domingo, octubre 07, 2007

Marcello, El estratega

lunes 8 de octubre de 2007
El estratega

A la pobre Esperanza Aguirre le están creciendo los enanos. Al proceso de corrupción sobre el que era su responsable de Urbanismo, el tal Porto, está a punto de sumarse otra investigación oficial sobre las irregularidades de la emblemática empresa del Canal de Isabel II, que preside su vicepresidente, Ignacio González, al que la condesa llama “el estratega”. Y que es el que, a fin de cuentas, manda en la Comunidad de Madrid, una vez que la condesa de Murillo parece obsesionada por la política nacional, una ambición más bien napoleónica en vísperas del gran aniversario del Dos de Mayo, que le fomenta con aviesa intención el famoso estratega, el chino de la papada enamorada —del coro de la prensa, al caño de la Asamblea—, que no tiene otra estrategia que la de animar, a la doña, a pasearse por el precipicio de la política nacional, para ver si él se convierte en el presidente madrileño. Una eventualidad que produce pánico en la sede central del PP, porque conocen las artes, los relojes, el chalet y las amistades peligrosas —P. Perez, Martín Marín, Fernando Martín, Sanromán, Cerezo, etc.— de este chino, tan ladino, que quiere ser mandarín.
Pues bien, parece que la Intervención de Hacienda de la Comunidad de Madrid ha levantado un informe sobre un cúmulo de irregularidades que podrían haberse detectado en torno a la gestión del Canal, donde el chino ha centrado sus habilidades, que podrían acabar en un sonoro proceso judicial, siguiendo la senda y la estela de los escándalos de Porto. O de la investigación del presunto acoso sexual a su secretaria del director general de Telemadrid, Manuel Soriano (pendiente de la calificación del fiscal), que ha dejado en la ruina la cadena y que ha perdido casi el 50 por ciento de la audiencia que recibió, y dilapidó por el despeñadero del sectarismo y la mediocridad.
Y a no descartar otra esperada investigación administrativa o judicial sobre los contratos de Telemadrid con ciertos productores, como Sánchez Gallo (Atlantic), que algunos observadores informados empiezan a relacionar con unas posibles contrapartidas del conocido productor —¿a cuántos millones de euros asciende la contratación de Sánchez Gallo con Telemadrid?— en las últimas campañas electorales. Lo que, de confirmarse, los llevaría a los tribunales por la vía de lo penal.
Que será el mismo camino a seguir en la demanda, ya en ciernes, por la manipulación y las discriminaciones de los presupuestos de publicidad de la Comunidad madrileña, a favor de los que, entre otras cosas, han sido adjudicatarios de la televisión digital a lo largo de un concurso que causó asombro por el reparto de canales (y esperen a las de radio) a empresas bajo sospecha de amistad política y personal. Lo que sugiere, todo ello, incluido lo del lío del Canal, la pronta creación por parte de la Asamblea de Madrid de una Comisión de Investigación, con la que podría estrenarse el nuevo líder madrileño del PSOE.
Y si a todo esto le añadimos que en la Casa Real saben que doña Esperanza cuida, protege y promociona al locutor de la COPE —el mandril del Pocero—, que ha pedido la abdicación del Rey (al día siguiente de atacar al Rey, los de Aguirre lo pasearon por Telemadrid), pues ya comprenderán ustedes los motivos que tienen en un ¡ay! a la Revoltosa liberticida de la Comunidad de Madrid.
Y no digamos si se confirma, como que parece cierto, que Gallardón irá en la lista de Rajoy al Congreso de los Diputados, y que Rato aún no ha dicho su última palabra sobre su regreso a la política, al frente del sector liberal del PP, al que Aguirre traicionó en el congreso conservador de Blackpoll, con el canto a Regan y a la Thatcher. Demasiadas cosas, y todas a la vez, que explican los motivos sobrados que la pobre condesa de Murillo tiene para exhibir sus ojeras y su preocupación. Como la que le produjo no poder asistir a la conferencia del cardenal Cañizares en La Razón —cuentan que mandó un SMS, pidiendo que se atrasara la cita en su honor, lo que produjo risas e irritación en el periódico—, en la que el primado dio sus vivas al Rey, al mismo tiempo que, indirectamente, le ponía el bozal al mandril de la COPE que, como contaba Oneto, dijo que “Cañizares estaba manseando”.
Manseando va también el estratega, el chino de la papada, el mandarín de las aguas del Canal que, cuenta un espía, quieren llevar hacia el límite de Cienpozuelos para darle, por ahí, agua al Pocero de Seseña (asunto del que probablemente habrán hablado el tal González y su amigo Zaplana), lo que sería el colmo de los escándalos de doña Esperanza y de su estratega. El chino de la papada enamorada que dicen por ahí que anda cambiando de teléfono móvil cada dos por tres por si lo tiene pinchado un juez, la policía o la Guardia Civil.
¡Ay, esperancita furiosa y ambiciosa! ¿Quién te ha visto y quién te ve? No te enteras ni de la mitad de lo que traman los tuyos, mientras tú, tan santa y ¡pobrecita!, no llegas a final de mes. Te bajas un día al moro de Melilla, para españolear, y los ratones y ratitas presumidas de tu entrono bailan a sus anchas por la presidencia de la Comunidad. Así hasta la jefecilla de prensa, la Gallego, protegida del estratega y chino de la papada enamorada, usa el gabinete telegráfico de la Presidencia dándose aires de mariscal. Y es que, como dice el sabio refrán sobre los que son de menos y se las dan de más: “la que nunca llevó bragas, las costuras le hacen llagas” (continuará).

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