació el 2 de mayo de 1808 frente a Napoleón. Lo que anuncia que si el PP pierde las elecciones y ella alcanza el liderazgo del PP, Aguirre pretenderá que la reconquista española —o el “glorioso alzamiento nacional”— irá de su mano a partir del 2008. Aunque el espejo que refleja el verdadero rostro de la presidenta —como ahora el de Telemadrid— nos anuncia otra cosa bien distinta: que en caso de que Aguirre asuma la presidencia del PP, el partido se romperá en dos, clarificando, de una vez por todas, la frágil unidad política e ideológica que, a la muerte de UCD, logró bajo las siglas del PP Manuel Fraga, conciliando a liberales, democristianos y conservadores. Una amalgama de ideologías y dirigentes donde la cohabitación nunca fue fácil y que, en un primer momento, consiguió consolidar Aznar, hasta que el propio Aznar la desbarató con su segundo y autocrático mandato presidencial, optando por el lado conservador. El que Aguirre pretende liderar —se fue a Blackpool a presumir de “tory”—, abandonando de una vez por todas su careta liberal.

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