jueves, octubre 04, 2007

Marcello, Rajoy no tiene telefono

viernes 5 de octubre de 2007
Rajoy no tiene teléfono

Todo apunta a que Rajoy no tiene teléfono, móvil o fijo, siguiendo la teoría de que los hombres importantes no utilizan teléfono ni reloj, máxime si como en el caso del líder del PP presumen de controlar los tiempos o, como en el dicho árabe, saben esperar a la puerta de su casa a que pase el cadáver de su enemigo, que en el PP piensan que está a punto de pasar. No obstante, alguien del entorno del presidente popular debe sugerirle que, en los tiempos que corren, no es bueno ir tan solo cuando se puede estar bien acompañado, presentando a las huestes del adversario no sólo la figura de su campeón como un fantasmal Cid atado a su caballo en las puertas de Valencia, sino configurando en el horizonte, al estilo del legendario Rey Arturo, las siluetas de los caballeros de la Mesa Redonda, lo que pondría en fuga al más fiero de sus adversarios.
Pero Rajoy, en cuyo interior habita una lucha feroz entre su pereza y la soberbia, no está por la labor de ampliar el prestigio de su ejército y de sus generales y confía sólo en los errores de su adversario, Zapatero, a quien sus aliados de la caballería nacionalista no cesan de crearle problemas. Y por ello el líder del PP no llama a nadie y dice eso de que “con estos bueyes hay que arar” y punto. Cuando hubiera tenido muy fácil llamar a Rato cuando se le presentó la ocasión, o a Gallardón cuando se ofreció el alcalde, o a Pizarro cuando anunció su salida de Endesa, o a Cascos para pedir consejo sobre la organización del PP y la campaña electoral. Pero no, Rajoy no tiene teléfono, o si lo tiene no lo usa por aquello de “las cosas, el sentido común, y porque hay que ser serios y como Dios manda”, que es lo que repite una y otra vez como la columna vertebral de su discurso político, o en calidad de conjuro para espantar los fantasmas de la derrota.
Y claro, el juego del mudo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Porque si Rajoy no llama a nadie de importancia y tampoco mueve ficha, corre el riesgo real de que otros caballeros, o damas como Rosa Díez, se adentren en el campo de batalla, como si de Juana de Arco se tratara, para hacer frente a la coalición social-nacionalista, en un gesto de indiscutible valor que, desde luego, incluye graves riesgos para este pequeño partido de la UDP que ya veremos como lo reciben los electores en el día de la batalla final.
Como también corre el riesgo Rajoy de que, ante su inactividad, líderes con más fuelle como Fraga o Aznar le acaben haciendo las listas o le den un órdago en la Convención de noviembre. O incluso que otros con más proyección mediática como la COPE y El Mundo les hagan las listas electorales, como ya lo están haciendo con el sistema de la importación, desde el Parlamento Europeo, de los ex ministros y ex altos cargos del PP que se fugaron a Europa en pos de una extraordinaria jubilación y que quieren estar a todo lo que se cuece, al caldo y a las tajadas.
Aunque, de momento, lo único que se sabe es la cabeza de lista, el tridente del PP, que circula por la calle Génova de Madrid, y que se anuncia como si de Diestéfano, Puskas y Gento se tratara, es la de Rajoy, Pastor y Zaplana. Y está por ver si en el medio campo aparece el nombre de Gallardón, contra el que han vuelto a desatar una furiosa campaña que lidera Esperanza Aguirre, que se fue —quitándole el sitio a Rajoy— al congreso de los conservadores británicos a cantar las glorias de Thatcher y Reagan en su lucha contra el comunismo —voila el liberalismo del siglo XXI—, quitándose el apellido y la máscara de liberal.
¿Acaso no tendría un mayor impacto electoral una cabeza de candidatura integrada por Rajoy, Rato, Gallardón y Pizarro? Seguro que sí, como parecería lógico que Pastor fuera a Galicia y que Zaplana —acompañado de Recarte, Pérez y Sánchez— encabezara la lista del PP por Seseña, o por Altea. Pero ya sabemos que a Rajoy no le gustan los consejos y que hará las listas como “más le convenga a él”, lo que no tiene porque coincidir con lo que convenga al PP y a los españoles, si de verdad España está tan mal como cuentan en dicho partido, donde su líder supremo y cabeza de cartel deambula sin llamar a nadie —no tiene teléfono— y sin responder.

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